Playa de La Mancha
La playa de La Mancha: Manchamar, en Valverde de Júcar
Hay ciertos elementos que hacen a una playa ser el lugar deseado por todo el mundo en verano: el ancho mar, la arena fina y el calor; pero también tiene sus contras. En ocasiones uno se siente cual hormiga o máquina programada para hacer lo que todo el mundo hace. De hecho, yo hace tiempo que os di mis razones para odiar un poco el sol y playa. Hay lugares que no están tan masificados, pero mi experiencia en Benalmádena el año pasado me hizo renegar. Que me den el pantano de mi pueblo antes que un arenal de aguas mansas y gente por todas partes.
Hoy voy a hablaros de una de esas alternativas a la playa: también con calor, arena regulera pero pasable y un paisaje bonito. Pero sobre todo: mucha menos gente. Yo fui un fin de semana ya en julio y sorpresa la mía que no había nadie. Se trata del Pantano de Alarcón, concretamente en la zona de la localidad de Valverde de Júcar, donde el Ayuntamiento mandó traer arena artificial (algo más bien entre arena y tierra) y de ahí surgió Manchamar, la Playa de la Mancha. O la playa de Cuenca (provincia en la que se encuentra), como prefieran.
Los ingredientes son pocos pero perfectos para un fin de semana donde descansar, tomar el sol, darse un chapuzón y huir de la aún caótica Madrid. Se llega fácilmente por carretera, tomando el desvío en el pueblo de Valverde del Júcar y llegando hasta la zona de baño. Aunque el recinto no es muy grande, tampoco va demasiada gente, al parecer. Hay además un chiringuito con las latas de cerveza a un módico precio de 1 euro y música para estar como en plena costa.
Cuando te vas acercando al pantano, divisarlo es una pasada porque el agua es de color clarito y uno sueña con la imagen de ver aguas cristalinas a la llegada. Aunque finalmente hay que conformarse con un color claro para ser un pantano, las ramillas y bichos de la orilla acaban definitivamente con el sueño creado.
No obstante, merece la pena estar allí, sobre todo por la tranquilidad. Y un chapuzón en verano siempre es un chapuzón. Para los amantes del kitesurf, este pantano es también una sorpresa pues goza de fuertes vientos en determinados días y la zona se puebla de cometas y cometas. De hecho, en ocasiones hay hasta campeonatos, como el de salto al que pudimos el día en que fuimos. Completito, vaya.
Hay ciertos elementos que hacen a una playa ser el lugar deseado por todo el mundo en verano: el ancho mar, la arena fina y el calor; pero también tiene sus contras. En ocasiones uno se siente cual hormiga o máquina programada para hacer lo que todo el mundo hace. De hecho, yo hace tiempo que os di mis razones para odiar un poco el sol y playa. Hay lugares que no están tan masificados, pero mi experiencia en Benalmádena el año pasado me hizo renegar. Que me den el pantano de mi pueblo antes que un arenal de aguas mansas y gente por todas partes.
Hoy voy a hablaros de una de esas alternativas a la playa: también con calor, arena regulera pero pasable y un paisaje bonito. Pero sobre todo: mucha menos gente. Yo fui un fin de semana ya en julio y sorpresa la mía que no había nadie. Se trata del Pantano de Alarcón, concretamente en la zona de la localidad de Valverde de Júcar, donde el Ayuntamiento mandó traer arena artificial (algo más bien entre arena y tierra) y de ahí surgió Manchamar, la Playa de la Mancha. O la playa de Cuenca (provincia en la que se encuentra), como prefieran.
Los ingredientes son pocos pero perfectos para un fin de semana donde descansar, tomar el sol, darse un chapuzón y huir de la aún caótica Madrid. Se llega fácilmente por carretera, tomando el desvío en el pueblo de Valverde del Júcar y llegando hasta la zona de baño. Aunque el recinto no es muy grande, tampoco va demasiada gente, al parecer. Hay además un chiringuito con las latas de cerveza a un módico precio de 1 euro y música para estar como en plena costa.
Cuando te vas acercando al pantano, divisarlo es una pasada porque el agua es de color clarito y uno sueña con la imagen de ver aguas cristalinas a la llegada. Aunque finalmente hay que conformarse con un color claro para ser un pantano, las ramillas y bichos de la orilla acaban definitivamente con el sueño creado.
No obstante, merece la pena estar allí, sobre todo por la tranquilidad. Y un chapuzón en verano siempre es un chapuzón. Para los amantes del kitesurf, este pantano es también una sorpresa pues goza de fuertes vientos en determinados días y la zona se puebla de cometas y cometas. De hecho, en ocasiones hay hasta campeonatos, como el de salto al que pudimos el día en que fuimos. Completito, vaya.