Siempre hay una pregunta recurrente en las conversaciones entre viajeros: '¿Cuál es el lugar del mundo que más te ha gustado'?.
La respuesta, evidentemente, depende de muchos factores. Ahí entran en juego el estado de ánimo de ese día, lo especial que haya sido el momento en la vida del viajero, la persona con la que se comparta el viaje, la capacidad de recordar cada uno de los detalles' pese a todo el 80% de las veces solemos responder que los templos de Angkor en Camboya.
Este complejo perdido en mitad de la selva camboyana está plagado de rincones que justificarían un viaje de miles de kilómetros. Lugares que visitar tan extraordinarios como Ta Prohm y sus edificios devorados por la naturaleza, Bayon y sus inquietantes caras sonrientes, o la Terraza de los Elefantes donde centenares de paquidermos asiáticos adiestrados para la guerra lucían sus mejores galas. No obstante, la joya de la corona es y será Angkor Wat.
Sólo por contemplar Angkor Wat merece la pena incluir Camboya. en un viaje por el sudeste asiático. Así de rotundo. Esta enorme ciudad-templo es uno de los monumentos más bellos e impresionantes del mundo, a pesar de los numerosos expolios que ha sufrido a lo largo de la historia y de su pobre estado de conservación por la falta de fondos del gobierno camboyano.
El complejo fue construido en el siglo XII por el rey Suyavarman II en pleno apogeo del Imperio Jemer, cuando los antepasados directos de los camboyanos eran una de las naciones más poderosas de Asia y sus artesanos y arquitectos lograron levantar un tesoro que, de momento, ha logrado resistir el paso del tiempo y, especialmente, de las locuras del ser humano.
No hace falta que os digamos que la visita a Angkor Wat fue uno de los momentos más esperados y especiales de nuestro viaje a Vietnam y Camboya. Se trata de una ciudad-templo realmente enorme, así que merece degustarlo con pausa, como si fuera un buen vino, y relamerte la boca como lo harías ante el mejor de los postres. Como el resto de templos de Angkor, está ubicado muy cerca de la ciudad de Siem Reap. En su origen fue erigida en honor del dios hinduista Visnu, aunque actualmente son los monjes budistas los que oran entre sus muros. No es muy complicado verlos con sus vestimentas color azafrán recitando sus mantras y sutras.
El santuario principal está rodeado por dos murallas que guardan sus espectaculares cinco torres que le confieren su característica forma de flor de loto. De verdad que su simetría es impactante y sucede un poco como al Taj Mahal, necesitas cierta perspectiva para apreciar su forma real.
Nosotros recomendamos que la visita se haga como mínimo en dos momentos distintos, ya sea el mismo día o en varias jornadas. El primero para conocer tranquilamente sus instalaciones y los soberbios detalles que adornan sus paredes y pasillos repletos de momentos históricos y también referencias mitológicas. La segunda visita para contemplar la salida o la puesta del sol.
Es de esas veces que no te importa que el despertador suene a las cuatro y pico de la mañana y madrugues a una hora intempestiva para contemplar el amanecer en un lugar con tanta energía. Cuando salen los primeros rayos del sol y Angkor Wat se refleja en los charcos cercanos es magia pura. Eso sí, no esperes estar solo. Pese al madrugón está repleto de turistas que quieren vivir ese momento inolvidable. Nadie quiere perderse el show, pero es fácil abstraerse y llevarte un recuerdo imborrable para el resto de tu vida.
A simple vista, lo más impactante de Angkor Wat son sus cinco torres y el santuario principal. Fue una auténtica pena que los andamios recubrieran alguna de estas torres para su restauración durante nuestra visita, por eso la torre principal también estaba cerrada al público. Según nos comentó nuestro guía, el mayor enemigo de Angkor Wat eran los rayos de las tormentas, más incluso que el expolio de los franceses o el paso de los Jemeres Rojos.
Pese a sus descomunales dimensiones, Angkor Wat es especial por los pequeños detalles que encuentra a cada paso. Sus paredes están repletas de esculturas talladas en piedra, que por momentos nos recordaron a las de Khajuraho. Las apsaras o bailarinas celestiales parecen cobrar vida de la piedra. Las galerías repletas de bajorrelieves también son hermosísimas. En ellas se representan escenas de la mitológica batalla de Kurukshetra.
Ya habrás notado que para nosotros Angkor Wat es uno de los lugares más especiales que hemos visitado del mundo. Todo allí es bello, único, mágico, repleto de una energía que no se puede describir con palabras. Si alguna vez preparas un viaje a Camboya no te conformes con la vista frontal desde el paso elevado. Adéntrate en Angkor Wat y disfrutad cada rincón, es una experiencia irrepetible.