Planea con tiempo
No sólo se trata se definir los destinos a visitar, sino de reservar, e incluso de pagar, todo con antelación: alojamiento, trasporte y hasta los tours. La planeación ayuda a comparar con calma, además de que los precios suelen ser más bajos pagando antes.

Moverse como lugareño
Evita los restaurantes y hoteles típicamente turísticos. Estos sitios suelen
ser los más caros y no necesariamente ofrecen un buen nivel de calidad. Acudir a los sitios frecuentados por la población local es garantía no sólo de precios adecuados, sino de mejor sabor.

Aprovechar las ofertas y paquetes
Muchas tarjetas de crédito, líneas aéreas y hoteles ofrecen periódicamente opciones de viaje a precios que se ubican por debajo de lo habitual. Mantente alerta de las promociones. También considera que las vacaciones por paquete (avión, alimentos, bebidas...) tienen un costo menor a un viaje en el que todo se adquiere por separado y, en la mayoría de los casos, responden a los mismos estándares de calidad.

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Evitar vacaciones y días feriados
Nada mejor que viajar en temporada baja para ahorrase dinero. No es fácil, pero bien vale la buscar la forma de irse en las fechas menos socorridas, cuando todos los precios bajan considerablemente.

La forma de pago
La tarjeta de crédito puede ser un arma de doble filo, ya que muy fácil dejarse llevar por “el poder de la firma”. Pagar en efectivo implica ser más concientes de los gastos, pero con el riesgo de sufrir un robo. Los cheques de viajero son una buena opción, lo mismo que retirar dinero en cajeros automáticos locales.

Conocer las costumbres
Aunque en muchos países la honestidad es la regla, nunca faltan quienes se aprovechan del desconocimiento de un viajero. Es importante saber de antemano cuestiones como el monto acostumbrado de las propinas, las tarifas de los taxis y demás medios de trasporte o el costo habitual de una cerveza o un café, por ejemplo.