Cómo vestirse en el avión, un debate acalorado

Mi padre subió por primera vez a un avión en 1953.

Era un aparato a hélice que tardó más de dos días en llegar a París, con escalas previas en San Pablo, Dakar y Lisboa. Pese a lo agotador de la travesía, y con apenas 22 años, viajó de traje durante las quichicientas horas que duró el vuelo. A nadie se le cruzaba entonces por la cabeza no hacerlo. Diez años después, mi madre repetía la odisea a Europa enfundada en un riguroso tallieur beige, recuerda, además de botas haciendo juego con la cartera (y para entretenerse durante el largo viaje llevaba sus agujas de tejer, al igual que otras pasajeras).

Como tantas costumbres que quedaron en la prehistoria aeronáutica fumar en el vuelo, ser atendido por azafatas sonrientes y cuasi modelos o embarcar con una motosierra si a uno se le antojaba, reservar las mejores galas para viajar en avión también pasó a formar parte del anecdotario.

Hasta tal punto cambió la etiqueta en el aire que Qantas dijo basta. Al menos en sus salas VIP australianas, donde desde el 1° de este mes no se puede ingresar en ojotas, shorts, musculosa o remeras con imágenes o frases ofensivas.

Como era de esperar, la medida encendió el debate sobre las libertades de los pasajeros a la hora de viajar. La aerolínea australiana se defiende al argumentar que la decisión es una respueta a las reiteradas quejas de otros pasajeros, molestos por la escasa decencia de ciertos viajeros. Y que su política es la misma que la aplicada por la mayoría de restaurantes y clubs. No hubo piedad siquiera para la escort número uno de Melbourne, Estelle Lucas, quien fue eyectada del lounge, y no precisamente por las razones que uno podría imaginar, sino por querer entrar en ojotas. Y eso que de su brazo colgaba una cartera de Prada, como se ocupó de aclarar, indignada, vía Twitter. Sus tacones de infarto ya habían sido despachados.

Si bien el nuevo dress code de Qantas no aplica a los aviones, ni existen códigos escritos sobre el tema, cada aerolínea aplica sus propias reglas tácitas respecto de la apariencia e higiene personal de sus pasajeros.

Así es como, por ejemplo, en 2011, Southwest bajó del avión a Billie Joe Armstrong, cantante de Green Day, porque sus pantalones estaban tan bajos que dejaban a la vista los calzoncillos. La misma aerolínea no dejó embarcar a una mujer por mostrar demasiado escote, y una pasajera de American Airlines también fue invitada a retirarse porque su remera con eslogan pro aborto podía ofender a otras personas. O está el caso del ciudadano alemán que debió abandonar un avión de British Airways (en la ruta Hawai Düsseldorf) porque otro pasajero se quejó de su mal olor (claro que el primero tuvo que despachar su desodorante).

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Nuevamente, las discusiones sobre la comodidad del pasajero vs. las interpretaciones de cada aerolínea son acaloradas. Por ahora, y en cuanto a Qantas, la compañía dice que no dará el brazo a torcer en su nueva medida. O, como lo sentenció en un comunicado en inglés: We're not in a position to flipflop on the policy of flip flops (No estamos en posición de cambiar respecto a nuestra política de chancletas).
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