El universo teotihuacano, tal y como el de muchas otras cosmovisiones mesoamericanas, estaba lleno de mitos y deidades que orientaban la existencia de las personas.
Lo anterior se hace evidente a partir de las representaciones que se conservan de la pintura, cerámica, arquitectura y escultura en roca de estas antiguas culturas. Las urbes prehispánicas mantenían determinada orientación para conciliarse con el paso de ciertos astros. Justo ese es el caso de la gran Teotihuacán y el dinamismo multifacético de su imaginario religioso.
Se sabe que muchos de los ritos y cultos del México Antiguo, tuvieron su origen en Teotihuacán y de allí fueron asimilados por otras culturas. Una de las deidades que más se han detectado en las muestras arqueológicas teotihuacanas es Huehuetéotl, el viejo dios del fuego. Recordemos que Cuicuilco, al sur de la Ciudad de México, fue cubierto por la lava y allí fueron encontradas figurillas del dios Huehuetéotl. El dios viejo aparece sentado y sosteniendo un brasero en la cabeza. Por lo consiguiente, la asociación de este dios con el fuego es algo antiguo y la del cráter de un volcán, escupiendo lava, cenizas y humo, relacionado con el brasero del dios en su cabeza, es algo patente. Pues bien, esta misma representación de Huehuetéotl aparece en piezas halladas en Teotihuacán. No hay duda que el artista de Cuicuilco, se inspiró en las figurillas del dios viejo de los teotihuacanos.
Otra de las deidades que aparece con mucha frecuencia en los vestigios arqueológicos de Teotihuacán es Tláloc, el dios de la lluvia. Esto se comprende por la gran importancia que tenían las precipitaciones pluviales para una sociedad principalmente agrícola como la teotihuacana. La indumentaria de este dios lo tornan inconfundible, con sus anteojeras, bífida lengua de ofidio, y sus adornos de conchas y caracoles, detalles que lo podrían asociar a antiguos cultos relacionados con la fertilidad.
Más deidades importantes y de frecuente aparición en los vestigios arqueológicos de los teotihuacanos son Chalchiuhtlicue, diosa de los cuerpos de agua; el dios Gordo, con sus característico rostro abotagado, y Xipe-Totec, el Señor Desollado, impresionante deidad a la que se le representa en diminutas cabezas de barro con los ojos punzonados o bien en esculturas de barro revestidas con pieles humanas.
En el caso de Quetzalcóatl, existen versiones que identifican su aparición en el panteón mesoamericano, tras la caída de Teotihuacán, y más específicamente en Tula. No obstante, para otros estudiosos, esta importante figura de la religión prehispánica ha estado presente en las más remotas culturas de nuestro país, y la teotihuacana no fue la excepción. Como prueba de ello, mencionan las cabezas de serpiente que aparecen en el Templo nombrado como esta deidad, en La Ciudadela de Teotihuacán.