Dicen que el susurrar de las olas en Es Trenc es especial.
Quizás sea en realidad el susurrar del tiempo, de la historia, que recuerda que si por algo se llama quebrada a este lugar es por los terribles, o no tanto, efectos de un maremoto. Hay quien cree que el tsunami provocado por el terremoto de Lisboa, allá por 1755, llegó hasta aquí mismo y produjo una fracción del cordón dunar que separaba el mar abierto del humedal que se extiende justo a espaldas de la playa. Si hay viento de levante, con el Mediterráneo entero convertido en una llanura azul, la calma que se respira crea la atmósfera perfecta para cualquier tipo de ensoñación. Pero no, no es un espejismo: éste es en uno de los escasos parajes vírgenes de la isla, el último arenal intacto de Mallorca. De arena blanca y aguas casi fosforescentes, Es Trenc forma parte de un espacio natural protegido, la marisma de Es Salobrar, con una fauna y flora tan variada como los bañistas que pasean por la orilla. Los hay textiles y los hay nudistas. Y todos conviven en paz.
Un mito naturista
Situada en el municipio de Campos, a poco más de seis kilómetros de la Colonia de Sant Jòrdi, al sureste de la isla, Es Trenc es un destino mítico para los amantes del naturismo. Los primeros años 80 del pasado siglo trajeron a todo el país unos aires de libertad que se dejaron sentir aquí con intensidad. Los veraneantes, hechizados por la transparencia de sus aguas, tomaron por costumbre despojarse de cualquier tipo de complejos y también del bañador para fundirse por completo con la naturaleza. Las multas impuestas por el Ayuntamiento, a razón de 25.000 pesetas cada una, se acumulaban sin ser pagadas en los despachos, debido a la presión de los vecinos de localidades cercanas y a las quejas de los ecologistas, que querían que este lugar fuera único y diferente. Así fue como unos y otros consiguieron que el gobierno local decidiera permitir que la gente pudiera tomar el sol sin vestimenta alguna. Desde entonces la práctica del nudismo es habitual, aunque no existen zonas expresamente acotadas para ello.
Fauna y flora
Si en la época estival son los turistas quienes visitan la playa, en primavera y en otoño ornitólogos de toda Europa se reúnen aquí para observar ánades, espátulas, flamencos, garzas reales, águilas pescadoras' Es Salobrar y Es Trenc, con sus dunas cubiertas de pinares, componen un área protegida de casi 1.500 hectáreas donde viven hasta 170 especies de aves, gracias a una protección urbanística especial que ha permitido que no haya edificios a la vista. El espacio natural también incluye las tierras de cultivo que se encuentran en su área de influencia, y las salinas, cuyo uso se remonta a la época del dominio romano. De ellas se extrae, con rastrillo, siguiendo una tradición artesana, una sal de gran calidad, la Flor de Sal d'Es Trenc, favorecida por el sol, la suave brisa marina y la baja humedad del aire. Un aderezo perfecto para dar sabor a los cócteles y a los platos más típicos de la gastronomía local. Una cocina sencilla y sabrosa que se puede degustar en cualquiera de los chiringuitos abiertos en los extremos de la playa.
El acceso a Es Trenc hay que hacerlo desde Sa Ràpita, al oeste; por Ses Covetes, en el centro; o por la Colònia de Sant Jordi, al este, que es donde está el puerto más cercano. También es posible disfrutar de Es Trenc desde un barco. El lugar más adecuado para fondear es el antiguo embarcadero cerca de Illa Gavina, el mayor islote del municipio de Campos, que conserva una cueva prehistórica, usada en tiempos por los contrabandistas. Cuando sopla poniente, la Platja d'es Coto es la mejor opción.
Rumbo al horizonte
El atardecer resulta mágico en esta playa, donde dunas, cielo y mar se tiñen de un intenso color naranja, rosa, violeta. Dan ganas de adentrarse de nuevo en el mar y caminar, porque aquí, en Es Trenc, el agua nunca te llega a cubrir. Por eso, es fácil sentir el impulso irrefrenable de querer llegar andando hasta la isla de Cabrera, justo enfrente, que actúa como el telón de fondo perfecto para una postal. Pero no, para llegar hasta aquí es necesario un velero y un permiso especial, ya que es espacio natural protegido. Otro de esos escasos parajes vírgenes, con un castillo construido en el siglo XIV para defenderla de ataques piratas y un mirador desde el que contemplar Es Trenc, esta vez, silenciosa y blanca, fundida con el horizonte.