Hay una playa a la que casi no se puede llevar sombrilla.
Tampoco hay duchas ni chiringuito. Principalmente, porque no hay sitio para que bártulos y bañistas convivan en la arena.
Se trata de la playa de Gulpiyuri, la playa más pequeña del mundo, situada en la costa asturiana, entre Llanes y Ribadesella. Pero además, esta pequeña línea de arena que no llega ni a los 50 metros de longitud tiene otra particularidad: es una playa interior.
Declarada Monumento Natural, Gulpiyuri se formó por el efecto erosivo del mar sobre la roca, produciendo cavernas bajo el suelo que, cuando se hunden, reciben el nombre de dolinas. Y esto precisamente es esta playa asturiana, una dolina en la que el agua del mar se cuela en el interior gracias a un agujero entre dos rocas.
Aunque el acceso a ella es bastante fácil, encontrarlo no tanto. Solo se puede acceder caminando desde la playa de San Antolín o desde el pueblo de Naves, y ha sido este aislamiento lo que ha permitido la buena conservación de Gulpiyuri. Tampoco sería posible una masificación de la playa, ya que en marea alta su capacidad es casi nula, llegando a rozar la hierba cuando la mar está brava. Además, la profundidad y el tamaño de la zona de agua no permite más que remojarse tumbados, disfrutando de las ondas que llegan del Cantábrico.
LOS BUFONES DE PRÍA, G??ISERES A LA ASTURIANA
A quince minutos de Gulpiyuri, en dirección oeste, se encuentra otro rincón de obligada visita, los Bufones de Pría, en la localidad de Llames de Pría. De hecho, estas formaciones son las que dan lugar a dolinas, se podría decir que son los «antepasados» de Gulpiyuri.
Los «bufones» son orificios verticales formados a pocos metros del borde de un acantilado que inferiormente se comunica con el mar. Cuando la marea sube, y las olas baten con fuerza, estos agujeros expulsan hacia arriba un chorro de agua de mar pulverizada cuyo sonido característico le da el nombre de «bufón».
Se puede caminar por encima del acantilado para ver los Bufones, aunque se recomienda tener cuidado y fijarse bien por donde se pisa, además de mantener una distancia prudencial con estos géiseres, ya que la columna de agua puede alcanzar más de 10 metros de altura y el bufido oirse a varios kilómetros.