Las primeras representaciones de Cristo en la cruz, aparecieron en el siglo V.
En tiempos previos se evitaba proceder en este sentido, puesto que la crucifixión era un castigo exclusivo para criminales corrientes y esclavos. Algunos de los Cristos más célebres y visitados, en las iglesias de nuestro país, son figuras elaboradas con papel de amate y caña de maíz. Las técnicas de elaboración estas representaciones denotan una mezcla de habilidades artesanales prehispánicas con las tradiciones creativas del Viejo Continente.
Lo que particulariza a los Cristos escultóricos de las iglesias de México, es la ligereza de su peso. Tal es el caso de los Cristos realizados con papel amate, mismos que, además, son figuras huecas.
En la creación es tales esculturas religiosas, se combinaban tres técnicas artesanales: la talla, el modelado y el moldeado. En el caso de la primera, se utilizaba una variedad de madera liviana y blanda, propicia para el tallado; luego, la caña era aplicada a manera de pasta para emparejar la superficie o bien, para perfeccionar la definición del volumen de los músculos. A veces se utilizaban también hojas de papel amate. Ciertos Cristos de pequeñas dimensiones, tenían la cabeza tallada en madera y el cuerpo armado con cañas, unidas con un aglutinante natural.
En lo referente a la técnica del modelado, la materia base de la escultura podía ser papel amate humedecido o caña de maíz. Justamente se modelaban la musculatura y las facciones del Cristo, colocando diferentes capas, para desaparecer las imperfecciones de la figura, trabajada previamente con la técnica del moldeo o el tallado.
Finalmente, el moldeado se realizaba vertiendo engrudo sobre un gran molde. Tal engrudo se elaboraba con polvo de corazones de maíz molido, combinado con un adhesivo de origen natural. Este dúctil material servía para producir volúmenes de gran acabado en el exterior del Cristo, en tanto que en el interior quedaban impresas las huellas del artesano al presionar, la pasta contra el molde, para darle forma a la figura.
Otra clase de Cristos, frecuentes en los templos y parroquias de México, son los que cuentan con los brazos articulados. De tal suerte que estas esculturas se pueden colocar y quitar de la cruz, para realizar las diferentes celebraciones del calendario litúrgico a lo largo del año, por ejemplo, la Pasión y la Muerte de Jesucristo. Por lo que atañe a la ropa que portan los Cristos de las iglesias mexicanas, en muchas ocasiones son prendas elaboradas de terciopelo, brocado o raso, que además, pueden incluir hilo de plata y oro.