San Vicente y las Granadinas

San Vicente y las Granadinas

El volcán La Soufrière –que de cuando en cuando sorprende con alguna sacudida, la última, en 1979– domina no solo el paisaje insular de San Vicente, la principal de las 32 islas de este archipiélago montañoso y vegetal.

También encarna la energía este rincón de las Antillas Menores vecino de Bahamas que saltó a la fama mediática tras servir de plató cinematográfico de Piratas del Caribe (2003). En sus escenas no es difícil reconocer los cayos de Tobago –en especial, el de Petit Tabac–.

Hasta entonces, San Vicente y las Granadinas –SVG, como lo abrevian, en su afición heredada de los británicos por los acrónimos– se mantenían en un discreto segundo plano dentro del panorama turístico anglocaribeño como parte del Caribe semiactivo. Atraen a un tipo de turistas dispuestos no solo a tumbarse al sol, sino también a practicar algo de trekking –la principal actividad es coronar el cráter volcánico– o bucear en la historia antillana. Lo único que ahora empiezan a sonar a gran escala. Las opciones de acceso –en barco o helicóptero– ralentizan un proceso que culminará en 2013, cuando se inaugure un aeropuerto internacional.

Consideradas uno de los últimos reductos de los indios caribes, San Vicente fue avistada por Colón en 1498, mas no estuvo bajo control europeo hasta finales de 1700. Puede que este pasado haya dejado en su historia cierto velo agreste. El hecho es que al interés ecoturístico de emplear dos horas para llegar a lo alto de La Soufrière se incorporan siempre al itinerario otras visitas etológicas distintas a la oferta de sol y playa.

La primera parada se encuentra al abandonar Kingstown, la capital de San Vicente: son las instalaciones de Fort Charlotte, el ingenio militar levantado por los ingleses para defender el asentamiento de los caribes, que aloja un pequeño museo. Suele ser el lugar más visitado por los cruceristas, junto con los Jardines Botánicos (Leeward Highway, a 1,6 kilómetros de Kingstown), considerados los más antiguos del Hemisferio occidental. Fundados en 1765, cubren 81.000 metros cuadrados y sirven de residencia a aves endémicas como la Saint Vincent Parrot. Entre las plantas tropicales, destacan uh árbol del pan traído de Tahití por el capitán W. Bligh a bordo de la Bounty en 1793 y el Elegans Spachea o Árbol de Soufrière. En Sandy Bay todavía se encuentran descendientes de los pobladores caribes originales.

Al norte, los excursionistas suelen recalar en el pueblo pesquero de Barrouallie antes de sumergirse en la selva tropical del Buccament Valley. Y al este, a las afueras de la localidad de Mesopotamia se encuentran unos importantes grabados rupestres indígenas.

Quienes prefieren desplazarse en barco, suelen recurrir a itinerarios como los de Barefoot Yachts (www.barefootyachts.com), que siempre incluyen las cataratas de Baleine Falls, una impresionante caída de agua dulce que es perfecta para darse un baño.

Arena negra, arena blanca

Tras disfrutar de las playas de arena negra de la montañosa San Vicente –sobre todo en las bahías de Villa e India Bay, donde se localizan la mayoría de los resorts–, el contraste con los arenales blanquecinos de las Granadinas produce un gran contraste visual. Hasta aquí llegan miembros de la jet set británica como Mick Jagger o David Bowie huyendo del invierno en la City londinese. En especial, los de Bequia, Mayreau, Mustique, Palm Island y Petit St. Vincent se cotizan como refugio entre los turistas internacionales. Aunque si hubiera que elegir una sola parada representativa, esta sería sin duda los Tobago Cays o cayos.

El quinteto de cayos deshabitados rematan un mar fotogénico como una postal por la que navegar con la mirada. Su forma de herradura culmina la belleza de las Granadinas. Ubicados al este de Mayreauand, su playa perfecta es Jamesby, aunque quienes lo visitan pueden deleitarse con bancales que ni siquiera tienen nombre. El esnórquel en Baradel y el almuerzo en Petit Bauteau figuran dentro del circuito habitual. No hay restaurantes ni servicios; las visitas se realizan a través de Union Island o en barco alquilado.

La isla de los famosos. Bequia, muy cercana a San Vicente, es, con sus cinco mil habitantes y siete kilómetros cuadrados, la segunda opción del conjunto. Su capital, Port Elizabeth, con un puerto donde se practica la pesca con caña y venden curiosas miniaturas, recuerda al Caribe de otros tiempos; parece detenida en el tiempo. Junto con Friendship Bay, reúne la mayor parte de bares y tiendas. El transporte se realiza en bicicleta o a pie. Este es el lugar en el que contratar un crucero como los de Frienship Rose (www.friendshiprose.com) hasta la más cotizada de las Granadinas: Mustique.

Esta auténtica isla de los famosos, de desarrollo y acceso prohibitivo –hasta la princesa Margarita de Inglaterra tiene una parcela– está poblada de villas y mansiones que pertenecen a cual más conocido millonario o celebrity. Sus playas mejor consideradas se localizan en la costa este –Pasture Bay y Macaroni Bay–, rodeadas por acantilados y azotadas por una brisa muy agradable. En Britannia Bay, Basil’s Beach Bar (basilsbar.com), una de las sedes del Mustique Blues Festival, invita a compartir mesa, tomarse un cótel y saborear una vista increíble del mar que –según los caribes– bendice el volcán.

Hoteles: Cuestión de tamaño

A la espera de que se inaugure el aeropuerto internacional de San Vicente en 2013, la oferta hotelera está lista para su despegue. Con un único segmento de oferta de gama alta, el cliente se considera un invitado de atención preferencial.

Así el nuevo resort de cinco estrellas Buccament Bay Resort (buccamentbay.com. Desde 530 €, todo incluido), en San Vicente, contará –una vez en pleno funcionamiento– con instalaciones para acoger hasta cinco veces más visitantes anuales de los que se han recibido hasta ahora nunca en la zona. Con 360 habitaciones, tiene capacidad para absorber más visitantes por sí solo que todos los hoteles de la isla; cuenta con cinco restaurantes, campo de fútbol, centro cultural… hasta la arena de su playa brilla con dos colores: la negra propia de San Vicente más una inmaculada arena blanca, traída de Guayana. Entre la playa y los riscos de la privada Union Island, Petit St. Vincent (www.petitstvincent.com. Doble, 1.022 €, mínimo tres noches) se centra en una fórmula más romántica, con 22 cottages comprometidos con el paisaje y el ecolujo. Young Island (www.youngisland.com. Desde 352 €), al que se accede en el ferry desde San Vicente, recoge una filosofía paralela de descanso adorable, con senderos naturales para recorrer, habitaciones de colores con tejidos naturales y 29 cabañas aisladas, con vistas al mar. En Kingstown, la Grenadine House (www.grenadinehouse.com. Desde 101 €) rompe la dinámica playera con la estampa de una casa colonial única, restaurada de 1765.

En las Granadinas, el Cotton House (www.cottonhouse.net. Desde 628 €) resulta un emblema del lujo hotelero isleño. Este antiguo molino azucarero comprende 17 habitaciones, donde el brindis con champagne observando sus vistas a L’Ansecoy y Endeavor Bay resultan el clásico de Mustique. Con vistas a Friendship Bay, el Bequia Beach Hotel (www.bequiabeach.com. Desde 147 €), se decanta como el mayor resort de Bequia. Cuenta con 35 habitaciones, restaurante, spa y bar. También se puede alquilar una villa en el catálogo de The Mustique Company (www.mustique-island.com), con 74 casas disponibles y tarifas por semana desde 3.750 € (dos o tres habitaciones).

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