Arenas rosas cretenses
Cultura y naturaleza se llevan de fábula en Creta, cuna de la civilización más antigua de Europa, la minoica (2700-1200 antes de Cristo), y lugar de nacimiento de El Greco, de cuya muerte se conmemoran en 2014 los cuatro siglos.
También es esta una tierra de leyendas, como la del laberinto del Minotauro al que Teseo logra vencer, y del que se guardan sus huellas en el palacio de Cnosos. En la quinta isla más grande del Mediterráneo 'con una longitud de 260 kilómetros', el mar convive con las cadenas montañosas, la costa escarpada, las gargantas y las cuevas, y el paisaje de olivos (uno por persona, dicen), adelfas, pinos y cipreses cretenses. Además, playas de ensueño, con aguas de tonos imposibles y arena rosa. El resultado es una calma apacible, sólida como una roca.De las 1.400 islas griegas, Creta es la más poblada con alrededor de 600.000 habitantes que provienen de una fascinante mezcla de culturas que han ido cincelando su historia, desde la bizantina hasta la veneciana pasando por la turca. En Paleochora, en el suroeste, se vive ese pasado y presente mediterráneos. En esta coqueta localidad costera es más fácil ver a familias del lugar cenando en los restaurantes y a mayores tomando el fresco a las puertas de sus casas que a turistas. Con una playa de cantos rodados y otra de arena, bañadas por el mar de Libia, resulta una base de operaciones ideal para realizar dos visitas: la garganta de Samaria y la playa de Elafonisi. Cerca está también la de Krios (unos 9 kilómetros por la costa hacia el oeste), un paraíso en miniatura.
Samaria, la garganta más larga de Europa, está en el corazón de las montañas Blancas (Léfka ??ri), lugar de refugio para la resistencia cretense ante los venecianos, los turcos o, durante la Segunda Guerra Mundial, frente a los nazis. Para llegar a sus puertas, tras la impresionante meseta de Omalos, es mejor ir en autobús desde Paleochora y partir temprano, sobre todo si se va a llegar a ella y realizar el recorrido de unos 15 kilómetros hasta su salida; la trayectoria de descensos y ascensos se puede hacer en unas seis horas. El agua se encuentra con frecuencia en fuentes y, para refrescarse, en los riachuelos. Declarada por la Unesco reserva de la bioesfera, en Samaria habitan las cabras salvajes agrimi 'conocidas popularmente como 'kri-kri'' reinas de la fauna cretense y especie protegida. Al final espera un ferry desde el pueblo, ya en la costa de Agia Roumeli, lleva de vuelta a Paleochora.
La espectacular Elafonisi se halla a 45 kilómetros de ruta hacia el oeste de Paleochora y es un ejemplo de tranquilidad incluso en temporada alta. Este islote, unido al resto de la isla por un arrecife transitable, esconde una playa abrazada por la tierra. Disputa belleza a la afamada Balos, en la península de Gramvousa, a 50 kilómetros de La Canea. Aunque existe la opción de llegar en ferry hasta ella (desde Kissamos), ir en coche obliga a recorrer, desde el aparcamiento, el camino de descenso por un sendero (unos 25 minutos) y toparse con las vistas de la playa, que se va abriendo, y a la que finalmente se accede por las dunas. Ambas comparten el color rosáceo, debido a los corales. Falasarna (otros 50 kilómetros desde La Canea) ofrece aguas más bravas. Mientras tanto, en La Canea, un puerto de fascinante aire veneciano, a 77 kilómetros del punto de partida, en Paleochora, la civilización aguarda. Tan ricamente.
Y ya que vas...
Para saborear: las verduras, el pescado, el queso, las aceitunas, el cordero, los caracoles, el conejo, el aceite de oliva, el yogur, los dulces, el raki y la cerveza fría'
Para mirar: el paisaje, el agua, la arena, las rocas, las cabras, perros y gatos, las águilas, las estrellas.
Para escuchar: el sonido de las cigarras y de la música tradicional cretense.