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Balamcanché

Nota sobre Balamcanché

Balamkanché se encuentra al oeste de la zona arqueológica de Chichén Itzá.

En la ciudad de Mérida, en el estado de Yucatán, se toma la carretera número 180, que lo conducirá al sitio arqueológico.

Balamkanché es una palabra maya que se traduce como “El trono de Balam”, balam significa textualmente “jaguar”, pero aquí se refiere al título que se les daba a los sacerdotes. Para los antiguos mayas las grutas eran lugares de mucha importancia, incluso tuvieron carácter sagrado, pues representaban la entrada al inframundo, lugar en el que residían diversas deidades de su panteón.

Existe una fuerte asociación entre cavernas y deidades del agua y la lluvia, ya que muchas grutas contienen depósitos de agua. En el área maya existe la antigua creencia de que las grutas, como Balamkanché, son el refugio de los dioses de la lluvia.

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La gruta de Balamkanché era conocida por la gente de la región desde hace mucho tiempo y en ella se habían realizado estudios sobre la fauna del lugar desde 1932. José Humberto Gómez era un guía de turistas, que como pasatiempo, exploró la gruta durante diez años, hasta que el día 15 de septiembre de 1959 se percató de que una sección de una de las cámaras parecía no ser natural.

Al examinarla se dio cuenta de que era de mampostería recubierta de estuco y que cubría el acceso a otras cámaras desconocidas que habían permanecido selladas desde tiempos prehispánicos.

La noticia de este hallazgo llegó hasta el arqueólogo Willys Andrews IV quien al visitar la gruta, pudo darse cuenta de que se trataba del descubrimiento arqueológico más relevante de los últimos tiempos, ya que contenía varios grupos de ofrendas, con infinidad de invaluables artefactos, que se encontraban en el mismo lugar en que fueron depositadas cientos de años atrás; estos recintos fueron considerados de tanta importancia para los antiguos mayas, que sellaron su acceso para garantizar que nadie penetrara a ellos.

Hoy sabemos que la gruta fue usada por largo tiempo, debido a que en algunos de sus pasajes, hoy secos, había depósitos de agua y ello fue de gran importancia para los pobladores, ya que ésta es una región en la que el manto freático está a más de 20 metros de profundidad y no era sencillo conseguir el vital líquido.

El análisis de los materiales cerámicos obtenidos indicó que su uso se remonta al período Preclásico Tardío-Clásico Temprano (300 a. C.- 300 d. C.) y es continuo hasta poco antes de la conquista española. Los materiales más abundantes corresponden a los períodos Clásico Terminal y Posclásico Tardío (900-1200 d.C.) lo que indica la época de uso más intenso de la gruta.

En un principio se reverenciaba en la cueva a una de las deidades mayas más importantes Chaac, éste era el dios de la lluvia y el agua, ambos elementos indispensables para un pueblo agricultor.

Durante el Clásico Terminal, cuando el uso de la gruta se intensifica, el culto sufre ciertos cambios debido a la penetración de grupos del centro de México, cuya influencia se extendió a todos los aspectos de la vida de los mayas como el arte, la arquitectura y también la religión; se adoptaron nuevos cultos y prácticas religiosas y es por esto que la gruta de Balamkanché fue dedicada al culto a Tláloc, en un lugar que debió ser un antiguo centro de adoración a Chaac.

Tláloc también era dios de la lluvia y el agua. Se asociaba a Xipe Totec, deidad de la primavera y de la renovación de la vegetación; por ello muchas de las piezas halladas en la gruta tienen representaciones de ambos dioses. El culto a Tláloc era relacionado con utensilios pequeños, como los que se encontraron en grandes cantidades en Balamkanché.

Días de visita: de lunes a domingo
Horario: cada hora de 9:00 a 16:00 horas.
Servicios: custodios.