Balos Creta
Poco tiene que ver con los mitos cretenses y mucho con la guerra de la independencia que los griegos libraron contra el imperio otomano a principios del siglo XIX.
En la península de Gramvoussa la civilización minoica no dejó sus huellas, pero sí lo hicieron los insurgentes de Creta, obligados a vivir como piratas en torno al castillo que el gobierno veneciano construyó dos siglos antes para defender la isla de la amenaza turca que llegaba por el mar. No estamos acostumbrados a escuchar estas historias cuando pensamos en Grecia, llena de mitos y fascinantes leyendas. Pero repasar estos episodios sirven para entretener nuestros pasos mientras recorremos los tres kilómetros que separan la parada donde se ha detenido el autobús, al que nos hemos subido en Kissamos, de nuestro destino final.Apenas hay sombras para resguardarse, pero el anhelo por alcanzar la meta nos hace olvidar cualquier calamidad. Cuando la bahía se empieza a intuir a lo lejos, dan ganas de salir corriendo y saber, por fin, si la playa que buscamos es tan asombrosa como nos han contado. Hemos venido temprano para que nada pueda estropear el momento. El azul intenso de sus aguas brilla ya y la suave arena acaricia nuestros pies. Lo que nos parece, en principio, una laguna, es lo más parecido al Caribe con lo que podríamos soñar en pleno Mediterráneo. Quizás podríamos haber llegado en barco, pero esta sensación de haber peleado por conseguir nuestro objetivo final nos hace sentir bien, felices al contemplar que la Naturaleza sigue preservando lugares como éste, por mucho que unas tumbonas con sus sombrillas nos recuerden que no somos descubridores de ningún tesoro. Afortunadamente, Balos hace tiempo que es patrimonio de todos.
Salvaje y manso
Estamos en el norte de Creta, al noroeste de Falasarna, con una larga playa de arena desde la que se contemplan formidables puestas de sol. Fue allí, tomando un vino en una de sus tabernas, donde alguien nos habló de esa especie de laguna, en el extremo norte de la península de Gramvousa, en la que ahora nos bañamos a la luz del sol. La playa es realmente hermosa, con aguas transparentes bajo las cuales transitan cientos de pececillos que jugamos a atrapar con las manos. 'Bienvenidos al paraíso', nos dicen en el barecito, que, aunque nos gustaría que no existiera, nos da la oportunidad de tomar un refresco.
El camarero extiende su mano y señala hacia el horizonte, que es aquí azul turquesa, para que fijemos nuestra mirada en los dos islotes que destacan sobre las aguas. Uno se llama Agria, que quiere decir salvaje. El otro se llama Imeri, en nuestro idioma manso, que es donde se encuentran los restos del castillo que tantas penurias pasó. En Balos el tiempo parece detenido, aunque los barcos que dejan a sus pasajeros en la arena nos terminan por recordar el paso de las horas. También la luz, que al variar según avanza el día hace cambiar el color de las aguas, más claras o más oscuras. Para admirarlas en todo su esplendor lo mejor es situarse sobre alguno de los acantilados que la rodean. Y hacer, desde lo alto, esa fotografía que nos devolverá a Balos con la imaginación cuando hayamos regresado a casa.
Al calor de un raki
Las ciudades más importantes de Creta se reparten a lo largo de su costa norte, desde Heraklion, la capital, hasta Kissamos, también conocida como Kastelli, desde donde se llega fácilmente a esta playa de ensueño. Es también esta ciudad de donde parten los ferries rumbo a Citera y al Peloponeso, un lugar típicamente griego, en el que hemos probado nuestro primer raki, un licor anisado que ayuda a hacer la digestión y del que dicen que quien lo bebe gozará de una larga vida. Aunque seguramente tenga otros beneficios, brindamos por ello cada vez que alguien nos lo ofrece. Y eso es fácil porque aquí, en Creta, todo el mundo es amable, se interesa por ti y te pregunta para hacerte recomendaciones casi a medida.
Así hemos descubierto Balos, que es azul y es blanca, los dos colores que marcan el paisaje de Creta, que se hace romántico, muy romántico, al llegar, por fin, a Chania, La Canea, cuyos dominios hemos recorrido de principio a fin antes de recalar en ella. Es la ciudad más evocadora de toda la isla, con un barrio veneciano de imposibles callejuellas que desembocan en un magnífico puerto. Hay que estar bien atentos, porque en cualquier rincón, en cualquier lugar, alguien nos hablará de un lugar único y distinto y saldremos a buscarlo. Porque en Creta, eso es seguro, nunca hay que perderse el norte.