Cala Marilou Cerdeña
'Cerdeña está fuera del tiempo y de la historia'.
Puede que al escritor inglés D. H. Lawrence se le olvidara decir que los más hermosos rincones de la isla están, además, fuera de ruta. Porque esa es la verdad. Cuando uno cree que conoce Italia a fondo, de pronto alguien habla del golfo de Orosei, en aguas del mar Tirreno, y todo cambia para siempre. ¿Pero existe? ¿Alguien puede situarlo en el mapa? Es posible que no tenga la fama de otras ciudades repletas de historia ni de regiones donde el vino y la gastronomía seducen a viajeros desde hace siglos. Pero este golfo, situado en el tramo central de la costa oriental de Cerdeña, tiene playas y tiene calas que parecen pintadas con acuarelas por la mano de un niño. El azul es intenso, el verde del color de las esmeraldas, la arena de oro puro. Y apenas hay gente que rompa la dulce sensación que conlleva la creencia absoluta de haber descubierto algo nuevo. Situado en la provincia de Nuoro, este pasa por ser uno de los parajes más salvajes de Cerdeña, una concatenación de reductos vírgenes a los que resulta imposible llegar por carretera. A Mariolu, esa gran desconocida, que hay que presentar en voz baja para que no llegue a ser nunca destino de masas, solo se puede acceder por mar. Y, al hacerlo, casi dan ganas de suplicar que la lancha que nos acerca a la orilla no haga ruido, que reine el silencio por siempre jamás para no alterar así ni el paisaje ni la brisa marina con un murmullo de más.Un estallido de colores
En realidad, a Cala Mariolu podría llegarse a pie. Pero, para ello, habría que caminar bastante y dedicar muchas horas y esfuerzos para sortear grandes rocas erosionadas por el mar y el viento. Hay quien cree que las mejores playas son aquellas a las que la madre naturaleza ha puesto trabas geográficas para dificultar la presencia de los seres humanos. Tal vez sea así. Porque cuando el barco comienza a acercarse a nuestra meta final parece imposible no chocar contra las enormes piedras blancas que preceden el pulcro arenal, en el que centellean a la luz del sol miles, millones, de piedrecitas de color rosa. Situada en la localidad de Punta Ispuligi, en el municipio de Baunei, esta preciosa cala se asoma al golfo con una cierta timidez. Su nombre es el mismo por el que los pescadores locales llamaban a un misterioso personaje que, según ellos, se dedicaba a robarles la mercancía. Pero ese ladrón no existía, las responsables de los hurtos eran las focas monje, que durante muchísimo tiempo utilizaron la costa de Cerdeña como refugio, aunque en la actualidad su presencia es más bien escasa, ya que se encuentran en peligro de extinción.
Lo que sí abundan aquí son los peces, que bajo las aguas transparentes agradecen siempre un poco de pan y cariño por parte de los bañistas. Al ser poco profundas, la práctica del esnórquel es una actividad habitual, perfecta para entretener a los más pequeños, quienes también se divierten lanzándose de cabeza al agua desde las todopoderosas rocas.
Grutas y paredes verticales
Si no tenemos la suerte de contar con una embarcación privada para llegar hasta Cala Mariolu, habrá que subirse a uno de los barcos que salen de los puertos de Arbatax, Santa María Navarrese o Cala Ganone, que quizás alguien recuerde por ser el escenario de algunas de las escenas de la película que Guy Ritchie hizo a medida de su por aquel entonces mujer, Madonna, y que llevaba por título Barridos por la marea. El barco en cuestión va haciendo paradas en las diferentes calas del golfo, pero no siempre sigue el mismo recorrido, por lo que hay que estar atentos. Con este mismo medio de transporte acuático podemos llegar a la maravillosa y enigmática Grotta del Fico, muy cerca de Cala Mariolu, una visita indispensable, sobre todo, para los aficionados a la espeleología. Durante un tiempo ambos lugares formaron parte de un parque nacional, hoy desaparecido, que pretendía proteger esta parte del golfo de Orosei, con más de 40 kilómetros de costa, dibujada por bastiones de caliza recubiertos de bosques seculares que conforman una rica y variada macchia mediterránea. Una zona que resultó durante siglos inaccesible por tierra, donde se suceden estas características calas de arena, como la de Mariolu, rodeadas de altísimas paredes verticales, en el fondo de profundas gargantas.
Arco de piedra
'Cerdeña es misteriosa', dicen con asiduidad los habitantes de la isla. Y puede que tengan razón. Después de pasar varias horas tumbados al sol en Cala Mariolu, sobre su arena blanca, uno siempre siente la curiosidad de saber cómo serán las calas a un lado y otro de este golfo salvaje, situado a 140 kilómetros exactos de Cagliari por la carretera de la costa. Merece la pena guardar algo de tiempo para recorrerlas y asombrarse al descubrir paisajes casi gemelos en la cercana Cala Luna, más grande, más frecuente su presencia en las guías de viaje y, por tanto, siempre con más turistas. En ella se encuentra la famosa Gruta del Buen Marino, como las fauces de un león que en vez de dientes tuviera estalactitas y estalagmitas. Completan el circuito Cala Sisine y Cala Biriola, con un frondoso bosque a sus espaldas y un arco de piedra natural que emerge desafiante en el mar.