Kaputas Kas
Cuesta creer que aquí mismo, a orillas del Mar Egeo, naciera hace ya mucho, mucho tiempo, San Nicolás, más conocido en la cultura occidental como Santa Claus.
El suroeste de Turquía guarda sorpresas como ésta, que te llevan a descubrir, de pronto, que ese bonachón de barba blanca y traje rojo que deja regalos en la chimenea a los niños por Navidad no viene de Laponia sino de Petara, donde se extiende la playa más larga del país, de 18 kilómetros. Nada que ver este idílico enclave con el frío polar que siempre imaginamos en torno a la casa de Papá Noel, cuya imagen está asociada en esta zona a un obispo de origen griego que vivió en el siglo IV en la antigua Anatolia, donde ahora nos encontramos.Hemos hecho un alto en el camino solo para conocer este mítico lugar porque, aunque su playa resulta de verdad espectacular, alguien nos ha hablado de otra más pequeña, de apenas 165 metros, situada entre las ciudades de Kas y Kalkan, al final de un estrecho valle que culmina en abruptos acantilados, con bosques que llegan hasta la orilla del mar. Nuestro destino final es Kaputas, a sólo 40 kilómetros, una de las paradas favoritas de los cruceros que recorren esta Costa Turquesa, que huele a pino, a higos frescos y a jazmín. Llegaremos a ella en coche, aunque seguramente lo mejor hubiera sido subir a alguna de las goletas que la recorren, con cubiertas de madera añeja que se escucha crujir incluso en la distancia. Cualquier detalle, por insignificante que sea, en esta Turquía lejana nos parece romántico.
En el desfiladero
Hay que acercarse mucho al mar para comprobar que la grava que acompaña nuestros primeros pasos en Kaputas desaparece por completo para dejar al descubierto una gozosa arena dorada que, en cuanto brilla el sol, parece incendiarse al borde mismo del agua, transparente y verde, muy verde. Pero caminar por ella y mojar los pies en el mar no ha sido algo tan fácil como pudiera parecer. Para llegar hasta la playa resulta obligado superar primero una escalera construida en hormigón entre las mismas rocas, que comienza justo donde termina la carretera. Hay que bajar los peldaños con cuidado, porque algo de peso tendremos que llevar: el lugar que estamos a punto de conocer es virgen, sin construcciones a la vista ni cualquier otro tipo de instalación turística, así que no podremos encontrar ningún bar donde comprar un refresco. Kaputas es uno de esos sitios que apetece descubrir a solas y, aunque parezca increíble, puede suceder. Su playa es una de las más famosas de Turquía, pero, a pesar de sus más que discretas dimensiones, no es frecuente que esté llena. El impresionante desfiladero que la enmarca, con la montaña siempre como poderoso telón de fondo, conforma el distintivo natural perfecto para diferenciarla del resto de calas que se suceden en este tramo del litoral, que por su apariencia salvaje nos recuerda tanto a Menorca, a Formentera' a algún lugar de las islas Baleares. Un paisaje intacto del que, por unos momentos, creemos formar parte.
Bajo las aguas
La riviera turca que se abre en torno a Kaputas es tan atractiva tanto por lo que muestra como por lo que esconde. Pero antes de lanzarnos a las profundidades conviene recordar dónde estamos. La playa de Kaputas está prácticamente al lado de la localidad de Kas, que quiere decir algo así como ceja o algo curvado, que es exactamente la forma que describe la ciudad sobre el mar, al amparo de precipicios que alcanzan los 500 metros de altitud. Sus empinadísimas calles acogen tiendas que ofrecen, tentadoras, joyas, alfombras, antigüedades' Desde los cafés del puerto no resulta difícil volar hacia atrás con la imaginación y pensar cómo sería esta costa que hoy nos parece tan pacífica cuando no eran barcos de recreo los que la surcaban sino galeones piratas. Estamos en pleno corazón de lo que en su día fue Licia, la última región en ser incorporada, en sus tiempos, al Imperio Romano. Y, más concretamente, en el lugar exacto donde estuvo Habessos, y también Antiphellos, uno de los primeros balnearios de la antigüedad. Los sarcófagos de piedra y las tumbas talladas en las rocas son parte de su pasado. Pero esto es lo que, a simple vista, se ve. La pregunta está en el aire: ¿qué habrá oculto bajo el mar?
Aviones y barcos
Quizás por la necesidad de obtener respuestas es por lo que abundan, tanto en Kas como en la cercana Kalkan, a sólo veinte kilómetros, centros de submarinismo para que los más aventureros descubran un mundo único y diferente bajo las aguas. Hay doncellas, barracudas, meros, corales, morenas, peces-lagarto, estrellas de mar' y ánforas medio enterradas que no quieren ser rescatadas. A 57 metros de profundidad descansa aún alguien más: un avión bombardero de la Segunda Guerra Mundial. Para ver sus restos hay que poner rumbo a la pequeña isla griega de Kastelorizo, escenario de la película Mediterráneo, a sólo tres millas náuticas de Kas. También en estos mares fue encontrado el pecio del Uluburun, un buque mercante de la Edad del Bronce tardía, descubierto en 1982 por un pescador de esponjas. Estaba construido con tablas de madera de cedro y portaba un cargamento ingente de lingotes de cobre y estaño, cálices de oro, vasos de marfil y joyas. Entre ellas, un escarabeo con el nombre de Nefertiti. Sí, Nefertiti. Imposible un lugar mejor que éste para evocar su belleza. Sobre la arena de Kaputas, la reina egipcia hubiera sido feliz.