Playas españolas para perderse
Las hay escondidas y casi secretas, algunas con kilómetros de arena para caminar descalzos, y otras que invitan a la contemplación entre rocas y acantilados.
Disfrutar del atardecer y de la soledad en una playa en pleno verano no es misión imposible. Estos son algunos regalos de la Naturaleza esparcidos por nuestro litoral: lugares para perderse y encontrarse a uno mismo. No se los cuenten a nadie.Con más de 7.800 kilómetros de costa, España es el destino perfecto para disfrutar del verano. Con tanto sitio disponible no es de extrañar que aún queden lugares casi intactos, auténticos oasis junto a los núcleos más turísticos. Uno de ellos es el Parque Natural de las Dunas de Corrubedo, en A Coruña, con una duna móvil que pasa por ser la más grande de Galicia. Los bañistas tienen a su disposición cuatro kilómetros de playas (A Ladeira, de arena fina y aguas no demasiado bravas; O Vilar, para surfear; Anguieiro, la blanca Lagoa y Río do Mar) y estupendos restaurantes cercanos, como Benboa (benboa.com), para saborear el mejor marisco. Si continuamos nuestro viaje rumbo a Asturias, tendremos que buscar en el mapa la Playa del Silencio. Que nadie espere hamacas ni chiringuitos: aquí se viene a contemplar el paisaje. Para encontrarla hay que situarse primero en Castañeras, a 16 kilómetros de Cudillero (nos gusta la Casona de la Paca, www.casonadelapaca.com, para dormir). Un camino de tierra, con vistas al mar, y unas escaleras nos conducirán hasta esta playa virgen, protegida por altos acantilados, con cantos rodados y pequeños islotes que aplacan la fuerza del Cantábrico. Es el escenario perfecto para una película, como lo es también la Playa de Covachos, en Santa Cruz de Bezana, en Cantabria. Su entorno es idílico, con un arroyo que se precipita en cascada por el acantilado que la bordea, y una isla, conectada a tierra firme durante la bajamar, con una gruta de afiladas paredes. Para que la comunión sea total con la Naturaleza, una buena dirección es el hotel El Jardín (www.alojamientoeljardin.com).
Acantilados del País Vasco
Los acantilados que recorren la costa del País Vasco, entre Mutriku y Zumaia, llevan escritos en su piel información sobre los cambios geológicos de nuestro planeta. La formación rocosa conocida como flysch es un libro abierto que nos permite descubrir la historia secreta de la Tierra. Así ocurre en la Playa de Sakoneta, en Itziar, toda de piedra. Su acceso es bastante complicado: hay que ir en dirección al camping, girar un poco antes a la derecha en un cruce y descender por una carretera hasta una puerta metálica donde podremos aparcar el coche. A ella solo se puede llegar con la marea baja, tras un paseo de veinte minutos. ¡No hay que olvidar la cámara de fotos! Su rasa mareal es realmente impactante. Para comer, la carta del Urgain (www.urgain.net) nos da a elegir entre bogavante o langosta. Son, sin embargo, los mejillones de roca los más solicitados en el restaurante La Gola, (www.hostallagola.com), el preferido de quienes se deciden a conocer la playa de La Gola del Ter, en Torroella de Montgrí (Girona), salvaje, con un pequeño frente dunar, que surge tras recorrer, a pie o en bicicleta, una pista de tierra. Caños y juncos jalonan la desembocadura en el Mediterráneo del río, que forma lagunas en la propia arena, fina y dorada, de la playa, frente a las illes Medes.
Sorpresas en el Levante
Puede parecer imposible, pero sí, existen playas aún por descubrir en las zonas más turísticas del levante español. Para llegar a La Renegá, en Oropesa del Mar (Castellón), hay que buscar un camino que comienza a espaldas de la playa de La Concha y seguir, a pie o en bici, la Vía Verde del Mar, que se abre a través del antiguo trazado del tren. Acogedora y tranquila, está compuesta por diferentes calas de arena y rocas. La vuelta se puede realizar monte a través, por un sendero que brinda unas vistas fantásticas sobre el Mediterráneo y sus cortados, en los que se refugia una colonia de cormoranes. Otras vistas no menos impactantes son las que se consiguen desde la azotea de La Casa Encesa (t'964 31 37 26), en el poble antic, un restaurante con encanto. Tan especial como La Renegá es La Granadella, en Xàbia (Alicante), una cala natural que aparece de pronto, tras recorrer una carretera que nace justo en el camino que conduce al cabo de la Nao. En la parte derecha de la playita hay unas escaleras de madera, que son el comienzo de una senda que termina en la arena. Solo un consejo: madrugar. También hay que estar atento para coger mesa en el restaurante Sur ('www.restaurantesur.com), frente a la playa. Los arroces de La Tana (www.la-tana.com), en el cabo de Palos, harán las delicias de quienes se acerquen hasta la Cala de Las Mulas, en el Parque Regional de Calblanque (Murcia). Los montañeros están de suerte, ya que el GR-92 pasa justo por aquí. Aunque también se puede acceder a ella desde Los Belones, donde habrá que buscar el aljibe de Cabezo de la Fuente, desde el que parte un sendero que hay que seguir durante 45 minutos hasta alcanzar la cala, de aguas cristalinas y arena dorada.
Antes de que Spielberg eligiera la playa del Mónsul para que paseara por ella Indiana Jones, otro genio del cine visitó la costa de Almería. Orson Welles fue el protagonista de La isla del tesoro, cuyo escenario no era otro que la Playa del Sombrerico, en Mojácar. Apartada de cualquier núcleo urbano, recibe su nombre de la peculiar forma de un pequeño islote situado frente a ella. Para contemplar sus aguas especialmente tranquilas hay que seguir la pista de tierra que nace junto a la playa del castillo de Macenas. El nivel de ocupación es bajo, a pesar de que tiene su propio chiringuito, para tomar algo entre baño y baño. Andalucía siempre ofrece lugares privilegiados, como el Paraje Natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo, en Nerja (Málaga), con pequeñas calas que se abren entre los cortados. Es el caso de las Calas del Pino, a las que se accede por una senda que parte de la tercera de las curvas abandonadas de la antigua N-340. El camino desciende empinado hasta la playa, encajada entre montañas en un accidentado paisaje de pinos y chumberas. Para dormir, elegimos el Parador de Nerja (www.parador.es), sobre un acantilado. Otra joya natural es la Playa del Cañuelo, en el Parque Natural del Estrecho (Cádiz). Para poder admirarla es necesario realizar una ruta a pie entre Bolonia y Camarinal por un sendero que se adentra en un bosque de pinos y ofrece vistas al mar durante dos kilómetros. Otra opción consiste en ir andando desde la playa de los Alemanes hasta el faro de Punta Camarinal, y de aquí a la playa (un kilómetro más). De arena dorada, aguas cristalinas y agreste vegetación, es similar a las playas vecinas, con una diferencia: su calma. La misma que se respira en el hotel Sacristía (www.lasacristia.net), en una casa del siglo XVII en Tarifa.
Rincones secretos de las islas
Abandonamos la España peninsular para dar el salto a las islas. El litoral de Migjorn Gran es el más fascinante de Menorca, con acantilados altísimos entre los que aparecen playitas aisladas y vírgenes. Una de ellas es Cala Escorxada, de arena blanca, rodeada por un bosque de pinos. Para disfrutarla hay que dirigirse a Cala Mitjana, de la que parte una pista que, después de 40 minutos de caminata, nos llevará hasta Cala Trebulúger. A partir de aquí quedan 40 minutos más hasta alcanzar Cala Fustam, desde donde habrá que andar otros diez más. Para descansar, una buena opción es Finca Atalis (www.fincaatalis.com), en pleno campo. Sin salir del archipiélago balear, Es Portitxol, en Ibiza, es bien conocida por los pescadores de las casetas varadero que se levantan en ella. La tranquilidad es total en esta pequeñísima playa, comunicada con el mundo real por un sendero 'hay que dejar el coche en la urbanización Isla Blanca' que tarda en recorrerse veinte minutos. Protegida por pinos, es perfecta para un picnic. Aunque siempre se puede reservar mesa en La Masía d'en Sort (www.lamasiaibiza.com), restaurante de cocina creativa.
Las islas Canarias nos esperan con rincones fantásticos, como El Cofete, una recóndita playa de la península de Jandía, en Fuerteventura, que merece la pena descubrir solo por contemplar el color melocotón de su finísima arena, que nos regala la vista, y los pies si caminamos descalzos, durante más de doce kilómetros. Lo mejor para llegar hasta aquí es subirse a un todoterreno en el Puerto Morro del Jable y seguir el camino a través de pistas de tierra que serpentean por el Parque Natural. Tan especial como ella es el romántico VIK Suite Hotel Risco del Gato (www.vikhotels.com).
Ya solo nos queda una última recomendación: la playa Bajo el Risco, en Lanzarote, la más escondida de la isla, a la que se accede en barco. También se puede uno acercar a ella a pie siguiendo el camino de Los Gracioseros, con fuerte pendiente y mucha piedra, que comienza a la salida del pueblo de Yé. Tendrán que pasar 45 minutos hasta poder pisar la playa, protegida por el acantilado de Famara. A la vuelta, siempre habrá tiempo para comer en El Volcán de la Corona (tlf. 928 52 65 16). La naturaleza aún regala lugares especiales para perderse.