Riviera Maya los buenos hábitos
{{LA RIVIERA MAYA HA EMPEZADO A CONTAGIAR SUS BUENOS
HÁBITOS, AL TIEMPO QUE LUCHA CON MAYOR O MENOR
ÉXITO POR NO DEJARSE CONTAGIAR DE LOS MALOS
EL BALANCE ACTUAL DEL CARIBE MEXICANO: UNA OFERTA
ECLÉCTICA, CON INCLINACIÓN HACIA LO BIEN HECHO.}}
Los aviones que llegan a Cancún desde destinos al norte o al poniente aprovechan la vuelta que deben dar para alinearse con la pista del aeropuerto, para mostrar a los turistas el tono azul claro del mar Caribe y la arena blanca de sus playas. Y aunque quien vaya del lado de la ventanilla no sea ni siquiera un conocido, se vale repagarse un poquito para ver los colores.
Una voz criticona aparecía en mi mente y preguntaba: "¿Será necesaria esta vuelta?, ¿cuánta turbosina se gastará?, ¿cómo afectará al calentamiento global?". No son precisamente preguntas para unos días de descanso, pero me habían dicho que la Riviera Maya, destino que comparte todavía aeropuerto con Cancún, quiere comprometerse con su entorno, y mi formación como periodista me llevaba al escepticismo: Cancún apareció en el mapa en 1974 y, por la novedad del éxito, se hizo caso omiso de varios requerimientos ecológicos que han cobrado factura cuando se acerca algún huracán. ¿Cómo le haría la Riviera Maya para no cometer los mismos errores y además provocar un cambio en sus vecinos cancunenses La respuesta la aprendí yo solo, en tres amaneceres.
PRIMER AMANECER. ENTRE TURISTAS
El lobby de cualquier hotel de la Riviera Maya tiene una dé sus horas pico en la madrugada, justo en la llamada "hora azul", cuando la noche poco a poco se destiñe y una luz tenue llega desde las olas ligeras del Caribe. Casi todos los huéspedes son europeos y a esa hora se nota menos la piel irritada y las ojeras de una noche bien aprovechada. Cada grupo se mueve por el lobby, o espera con paciencia en un sillón. A pesar del esfuerzo que representa abandonar la cama y el aire acondicionado, no hay malas caras ni pasos arrastrados: si hay algo que se hace bien en la Riviera Maya son los paseos ecológicos. La expectativa de nadar en ríos subterráneos o adentrarse en la selva funciona muy bien como despertador. Y es que desde que los mayas llegaron a la península hace cerca de dos mil años, la hora del amanecer ha tenido algo de sagrado —no por nada los templos de Tulum miran al lugar por donde sale el sol—. Además, en la costa continental caribeña no hay atardeceres del lado del mar, por estar situada al Oriente. Dicho de otro modo, no "es un crimen dormirse hasta pasado 'él mediodía, pero todas las actividades comienzan entre seis y ocho de la mañana, cuando diferentes empresas de tours recogen a sus desmañanados dientes. Ellos, impacientes ya bajo los primeros rayos del sol, no cuestionan el horario porque saben que no lo dicta más que la naturaleza.
EL TIBURÓN BALLENA
El turismo como lo conocemos nació en el siglo XIX, producía dé la Revolución Industrial. En un principio sólo se le consideró como una industria más, lo que provocó que se tomaran algunas malas decisiones. En varias partes del mundo se pueden encontrar ejemplos aún en funcionamiento de lo que una mala planeación turística puede provocar en su entorno —por ejemplo, el problema del drenaje en Acapulco, un sistema sanitario de 40 años sin mantenimiento que lo tiene en una situación delicada; a los Todo Incluido españoles que están acabando con Mallorca (en 2008 el empleo en la isla se redujo 18%)— y que ahora aparecen en casi todos los destinos importantes del Mar Caribe. El modo de operar de estos hoteles es casi siempre el mismo: ubican un centro turístico con potencial y llegan rompiendo leyes ecológicas locales para construir enormes edificios. Su tamaño y el plan Todo Incluido no permite un contacto mayor entre los turistas y la comunidad, que no recibe nada de los recursos de los visitantes. Cuando el destino comienza a tener problemas económicos, los hoteles rematan sus edificios y se van al siguiente punto. Siendo muy generosos con el eufemismo, son un mal necesario.
Porque podrían ser un buen aliado si respetasen leyes básicas a favor de la ecología. Desde la segunda mitad del siglo pasado han surgido ideas mucho más armónicas con la naturaleza, que ayudan no sólo a conservar el entorno, sino que comprometen al viajero con el lugar que visita.
La marca Riviera Maya, que incluye desde Puerto Morelos hasta Punta Allen, apareció en 1999 casi al mismo tiempo que la Ley General de Vida Silvestre. Ésta impide destruir los manglares de la región —existen hoteles que incorporan los manglares a su arquitectura, como el Mayakoba o Tres Ríos—. Asimismo, el gobierno de Quintana Roo ha establecido en esta zona como límite tres pisos de construcción, una medida preventiva ante los cada vez más intensos huracanes. Esto lo sabe cualquier guía turístico y el mío me lo cuenta con una mezcla de resignación y orgullo.
Tomamos la autopista 307, atravesamos Cancún de sur a norte y llegamos a Puerto Juárez, donde de junio a septiembre las mañanas son más ajetreadas. La hora, siete y media: el tiburón ballena gusta de almorzar al mediodía y su comedor nunca está en el mismo lugar, por lo que hay que pasar un rato sondeando la parte nororiente de la península de Yucatán para encontrarlo.
En aquel muelle del que también zarpan los ferries a Isla Mujeres se juntan diversos proveedores que ofrecen el nado junto a los peces más grandes del mundo, esnorqueleo en la isla —se pueden observar mantarrayas y hermosos arrecifes de coral—, así como visitas a un criadero de tortugas. Sin embargo, la competencia ha provocado que ofrezcan no sólo garantías atractivas (en el remoto caso de que el capitán no encuentre al tiburón, el cliente puede volver en cualquier momento, gratis), sino alianzas con instituciones ecológicas para proteger al escualo.
Los grupos en cada bote son de menos de 15 personas, que antes de zarpar ya han tomado una clase rápida sobre el tiburón ballena y quizá también una dosis preventiva de Dramamine. El bote sale al mar, el sol asciende rápido por el cielo y comienza a afectar la paciencia del grupo. El ronroneo del motor, el calor y la barca meciéndose pueden tener efectos diferentes: hay quienes se duermen; otros se desesperan y los menos afortunados comienzan con mareos.
En el trayecto en medio del mar azul (ya no tan turquesa) llegamos a ver delfines saltarines, siempre en grupos. Es reconfortante verlos entre las olas que hace nuestro bote, en primera porque no hay un instructor cerca premiándolos con pedazos de pescado: no, aquí el delfín salta porque quiere. Yen segunda, porque los delfines también buscan comida, lo que significa que el tiburón ballena no debe andar lejos.
Después de una broma que el capitán seguramente ha escuchado más de una vez ("¿Ya llegamos a Cuba?"), vemos los primeros ejemplares. La cantidad depende de la suerte del grupo. Esta vez el cardumen es de alrededor de cien tiburones ballena. El capitán apaga el motor y todos nos preparamos. Aletas, esnórquel y una cosquillita en la espalda.
Siempre con supervisión, el nado junto a ellos es una experiencia inolvidable: la tranquilidad del animal no corresponde a su tamaño, y su condición de pez y no de mamífero, como las ballenas del Pacífico, le confiere mucho más misterio.
Después de que a cada miembro le tocó nadar dos o tres veces junto a un tiburón, fuimos a almorzar y nos dirigimos a Isla Mujeres. Regresamos a Puerto Juárez antes de las cuatro de la tarde, para descansar y aprovechar la noche.
Fue ese paseo que comenzó en la madrugada el primero en el que descubrí un verdadero compromiso con la naturaleza: además de molestar en lo mínimo al tiburón, las cuotas pagan su protección y estudio. Y estoy seguro de que mis compañeros de bote sintieron lo mismo.
SEGUNDO AMANECER. ENTRE LA GENTE
Una noche en vela en la Riviera Maya no supone un esfuerzo particular: la vida nocturna mejora año con año. En Playa del Carmen hay opciones de todo tipoy gente de casi todas las nacionalidades.
Por si fuera poco, a partir de octubre la Riviera Maya se llena de festivales: el Underground Film Festival, el Festival de Tradiciones de Vida y Muerte en Xcaret, el Festival Internacional de Cine de Cancún y Riviera Maya y, el más popular de todos, el Festival de Jazz de la Riviera Maya: en Mamitas, la playa más popular de Playa del Carmen, se instala un escenario donde tocan músicos como Iraida Moriega, Earl Klugh, David Sanborn, Billy Cobham y Fourplay. También se dan los inevitables "palomazos" y la música sigue en los bares más populares de Playa.
Pero la noche envela en cuestión es distinta. Sólo ocurre una vez al año y la enorme diferencia es que sus protagonistas son gente local.
LAS COMUNIDADES
Aunque el sector turístico del mundo no haya terminado de ponerse de acuerdo sobre una definición precisa del ecoturismo, todos los que han aventurado una serie de requisitos incluyen el respeto hacia las comunidades que habitan en la zona.
Pac-Chen, una comunidad fundada en los años sesenta al poniente de Playa de Carmen por familias recolectoras de chicle, firmó un acuerdo en 1999 con la empresa eco turística Alltournative, para aprovechar el flujo en aumento de turistas y las maravillas naturales que había en sus terrenos. Alltournative tuvo acceso a una laguna siempre verde, a un terreno propicio para caminatas y a dos cenotes; a uno de ellos le instaló una tirolesa y al otro equipo para rappel. La empresa se encargó de la mercadotecnia y en menos de un lustro había ganado premios internacionales.
Con oficinas en Playa del Carmen, Alltournative es el mayor y más famoso ejemplo de una empresa que trabaja con comunidades. A Pac-Chen le siguieron tres poblados más. Además de la renta de sus tierras, la empresa emplea a los miembros de la comunidad, lo cual ayuda a disminuir la emigración, rescata sus vestimentas y cultura —al final de cada recorrido se sirve una comida maya típica— y promueve la conservación del entorno. En 2007, por ejemplo, don Cleofas Poot descubrió en su parcela cerca de Playa del Carmen una cueva que resultó ser un largo río subterráneo. Se asoció también con Alltournative, que lo vende como su más reciente paseo, donde se ofrecen recorridos de hasta hora y media.
Sin embargo, asociaciones civiles como Kanché, de Cancún, se comprometen aun más profundamente no sólo para organizar tours sino para capacitar a las comunidades en el manejo sustentable de sus recursos: tienen cabañas en renta, hacen artesanías con materiales naturales y ofrecen conciertos con instrumentos basados en los que usaban los antiguos mayas —flautas y silbatos de barro, tambores de madera o tunkules, sonajas y cascabeles.
Con esa ecuación —inversión de la empresa + personal nativo— el dinero se reparte entre más manos. Además, los visitantes tienen un acercamiento más tangible a la cultura maya.
MUCHO ANTES QUE NOSOTROS
Además de las playas, las principales atracciones del Caribe mexicano son sus sitios arqueológicos. Cancún tiene dos dentro de la zona hotelera: El Rey y El Meco, además de estar muy cerca de Chichén Itzá. La Riviera Maya por su parte cuenta con paseos a Ek Balam, Coba y Tulum. Los dos primeros no son muy conocidos, pero cuentan con pirámides impresionantes. Un acierto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que resguarda las zonas, fue fomentar el uso de bicicletas en Coba. Con ellas, la zona se recorre en menos tiempo y la experiencia es mucho más divertida.
La convivencia del turista con las comunidades puede comenzar aquí. Siempre es mejor solicitar la asistencia de un guía nativo. Cuando el guía está unido a la tierra que los turistas visitan, el recorrido se llena de vida. "Mis abuelos construyeron Coba", "Mi apellido es de una casta de guerreros de Ek'Balam". Alltournative, al igual que Xel ha y Xcaret, tiene acuerdos exclusivamente con los lugareños, además de que ellos siempre rondan en las afueras de los sitios. A mí me pasó algo curioso con uno de ellos, de nombre Matías.
En tiempos prehispánicos, mayas de toda la península llegaban a Xcaret, en esos tiempos llamada Polé, para ayunar y purificarse en sus aguas. Salían al amanecer en unas barcas largas, hechas de árboles de la selva. El destino era Cozumel, donde realizaban una ofrenda a Ixchel, diosa de la tierra, la fertilidad, el amor carnal y las aguas marinas. Ella a cambio de la ofrenda daba un mensaje a los barqueros, que a su vez transmitían a los suyos en sus pueblos.
La Travesía Sagrada Maya que se realiza actualmente es una recreación de aquel cruce, basada en códices, crónicas españolas e historia oral recabada por el INAH. Participan Xcaret, la Riviera Maya y Cozumel, se hace en pequeñas barcas de seis personas y dura una noche entera. Tiene lugar entre mayo y junio y se acompaña de rituales, danzas y música que los mayas ofrecen a Ixchel. El espectáculo final, en Chankanaab, Cozumel, es una gran producción en la que Ixchel da un oráculo alusivo al cuidado del medio ambiente.
Resulta obvio adivinar que esta ceremonia se dirige al público extranjero, al igual que el impresionante espectáculo nocturno que se representa regularmente en Xcaret. Pero al igual que éste, tiene grandes aciertos, como el de invitar a gente de pueblos cercanos a cruzar el mar. Con meses de anticipación realizan una campaña buscando remeras y remeros, y cuando se escogen siguen un entrenamiento intenso durante tres meses. Uno de ellos era Matías, el mismo guía que me enseñó Ek Balam. Lo reconocí a las dos de la mañana.
El espectáculo inicia a las 11 de la noche con la presentación de los peregrinos. Todos, público y remeros, debemos esperar en vela al amanecer. Quizá sea la diferencia con cualquier otra noche en la Riviera Maya: no hay sonidos estridentes ni cocteles multicolores. Es más bien una noche colectiva de contemplación.
Mientras esperamos en la caleta de Xcaret, vemos bailes, rezos y la representación de un mercado. Nos dan un puño de semillas de cacao y compramos simbólicamente frutas, plantas y hasta perros. Entre los remeros reconocí a Matías. Me platicó que había entrenado seis meses en un gimnasio. Me lo imaginé en un gym, con pesas, aparatos y música de Rihanna, en contraste con su vestuario maya de esa noche. Me presentó a su familia.
Todos estaban involucrados en el esfuerzo de remar 50 kilómetros. Les deseé toda la suerte. Mientras ellos tardaron medio día en cruzar, nosotros tomamos el ferry a Cozumel.
Ya en la isla, después de una representación entre los remeros e Ixchel, cualquiera puede acercarse a los actores —amateurs de distintas comunidades— y platicar acerca de toda la experiencia. Quien representaba a Ixchel no dejaba de bromear y todos se felicitaban mientras se quitaban el maquillaje. Felicité a Matías y les volví a desear suerte de regreso. Se veían contentos: ya no sólo eran los trabajadores que sostienen el destino, eran actores principales y esa madrugada se merecían todos los aplausos.
TERCER AMANECER. EN LA NADA
Como un centro amigable con el ecoturismo, la Riviera Maya debe ofrecer opciones 100% naturales, aparte de la fiesta de la Quinta Avenida o los festivales masivos.
Pasando Tulum, la autopista 307 se vuelve carretera y el tráfico es menos pesado. Poco después aparece el rincón más sureño de la Riviera Maya, Punta Allen, que no es más que la entrada a la Reserva de la Biosfera Sian Ka'an.
Llegar es fácil desde Playa del Carmen o Cancún, mediante la omnipresente línea ADO. Asimismo, varios centros de visitantes incluyen el transporte desde el arribo al aeropuerto. Compro mi boleto en Playa y tanto la encargada de la taquilla como un par de turistas miran a mi alrededor, como buscándome un acompañante.
"Es más bien para parejas o grupos", me dice uno de los turistas, insinuando que me aburriría en mi soledad. No me dejo incomodar
y sólo alzo los hombros como respuesta.
"Donde nace el cielo" es la traducción de su nombre. Es cuna y hogar de 103 especies de mamíferos y 345 de pájaros. Está lleno de manglares, lagunas y humedales. Después de una hora de viaje, me bajo en Punta Allen. Los pescadores andan trabajando y no hay nadie en el pueblo. Me dirijo al Centro Ecológico Sian Ka'an, el más famoso de la región. El hospedaje es humilde pero limpio, y lo mejor: barato. Es quizá la mayor envidia de Cancún, y hasta de Playa del Carmen, lo cual es un poco irónico pues la mano del hombre casi no interviene en esta gran atracción.
Las horas pasan largas y el sol no tiene prisa en cruzar el cielo. Pero no me dejo hipnotizar por la escasa presencia del hombre y me dedico a las actividades ecológicas que el centro organiza. Un paseo exitoso es el del kayak, ya sea para observar aves, o su modalidad nocturna para exacerbar todos los sentidos en medio de la vegetación. Paso un rato en las playas. Las de Punta Allen son hermosas y tranquilas, con pelícanos y garzas sobrevolando los barcos de los pescadores del pueblo.
Aquí y allá convivo con grupos o parejas de visitantes. No pienso en la escena de la central de autobuses... hasta que llega la noche.
El viento y el sol generan la electricidad del Centro. Se utiliza para las áreas comunes y para comunicarse rápidamente con el mundo, en caso de una emergencia. En mi habitación escojo la hamaca para dormir. Es noche de luna nueva y el cielo se acaba de nublar, por lo que la oscuridad es muy densa.
No alcanzo a ver ni la palma de mi mano. Sólo escucho el ronroneo de la selva, el mar susurrando a lo lejos y mi propia respiración. Mi oído fue el primero en aguzarse, pero pronto percibo a la selva con los demás sentidos. Huelo la sal y las hojas verdes. Siento los hilos gruesos de la hamaca. La brisa me sabe a mar.
Y entonces comprendo. Esta seria una noche perfecta para compartir. Pero no me desanimo, me da gusto haber encontrado un lugar adonde llevar a mi próxima pareja. Me paso la noche despierto para no perderme de la experiencia. Con los primeros rayos del sol, escucho los primeros ruidos humanos. Justo en ese momento me doy cuenta de que participé en una especie de romance esa noche. El amor entre el hombre y la naturaleza, que quedó comprobado en este rincón de la Riviera Maya. Es de esos amores, pensé, que en cuanto se ven se sabe que van a durar muchos años.
HÁBITOS, AL TIEMPO QUE LUCHA CON MAYOR O MENOR
ÉXITO POR NO DEJARSE CONTAGIAR DE LOS MALOS
EL BALANCE ACTUAL DEL CARIBE MEXICANO: UNA OFERTA
ECLÉCTICA, CON INCLINACIÓN HACIA LO BIEN HECHO.}}
Los aviones que llegan a Cancún desde destinos al norte o al poniente aprovechan la vuelta que deben dar para alinearse con la pista del aeropuerto, para mostrar a los turistas el tono azul claro del mar Caribe y la arena blanca de sus playas. Y aunque quien vaya del lado de la ventanilla no sea ni siquiera un conocido, se vale repagarse un poquito para ver los colores.
Una voz criticona aparecía en mi mente y preguntaba: "¿Será necesaria esta vuelta?, ¿cuánta turbosina se gastará?, ¿cómo afectará al calentamiento global?". No son precisamente preguntas para unos días de descanso, pero me habían dicho que la Riviera Maya, destino que comparte todavía aeropuerto con Cancún, quiere comprometerse con su entorno, y mi formación como periodista me llevaba al escepticismo: Cancún apareció en el mapa en 1974 y, por la novedad del éxito, se hizo caso omiso de varios requerimientos ecológicos que han cobrado factura cuando se acerca algún huracán. ¿Cómo le haría la Riviera Maya para no cometer los mismos errores y además provocar un cambio en sus vecinos cancunenses La respuesta la aprendí yo solo, en tres amaneceres.
PRIMER AMANECER. ENTRE TURISTAS
El lobby de cualquier hotel de la Riviera Maya tiene una dé sus horas pico en la madrugada, justo en la llamada "hora azul", cuando la noche poco a poco se destiñe y una luz tenue llega desde las olas ligeras del Caribe. Casi todos los huéspedes son europeos y a esa hora se nota menos la piel irritada y las ojeras de una noche bien aprovechada. Cada grupo se mueve por el lobby, o espera con paciencia en un sillón. A pesar del esfuerzo que representa abandonar la cama y el aire acondicionado, no hay malas caras ni pasos arrastrados: si hay algo que se hace bien en la Riviera Maya son los paseos ecológicos. La expectativa de nadar en ríos subterráneos o adentrarse en la selva funciona muy bien como despertador. Y es que desde que los mayas llegaron a la península hace cerca de dos mil años, la hora del amanecer ha tenido algo de sagrado —no por nada los templos de Tulum miran al lugar por donde sale el sol—. Además, en la costa continental caribeña no hay atardeceres del lado del mar, por estar situada al Oriente. Dicho de otro modo, no "es un crimen dormirse hasta pasado 'él mediodía, pero todas las actividades comienzan entre seis y ocho de la mañana, cuando diferentes empresas de tours recogen a sus desmañanados dientes. Ellos, impacientes ya bajo los primeros rayos del sol, no cuestionan el horario porque saben que no lo dicta más que la naturaleza.
EL TIBURÓN BALLENA
El turismo como lo conocemos nació en el siglo XIX, producía dé la Revolución Industrial. En un principio sólo se le consideró como una industria más, lo que provocó que se tomaran algunas malas decisiones. En varias partes del mundo se pueden encontrar ejemplos aún en funcionamiento de lo que una mala planeación turística puede provocar en su entorno —por ejemplo, el problema del drenaje en Acapulco, un sistema sanitario de 40 años sin mantenimiento que lo tiene en una situación delicada; a los Todo Incluido españoles que están acabando con Mallorca (en 2008 el empleo en la isla se redujo 18%)— y que ahora aparecen en casi todos los destinos importantes del Mar Caribe. El modo de operar de estos hoteles es casi siempre el mismo: ubican un centro turístico con potencial y llegan rompiendo leyes ecológicas locales para construir enormes edificios. Su tamaño y el plan Todo Incluido no permite un contacto mayor entre los turistas y la comunidad, que no recibe nada de los recursos de los visitantes. Cuando el destino comienza a tener problemas económicos, los hoteles rematan sus edificios y se van al siguiente punto. Siendo muy generosos con el eufemismo, son un mal necesario.
Porque podrían ser un buen aliado si respetasen leyes básicas a favor de la ecología. Desde la segunda mitad del siglo pasado han surgido ideas mucho más armónicas con la naturaleza, que ayudan no sólo a conservar el entorno, sino que comprometen al viajero con el lugar que visita.
La marca Riviera Maya, que incluye desde Puerto Morelos hasta Punta Allen, apareció en 1999 casi al mismo tiempo que la Ley General de Vida Silvestre. Ésta impide destruir los manglares de la región —existen hoteles que incorporan los manglares a su arquitectura, como el Mayakoba o Tres Ríos—. Asimismo, el gobierno de Quintana Roo ha establecido en esta zona como límite tres pisos de construcción, una medida preventiva ante los cada vez más intensos huracanes. Esto lo sabe cualquier guía turístico y el mío me lo cuenta con una mezcla de resignación y orgullo.
Tomamos la autopista 307, atravesamos Cancún de sur a norte y llegamos a Puerto Juárez, donde de junio a septiembre las mañanas son más ajetreadas. La hora, siete y media: el tiburón ballena gusta de almorzar al mediodía y su comedor nunca está en el mismo lugar, por lo que hay que pasar un rato sondeando la parte nororiente de la península de Yucatán para encontrarlo.
En aquel muelle del que también zarpan los ferries a Isla Mujeres se juntan diversos proveedores que ofrecen el nado junto a los peces más grandes del mundo, esnorqueleo en la isla —se pueden observar mantarrayas y hermosos arrecifes de coral—, así como visitas a un criadero de tortugas. Sin embargo, la competencia ha provocado que ofrezcan no sólo garantías atractivas (en el remoto caso de que el capitán no encuentre al tiburón, el cliente puede volver en cualquier momento, gratis), sino alianzas con instituciones ecológicas para proteger al escualo.
Los grupos en cada bote son de menos de 15 personas, que antes de zarpar ya han tomado una clase rápida sobre el tiburón ballena y quizá también una dosis preventiva de Dramamine. El bote sale al mar, el sol asciende rápido por el cielo y comienza a afectar la paciencia del grupo. El ronroneo del motor, el calor y la barca meciéndose pueden tener efectos diferentes: hay quienes se duermen; otros se desesperan y los menos afortunados comienzan con mareos.
En el trayecto en medio del mar azul (ya no tan turquesa) llegamos a ver delfines saltarines, siempre en grupos. Es reconfortante verlos entre las olas que hace nuestro bote, en primera porque no hay un instructor cerca premiándolos con pedazos de pescado: no, aquí el delfín salta porque quiere. Yen segunda, porque los delfines también buscan comida, lo que significa que el tiburón ballena no debe andar lejos.
Después de una broma que el capitán seguramente ha escuchado más de una vez ("¿Ya llegamos a Cuba?"), vemos los primeros ejemplares. La cantidad depende de la suerte del grupo. Esta vez el cardumen es de alrededor de cien tiburones ballena. El capitán apaga el motor y todos nos preparamos. Aletas, esnórquel y una cosquillita en la espalda.
Siempre con supervisión, el nado junto a ellos es una experiencia inolvidable: la tranquilidad del animal no corresponde a su tamaño, y su condición de pez y no de mamífero, como las ballenas del Pacífico, le confiere mucho más misterio.
Después de que a cada miembro le tocó nadar dos o tres veces junto a un tiburón, fuimos a almorzar y nos dirigimos a Isla Mujeres. Regresamos a Puerto Juárez antes de las cuatro de la tarde, para descansar y aprovechar la noche.
Fue ese paseo que comenzó en la madrugada el primero en el que descubrí un verdadero compromiso con la naturaleza: además de molestar en lo mínimo al tiburón, las cuotas pagan su protección y estudio. Y estoy seguro de que mis compañeros de bote sintieron lo mismo.
SEGUNDO AMANECER. ENTRE LA GENTE
Una noche en vela en la Riviera Maya no supone un esfuerzo particular: la vida nocturna mejora año con año. En Playa del Carmen hay opciones de todo tipoy gente de casi todas las nacionalidades.
Por si fuera poco, a partir de octubre la Riviera Maya se llena de festivales: el Underground Film Festival, el Festival de Tradiciones de Vida y Muerte en Xcaret, el Festival Internacional de Cine de Cancún y Riviera Maya y, el más popular de todos, el Festival de Jazz de la Riviera Maya: en Mamitas, la playa más popular de Playa del Carmen, se instala un escenario donde tocan músicos como Iraida Moriega, Earl Klugh, David Sanborn, Billy Cobham y Fourplay. También se dan los inevitables "palomazos" y la música sigue en los bares más populares de Playa.
Pero la noche envela en cuestión es distinta. Sólo ocurre una vez al año y la enorme diferencia es que sus protagonistas son gente local.
LAS COMUNIDADES
Aunque el sector turístico del mundo no haya terminado de ponerse de acuerdo sobre una definición precisa del ecoturismo, todos los que han aventurado una serie de requisitos incluyen el respeto hacia las comunidades que habitan en la zona.
Pac-Chen, una comunidad fundada en los años sesenta al poniente de Playa de Carmen por familias recolectoras de chicle, firmó un acuerdo en 1999 con la empresa eco turística Alltournative, para aprovechar el flujo en aumento de turistas y las maravillas naturales que había en sus terrenos. Alltournative tuvo acceso a una laguna siempre verde, a un terreno propicio para caminatas y a dos cenotes; a uno de ellos le instaló una tirolesa y al otro equipo para rappel. La empresa se encargó de la mercadotecnia y en menos de un lustro había ganado premios internacionales.
Con oficinas en Playa del Carmen, Alltournative es el mayor y más famoso ejemplo de una empresa que trabaja con comunidades. A Pac-Chen le siguieron tres poblados más. Además de la renta de sus tierras, la empresa emplea a los miembros de la comunidad, lo cual ayuda a disminuir la emigración, rescata sus vestimentas y cultura —al final de cada recorrido se sirve una comida maya típica— y promueve la conservación del entorno. En 2007, por ejemplo, don Cleofas Poot descubrió en su parcela cerca de Playa del Carmen una cueva que resultó ser un largo río subterráneo. Se asoció también con Alltournative, que lo vende como su más reciente paseo, donde se ofrecen recorridos de hasta hora y media.
Sin embargo, asociaciones civiles como Kanché, de Cancún, se comprometen aun más profundamente no sólo para organizar tours sino para capacitar a las comunidades en el manejo sustentable de sus recursos: tienen cabañas en renta, hacen artesanías con materiales naturales y ofrecen conciertos con instrumentos basados en los que usaban los antiguos mayas —flautas y silbatos de barro, tambores de madera o tunkules, sonajas y cascabeles.
Con esa ecuación —inversión de la empresa + personal nativo— el dinero se reparte entre más manos. Además, los visitantes tienen un acercamiento más tangible a la cultura maya.
MUCHO ANTES QUE NOSOTROS
Además de las playas, las principales atracciones del Caribe mexicano son sus sitios arqueológicos. Cancún tiene dos dentro de la zona hotelera: El Rey y El Meco, además de estar muy cerca de Chichén Itzá. La Riviera Maya por su parte cuenta con paseos a Ek Balam, Coba y Tulum. Los dos primeros no son muy conocidos, pero cuentan con pirámides impresionantes. Un acierto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que resguarda las zonas, fue fomentar el uso de bicicletas en Coba. Con ellas, la zona se recorre en menos tiempo y la experiencia es mucho más divertida.
La convivencia del turista con las comunidades puede comenzar aquí. Siempre es mejor solicitar la asistencia de un guía nativo. Cuando el guía está unido a la tierra que los turistas visitan, el recorrido se llena de vida. "Mis abuelos construyeron Coba", "Mi apellido es de una casta de guerreros de Ek'Balam". Alltournative, al igual que Xel ha y Xcaret, tiene acuerdos exclusivamente con los lugareños, además de que ellos siempre rondan en las afueras de los sitios. A mí me pasó algo curioso con uno de ellos, de nombre Matías.
En tiempos prehispánicos, mayas de toda la península llegaban a Xcaret, en esos tiempos llamada Polé, para ayunar y purificarse en sus aguas. Salían al amanecer en unas barcas largas, hechas de árboles de la selva. El destino era Cozumel, donde realizaban una ofrenda a Ixchel, diosa de la tierra, la fertilidad, el amor carnal y las aguas marinas. Ella a cambio de la ofrenda daba un mensaje a los barqueros, que a su vez transmitían a los suyos en sus pueblos.
La Travesía Sagrada Maya que se realiza actualmente es una recreación de aquel cruce, basada en códices, crónicas españolas e historia oral recabada por el INAH. Participan Xcaret, la Riviera Maya y Cozumel, se hace en pequeñas barcas de seis personas y dura una noche entera. Tiene lugar entre mayo y junio y se acompaña de rituales, danzas y música que los mayas ofrecen a Ixchel. El espectáculo final, en Chankanaab, Cozumel, es una gran producción en la que Ixchel da un oráculo alusivo al cuidado del medio ambiente.
Resulta obvio adivinar que esta ceremonia se dirige al público extranjero, al igual que el impresionante espectáculo nocturno que se representa regularmente en Xcaret. Pero al igual que éste, tiene grandes aciertos, como el de invitar a gente de pueblos cercanos a cruzar el mar. Con meses de anticipación realizan una campaña buscando remeras y remeros, y cuando se escogen siguen un entrenamiento intenso durante tres meses. Uno de ellos era Matías, el mismo guía que me enseñó Ek Balam. Lo reconocí a las dos de la mañana.
El espectáculo inicia a las 11 de la noche con la presentación de los peregrinos. Todos, público y remeros, debemos esperar en vela al amanecer. Quizá sea la diferencia con cualquier otra noche en la Riviera Maya: no hay sonidos estridentes ni cocteles multicolores. Es más bien una noche colectiva de contemplación.
Mientras esperamos en la caleta de Xcaret, vemos bailes, rezos y la representación de un mercado. Nos dan un puño de semillas de cacao y compramos simbólicamente frutas, plantas y hasta perros. Entre los remeros reconocí a Matías. Me platicó que había entrenado seis meses en un gimnasio. Me lo imaginé en un gym, con pesas, aparatos y música de Rihanna, en contraste con su vestuario maya de esa noche. Me presentó a su familia.
Todos estaban involucrados en el esfuerzo de remar 50 kilómetros. Les deseé toda la suerte. Mientras ellos tardaron medio día en cruzar, nosotros tomamos el ferry a Cozumel.
Ya en la isla, después de una representación entre los remeros e Ixchel, cualquiera puede acercarse a los actores —amateurs de distintas comunidades— y platicar acerca de toda la experiencia. Quien representaba a Ixchel no dejaba de bromear y todos se felicitaban mientras se quitaban el maquillaje. Felicité a Matías y les volví a desear suerte de regreso. Se veían contentos: ya no sólo eran los trabajadores que sostienen el destino, eran actores principales y esa madrugada se merecían todos los aplausos.
TERCER AMANECER. EN LA NADA
Como un centro amigable con el ecoturismo, la Riviera Maya debe ofrecer opciones 100% naturales, aparte de la fiesta de la Quinta Avenida o los festivales masivos.
Pasando Tulum, la autopista 307 se vuelve carretera y el tráfico es menos pesado. Poco después aparece el rincón más sureño de la Riviera Maya, Punta Allen, que no es más que la entrada a la Reserva de la Biosfera Sian Ka'an.
Llegar es fácil desde Playa del Carmen o Cancún, mediante la omnipresente línea ADO. Asimismo, varios centros de visitantes incluyen el transporte desde el arribo al aeropuerto. Compro mi boleto en Playa y tanto la encargada de la taquilla como un par de turistas miran a mi alrededor, como buscándome un acompañante.
"Es más bien para parejas o grupos", me dice uno de los turistas, insinuando que me aburriría en mi soledad. No me dejo incomodar
y sólo alzo los hombros como respuesta.
"Donde nace el cielo" es la traducción de su nombre. Es cuna y hogar de 103 especies de mamíferos y 345 de pájaros. Está lleno de manglares, lagunas y humedales. Después de una hora de viaje, me bajo en Punta Allen. Los pescadores andan trabajando y no hay nadie en el pueblo. Me dirijo al Centro Ecológico Sian Ka'an, el más famoso de la región. El hospedaje es humilde pero limpio, y lo mejor: barato. Es quizá la mayor envidia de Cancún, y hasta de Playa del Carmen, lo cual es un poco irónico pues la mano del hombre casi no interviene en esta gran atracción.
Las horas pasan largas y el sol no tiene prisa en cruzar el cielo. Pero no me dejo hipnotizar por la escasa presencia del hombre y me dedico a las actividades ecológicas que el centro organiza. Un paseo exitoso es el del kayak, ya sea para observar aves, o su modalidad nocturna para exacerbar todos los sentidos en medio de la vegetación. Paso un rato en las playas. Las de Punta Allen son hermosas y tranquilas, con pelícanos y garzas sobrevolando los barcos de los pescadores del pueblo.
Aquí y allá convivo con grupos o parejas de visitantes. No pienso en la escena de la central de autobuses... hasta que llega la noche.
El viento y el sol generan la electricidad del Centro. Se utiliza para las áreas comunes y para comunicarse rápidamente con el mundo, en caso de una emergencia. En mi habitación escojo la hamaca para dormir. Es noche de luna nueva y el cielo se acaba de nublar, por lo que la oscuridad es muy densa.
No alcanzo a ver ni la palma de mi mano. Sólo escucho el ronroneo de la selva, el mar susurrando a lo lejos y mi propia respiración. Mi oído fue el primero en aguzarse, pero pronto percibo a la selva con los demás sentidos. Huelo la sal y las hojas verdes. Siento los hilos gruesos de la hamaca. La brisa me sabe a mar.
Y entonces comprendo. Esta seria una noche perfecta para compartir. Pero no me desanimo, me da gusto haber encontrado un lugar adonde llevar a mi próxima pareja. Me paso la noche despierto para no perderme de la experiencia. Con los primeros rayos del sol, escucho los primeros ruidos humanos. Justo en ese momento me doy cuenta de que participé en una especie de romance esa noche. El amor entre el hombre y la naturaleza, que quedó comprobado en este rincón de la Riviera Maya. Es de esos amores, pensé, que en cuanto se ven se sabe que van a durar muchos años.