Sueño con serpientes, un equinoccio a la mexicana
Sombras de la China, sombras nada más o las sombras de Platón, ficciones que se encuentran, todas, en la famosa alegoría de la caverna.
La imagen no tiene desperdicio: hombres encadenados desde su nacimiento veían, proyectadas sobre los muros de la cueva, sombras de personas portando objetos de todo tipo. Al ser lo único que habían visto en sus vidas, las sombras eran, a sus ojos, la realidad.Mientras no nos impongan que la verdad esté aquí o allá, la verdad será la verdad de quién, de dónde, de cuándo. O si no aguardemos a que ahora, en los últimos días de marzo, llegue a nosotros la imponente sombra de la serpiente emplumada maya (kukulcán), para poner orden en esta disertación filosófica de poco vuelo. Porque como en cada equinoccio de primavera en la Península de Yucatán, México, la serpiente le dirá presente a miles de fans que toman asiento durante un par de horas en algún pedacito de la ciudadela prehispánica a 115 kilómetros al este de Mérida, en las inmediaciones de la paradisíaca Riviera Maya: hablamos de Chichén Itzá.
El descenso de la serpiente, por suerte, no ocurre únicamente en el equinoccio propiamente dicho, el 21 de marzo (cuando las multitudes que llegan al predio vuelven casi imposible ver algo), sino también un par de días antes y un par de días después.
Es así: en el equinoccio el sol se posiciona perpendicular respecto de la línea del Ecuador, lo que hace que el día y la noche duren lo mismo en todo el globo. Pero esta relación se mantiene más o menos parecida en los días previos y posteriores al 21.
Así que pongamos que uno va planificando llegar a Chichén Itzá el 19 de marzo. Tipo 4 de la tarde, el sol arrancará su bajada lenta, el comienzo del atardecer en un día de primavera boreal. Es momento de tomar posición frente a El Castillo, una de las pirámides más representativas de Chichén Itzá.
Pero de no cualquier modo: mirando el costado iluminado por el sol, en la fachada cuya escalera es custodiada por dos inmensas cabezas de serpiente emplumadas, imagen que los mayas adoptaron en la invasión tolteca. Como nada es gratuito en la vida, el choque cultural les costó a los invasores perder el nombre en lengua náhuatl de esta figura (quetzalcóatl, serpiente hermosa), que a nivel local se llamó kukulcán.
El show debe comenzar
Hay que sentarse de costado respecto de las cabezas de serpiente porque es allí donde se completará la forma de esta criatura. Todos aguardan que míticamente descienda a la tierra con su magia, cuando la posición del sol dé lugar a una serie de siete triángulos, que surgirán de las sombras de los extremos de las nueve terrazas que se apilan en la pirámide.
No es casualidad. Que se haga la luz (o más bien, que se haga la sombra) y descienda, de modo tan preciso, el kukulcán, tiene que ver con el enorme dominio que tenían estos pueblos prehispánicos en materia astronómica. De hecho, la escalera que conduce al punto más alto de El Castillo tiene nada menos que 365 escalones.
La ilusión de la llegada de la serpiente es clarísima e impactante. Es que las sombras paulatinamente se van acercando a la cabeza de la serpiente, hasta unirse con ella y formar un largo cuerpo. La escena es simpatiquísima y dura cerca de tres cuartos de hora.
Pero no hemos venido hasta Chichén Itzá, uno de los principales centros sagrados y de peregrinación del mundo maya, para ver solamente este efecto solar. De sus años de esplendor (entre el 1.000 y el 1.200 dC.) sobresalen más construcciones, también ubicadas dentro de los veinte kilómetros cuadrados que tiene el predio.
Una muy famosa es el Juego de Pelota, de dimensiones importantes. Además hay dos templos que no habría que perderse: el de las Columnas y el de los Guerreros. O El Observatorio, Las Monjas, La Iglesia y la Casa Colorada. O el antiquísimo Templo del Osario, que está fechado en el 998. En general se puede apreciar una combinación de técnicas mayas con esculturas decorativas típicamente toltecas.
Después será un buen momento para desandar las calles que trazan el lugar, junto al verde encendido del pasto y algunos pocos árboles. Imaginar los chicos de otros tiempos: de ese tiempo.
Pero sólo imaginamos; no sabemos cómo fue. Aunque la serpiente efectivamente estuvo acá, las sombras no son otra cosa que regiones de oscuridad.