Tlaltecuhtli, deidad telúrica de los aztecas
Imperdible para todos los turistas y viajeros interesados en el pasado prehispánico de México, se perfila el monumental monolito de Tlaltecuhtli, realizado por los aztecas en su momento de mayor esplendor.
Espectacular representación de una importante deidad de la tierra, el monolito en cuestión, fue encontrado el 2 de octubre del 2006 y se consideró la creación artística de mayores dimensiones elaborada por los mexicas, luego de la Piedra del Sol y el monolito de la diosa Coyolxauhqui.La imponente figura pétrea de Tlaltecuhtli fue descubierta en el Centro Histórico de la capital mexicana en el predio Las Ajaracas. Gracias a las restauraciones de los arqueólogos, se logró determinar sus colores originales. Por otra parte, algunos investigadores han propuesto que tal monolito, acaso fuera la cubierta de la cámara funeraria del emperador Ahuízotl.
Las dimensiones del monolito de Tlaltecuhtli son las siguientes: mide 4 por 3.50 centímetros, cuenta con un grosor de 40 centímetros y un peso aproximado de 12 toneladas. La pieza está construida con andesita rosada obtenida de un cerro de Tenayuca. La deidad representada tiene una proyección dual, es decir, a tiempos dios y a veces diosa. Su acción divina consistía en devorar a los seres humanos. Se piensa que el culto a esta divinidad telúrica estaba reservado para la casta sacerdotal. El monolito de Tlaltecuhtli fue elaborado en la última etapa de grandeza de la cultura azteca, es decir, entre 1502 y 1521.
A Tlaltecuhtli, se le representaba comúnmente como una figura femenina en cuclillas, o bien, como una atemorizante criatura con fauces en todo el cuerpo. La imagen de Tlaltecuhtli aparece con frecuencia en las creaciones escultóricas y arquitecturales de los mexicas.
No obstante, esta importante figura religiosa de los antiguos mexicanos, también ha sido identificada en documentos posteriores a la Conquista. Otras fuentes mitológicas-prehispánicas, se refieren a Tlaltecuhtli como un engendro marino, que habitó en un océano primordial, luego del cuarto diluvio. Era la encarnación del caos que prevalecía anteriormente a la formación del universo.
Fuentes similares señalan que sin la interacción entre Tlaltecuhtli, Quetzalcoatl y Tezcatlipoca, deidades rivales, no hubiera acontecido la creación del mundo. Se cuenta que Quetzalcoatl y Tezcatlipoca se convirtieron en ofidios y con ello separaron en dos partes a la diosa Tlaltecuhtli. Con el tiempo, una de estas porciones llegó a ser la tierra, y la otra devino el cielo.
Y si bien esta acción contó con la anuencia de los demás dioses, Quetzalcoatl y Tezcatlipoca, para calmar la furia de Tlaltecuhtli, por verse escindida en tal manera, le otorgaron el don de la fertilidad, puesto que su cuerpo se transformó en fuente de vida para las plantas y los seres humanos: sus ojos, por ejemplo, se tornaron manantiales de primavera y sus cabellos, árboles frondosos.