Cuidado, en cualquier momento puedes convertirte en uno de ellos.
1) El ansioso: Empieza a hacer cola ante la puerta de embarque cuando todavía falta una hora para que la abran. Por uno de esos extraños resortes psicológicos, se forma una cola detrás de él de 30 personas que aguantan estoicamente de pie el tiempo que haga falta.
2) El desubicado: Aquel que, pese a las infinitas advertencias, lleva una navaja y una botella de agua de litro y medio en la maleta que son, obviamente, interceptadas en el control de equipajes.
3) El virgen: No ha volado nunca. Sobre todo son señores mayores que lo pasan regular tirando a mal y niños que están tan nerviosos que resulta imposible no contagiarse de su entusiasmo. En ambos casos aguantarán el chorro del aire acondicionado estoicamente durante todo el vuelo sin saber que el botón para cerrarlo está justo sobre su cabeza.
4) Herodes: Manifestará su odio contra dos especímenes también muy frecuentes en los vuelos: 1) el bebé que llora (que al fin y al cabo no puede hacer nada por calmarse) y 2) el niño absolutamente insoportable que chilla, corre por el pasillo del avión y da patadas al asiento delantero sin que sus impertérritos padres hagan nada.
5) El que apesta a muestras gratis: Las horas previas al vuelo se hacen menos pesadas con la inestimable ayuda de las tiendas de aeropuerto. Las perfumerías son especialmente tentadoras y así hay quien sube al avión con las manos embadurnadas en mil cremas, oliendo a varios perfumes diferentes y hasta con restos de purpurina en las mejillas.
6) El apasionado: No hay que llevar a los extremos de Elvis Crespo, pero es obvio que Emmanuelle marcó un hito sexual en nuestras débiles e impresionables mentes igual que años después haría Pretty Woman con el combo fresas+champán+jacuzzi. En los vuelos largos muchos son los que fantasean con echar un polvo en el lavabo con un atractivo/a desconocido/a, y sin llegar a ese extremo que exige suerte, pericia y equilibrio, ligar en los aviones es bastante habitual. Al fin y al cabo cinco horas por delante se hacen mucho más llevaderas con la perspectiva de un compañero atractivo en el asiento de al lado.
7) El líder de masas: El que, en uno de los frecuentes casos de retraso inexplicable o cancelación de un vuelo, arenga al resto de los pasajeros para efectuar una protesta colectiva.
8) La persona más feliz del mundo: Aquella a la que, por overbooking en clase turista, trasladan a primera clase.
9) La persona más popular del mundo: La que viaja con un gato o un perro pequeño en un transportín.
10) El consumista: El tiempo de espera antes de coger un avión se le hace corto porque aprovecha para recorrer todas y cada una de las tiendas de la terminal renovando el fondo de armario y comprando souvenirs para todos sus seres queridos. Entrará en el avión con varias docenas de bolsas y lamentando que no le haya dado tiempo a visitar la tienda del equipo de fútbol local.
11) El que tiene miedo a volar: Uno de los peores compañeros de asiento posibles porque acabará contagiando de su terror a todos los que tenga alrededor. Hablar con él es como hacerlo con un farmacéutico titulado, y siempre se quejará sobre el poco efecto que le hacen ya los tranquimazines.
12) El que tiene problemas de oídos: Se le reconoce porque masca chicle con la boca muy abierta, se aprieta repetidamente los oídos y se destapona constantemente la nariz como si fuese a bucear en aguas cristalinas.
13) El que está al borde del ataque de ansiedad: El que sabe que está a punto de perder la conexión con otro vuelo. Mira constantemente la hora, ha informado a la tripulación de cabina y a sus compañeros de su situación desesperada y en cuanto el avión aterrice pedirá a los pasajeros que se interponen entre la puerta de salida y él que le dejen pasar primero. Probablemente su segundo avión ya haya salido, pero la esperanza es lo último que se pierde.
14) El fumador: En los aeropuertos pequeños apurará hasta el último minuto fumando en la calle, junto a la parada de taxis y bajo la mira de algún sufrido amigo o pareja que se ha ofrecido a hacerle compañía. En los aeropuertos grandes lo primero que hará una vez pasado el control será localizar la sala de fumadores, que puede ser un cuartucho inmundo con la moqueta llena de chinazos o un aireado recinto exterior lleno de plantas convertidas en ceniceros. Ahí se pasará todo el tiempo de espera, con alguna salida al duty free a comprar cartones de tabaco.
15) El amante de las tradiciones: Es la persona que en su vida normal no toma Toblerone jamás pero no puede evitar comprar uno gigante cada vez que vuela.
16) El internetaholic: Recorrerá la terminal buscando wifi gratis desesperadamente. En los aeropuertos españoles esto es una misión prácticamente imposible.
17) El que no deja de hablar por el móvil: Toda la cola de embarque se entera de su situación sentimental, de los negocios que tiene entre manos y de lo que piensa hacer en cuanto llegue al hotel del destino. No parará de hablar hasta que un azafato le diga que tiene que apagar el móvil. Existe una variedad todavía más irritante consistente en utilizar además el manos libres.
18) El jamás-sin-batería: Aquel que pasa los tiempos muertos en el aeropuerto sentado en el suelo junto al móvil y la tablet convenientemente enchufados y cargándose.
19) El olvidadizo: Fue dejando para última hora hacer el check in online hasta que ya no tenía opción. Mirará con un poco de envidia a los pasajeros que entran en el aeropuerto y van directamente hacia el control con su equipaje de mano rodando al lado.
20) El incauto que vuela por primera vez en Ryanair: Cuando descubra lo que le cobran por imprimir la tarjeta de embarque y lo severos que pueden ponerse con el tamaño del equipaje de mano llegarán los llantos y las maldiciones capaces de hacer caer toda la cúpula celestial, todo ante la mirada de lástima y simpatía del resto de los viajeros.
21) El resignado: Cuando comunican cualquiera de las fatalidades que pueden ocurrir en un aeropuerto (el avión no sale, hay una huelga en Francia, retraso de dos horas) no se irrita ni protesta jamás. Saca un libro y un bocadillo y tira de su mejor espíritu zen para aguantar hasta que todo se resuelva.
22) El que convierte el aeropuerto en su casa: Suelen ser jóvenes mochileros que cogen vuelos a horas intempestivas o desgraciados víctimas de algún retraso. Duermen en bancos, se alimentan de las máquinas expendedoras, lavan sus calcetines en los lavabos y algunos acaban por hacer amistad con el personal de tierra.
23) El que se emborracha: Melendi antes de convertirse en el yerno perfecto fue un ejemplo extremo de este comportamiento.
24) El quisquilloso con la comida: No habrá recordado avisar previamente a la aerolínea de sus preferencias (menú vegetariano, kosher, sin gluten) pero eso no le impedirá protestar y poner pegas a cada una de las opciones que le ofrezcan, mirando con desconfianza los macarrones o el pollo de las bandejas de los viajeros de al lado. O a él O a él Getty Images
25) El que duerme todo el viaje: Suele ser una variación del viajero con miedo a volar al que los tranquimazines sí hacen efecto.
26) El que no calla: Le darán igual las intenciones de su compañero de asiento; él ha venido a hablar y hablar es lo que va a hacer durante todo el vuelo.
27) El que establece una barrera poniéndose cascos: Compañero avispado del anterior viajero, en cuanto vea el percal se colocará unos cascos y mirará al infinito para cortar cualquier tipo de comunicación. A veces los auriculares no están conectados a nada.
28) El que ríe a carcajadas con la película que está viendo: Así todo el mundo sabrá lo tronchante que esResacón en las Vegas 3.
29) El fanático de la prensa: Con él la prensa en papel no corre peligro. Afrontará el vuelo con varios periódicos, un par de revistas de corazón, una de cine, tres de viajes y varias de estilo de vida. Por supuesto también dará buena cuenta de la revista corporativa de la aerolínea.
30) El que se queja porque no le hablan en su idioma: Puede llegar a provocar un conflicto internacional.
31) El amante de la arquitectura: Recorre la terminal cámara en ristre sin hacer caso de las tiendas y cafeterías; sólo tendrá ojos para los techos, los materiales y los brillantes acabados de esa obra de ingeniería.
32) El infartado: Se dará cuenta media hora antes de coger el avión de que ha perdido el pasaporte o lo tiene caducado. Carreras por el aeropuerto hasta llegar al puesto de policía, una bronca familiar y una foto en el documento en la que saldrá sudado y con cara de angustia serán las consecuencias del despiste.
33) El envidiado: El viajero previsor que lleva una almohada hinchable para el cuello.
34) El que quiere dar envidia: Está deseando poder encender el móvil para hacer check in en su destino y que todos sus contactos rabien.
35) El pasajero que se levanta como un resorte en cuanto aterriza el avión: Se pasará veinte minutos de pie con el cuello doblado mirando al infinito hasta poder salir de su asiento.
36) El pasajero que se queda sentado hasta que se vacía: Más chulo que un ocho, completará su lectura arrebujado en su asiento hasta que sea el último que quede en el avión.
37) El angustiado: Sufre visiblemente al lado de la cinta transportadora de equipajes porque su maleta no aparece. Cuando finalmente llegue se lleva la mayor alegría de su vida.