Estás plácidamente tumbado en la playa.
Disfrutas del sonido de las olas, la brisa' Estás casi a punto de echarte tu segunda siesta. De repente, una curiosa cancioncilla perturba tu calma: 'Olha as bolinhas, as bolinhas de Berlim!'. Proviene de un señor, generalmente vestido de blanco y con una gorra, que agarra con fuerza una caja llena de dulces. Desde ese momento está prohibido marcharse de la playa sin probar uno.
Las bolas de Berlim (bolinhas, en portugués) son un clásico veraniego que turistas y locales pueden degustar en la mayoría de las playas portuguesas (también en pastelerías). Este dulce es la versión lusa de las conocidas berlinesas alemanas y para muchos se parece a un dónut sin agujero. Las bolinhas son algo más grandes que su equivalente germano.
Crujientes por fuera, blanditas por dentro y cubiertas de azúcar, las bolinhas pueden tomarse rellenas de crema pastelera, chocolate o sin nada dentro; eso queda al gusto de cada uno. Por el contrario, las berlinesas alemanas suelen estar rellenas de frutos rojos (fresa, frambuesa, etc.). Mientras en Portugal el relleno se introduce a través de una abertura lateral y es siempre visible, el relleno de las berlinesas originales se encuentra en el corazón del bollo, y solo puede verse una vez hayas pegado un par de mordiscos. Las bolas de Berlim se elaboran con leche, azúcar, harina, yemas de huevo, mantequilla, piel de naranja/limón y levadura. Su precio oscila entre 1 y 1,5 euros la unidad.
Las bolinhas en otros países
Como ya hemos comentado, las bolinhas se inspiraron en el dulce alemán, pero no han sido los portugueses los únicos en hacer suyo este rico bollo. En Argentina y Uruguay, además de berlinesas, también son conocidas como bolas de fraile. Allí pueden encontrarse rellenas de dulce de leche o dulce de membrillo. Los paraguayos las conocen como bollos, y se dice que su presencia en la gastronomía del país se debe a los alemanes que inmigraron en el pasado. En Venezuela, por su parte, reciben el nombre de bombas.