Cinco chapuzones con encanto en Murcia

A Murcia no le faltan playas espléndidas y de fácil acceso.

Pero, para quien no tiene reparos en trabajarse un poco la llegada a la arena, la región reserva preciosos rincones naturales. Puede que no sean las más grandes, las de arena más fina o las más conocidas, pero algunas de ellas tienen el encanto necesario para atraer, dicen, incluso a estrellas de Hollywood.
01 Punta del Sombrerico
ÁGUILAS
'Un día me sentaré, la cara al viento, aquí junto al mar que vi de niño'', dijo Paco Rabal, y a nadie puede extrañar que eligiese este lugar de descanso eterno viendo el alucinante color azul del Mediterráneo entre cabo Cope y puntas de Calnegre. Una de las muchas calas accesibles de la zona es la de Punta del Sombrerico: cien metros de grava y arena dorada a los que se accede desde el kilómetro 9 de la carretera de Cope, por un camino sin asfaltar. Es posible dejar el coche cerca, pero no hay aparcamiento. Aunque no es nudista, está lo suficientemente aislada como para que no importe demasiado. Para comer, se recomienda el restaurante El Pocico (Cabo Cope, s/n; +34 968 41 92 40), siguiendo por la carretera hacia la Cuesta de Gos (pueblo natal de Rabal) y pasada la rambla Elena. Su especialidad es el gallopedro, feo pero exquisito, aunque también está muy rica la paella.
02 Los Percheles
MAZARR??N
La playa de los Percheles no es ya, ni mucho menos, el lugar solitario que solía ser. Aun así, esta concha de arena fina tiene un baño más que aceptable y permite entregarse a la paciente afición de la pesca. La línea de palmeras que adorna la orilla no es muy útil como zona de sombra, pero resulta de lo más exótico. La caleta de Percheles Chico, de arena fina y dorada, es de tradición naturista. Amplio aparcamiento y núcleo urbano cercano (Cañada de Gallego, en la N-332 Mazarrón-Águilas), con varios restaurantes.
03 Calas de Calblanque
CARTAGENA
Las calas de la costa de Cartagena son fuente continua de descubrimientos. Señalaremos, por afán del cotilleo, la cala del Barco, cuya belleza, al parecer, hizo que Dolores del Río comprase un apartamento de vacaciones en lo que luego el magnate Gregory Peters convertiría en el club de golf La Manga. Hoy sigue estando dentro del club y siendo accesible solo a pie o en barco, pero cuenta con el privilegiado restaurante La Cala (La Zorrera, Atamaría; +34 968 33 12 60), ubicado sobre el acantilado, que ofrece entre marzo y noviembre almuerzos de pescado y marisco fresco.
Más asequible y muy cercana, la cala de las Mulas, de unos 25 metros de ancho y arena fina y dorada, a la que se llega a pie tras unos 40 minutos de paseo (por algo es un tesoro), nos da la misma sensación de privilegio aunque sin lujo alguno.
Por último, a continuación de la hermosa playa Larga de Calblanque 'accesible a pie desde el segundo aparcamiento', recomendamos la playa Negrete y su paisaje de paradisiacas dunas, con el indudable atractivo de que no hace falta gastar en bañador para disfrutarla. Cuidado, eso sí, con el viento de levante.
04 Cala de los Déntoles
CABO DE PALOS
Todavía dentro de los límites del parque de Calblanque, cerca ya del cabo de Palos, se encuentra esta pequeña playita de arena dorada (que hace que casi nadie la llame por su verdadero nombre, sino Cala Dorada), de gran valor paisajístico. Situada a los pies del cerro del Atalayón y protegida del levante y del desagradable lebeche (viento del suroeste) gracias a sendos contrafuertes rocosos (punta Espada y punta Negra), se llega hasta ella caminando desde cala Magre, tras un cuarto de hora cuesta arriba. Apenas encontrarán veinte personas que lo acompañen en este delicioso baño. El nudismo no está mal visto, aunque la playa no es específicamente naturista.
05 Playa de la Llana
SAN PEDRO DEL PINATAR
Más allá de la playa de la Mota (en el Mar Menor), de los baños de lodos y los flamencos, el parque regional de Las Salinas de San Pedro cuenta con una playa mediterránea (en realidad, son tres: Punta de Algas, Barraca Quemada y Las Salinas) bastante popular a pesar del complicado acceso. Puesto que se trata de un arenal con dunas protegidas, el aparcamiento disponible es más reducido al de otras playas más urbanas, aunque es posible llegar en bicicleta desde La Mota en un agradable paseo no demasiado largo y llevadero pese al calor. El paisaje es extraordinario y el mar de un azul transparente. No hay sombras, ni apenas gente (incluso en agosto). Lo único que le falta para ser perfecta es un chiringuito. Pero, claro, seguramente entonces, perdería gran parte de su encanto.
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