Viajar emociona.
Emociona desde el principio, desde antes de llegar a tu destino, cuando disfrutas imaginándote como va a ser y que te vas a encontrar. Así nos sentíamos Zai y yo antes de volar para Costa Rica y poder comprobar de primera mano todas las virtudes de las que hace gala. La verdad es que una breve definición ya prometía mucho. Un país pequeño, bañado por el Pacífico y el Caribe que sirve de hogar para el 5% de las especies de animales conocidas y el 10% de las aves.
Parece exagerado, pero en Costa Rica se dan casi todos los ecosistemas que pudieramos imaginar, desde manglares y humedales a bosques lluviosos y secos, llanuras, sabanas y picos montañosos. Su situación el trópico y su abrupta orografía vertebrada por volcanes favorece las diferentes zonas ecológicas y siendo originariamente zona de paso de las migraciones entre las masas continentales de Norteamérica y Sudamérica hizo que muchas de las especies se acabaran quedando para siempre en esta zona. Es un milagro de biodiversidad.
Los ticos (apelativo cariñoso que se les da a los costarricenses) saben apreciar esta explosión de vida y a lo largo de las últimas décadas han desarrollado un sentimiento conservacionista que les hace respetar y proteger toda su naturaleza. En la actualidad hasta una cuarta parte del país está en zona protegida entre parques nacionales, refugios de fauna, reservas biológicas, reservas naturales y parques marinos a los que hay que añadir las 13 áreas de conservación Regionales. Ya podéis ir entendiendo porque una visita no va a ser suficiente para poder ver todo lo que este país tiene que ofrecer.
Entendiéndolo y comprendiendo que esta debería ser la primera de muchas visitas, nos centramos en descubrir el centro y la zona del Pacífico Norte abarcando las provincias de San José, Alajuela y Guanacaste. Comenzamos nuestro viaje en San José, la capital que abarcando todo sus zona metropolitana alberga a casi un cuarto de la población. A pesar de todo no puede considerarse masificada, teniendo en cuenta que el país tiene 5 millones de habitantes. Así es cómoda de visitar y entrar en contacto con los ticos y su hospitalidad, empezar cada conversación hablando de fútbol (sobre todo ahora que Keylor Navas ha llegado al Real Madrid después del magnífico mundial del país) y acabarla hablando de cualquier cosa. Un buen lugar para divertirte y echarte unas risas con ellos y por supuesto para tener tu primer encuentro con la comida local o para perderte en el divertidísimo y laberíntico Mercado Central.
Desde ahí comenzamos nuestra visita y dado que fueron los volcanes los que dieron forma a la zona, no pudimos dejar de subir a lo alto del Poás, uno de los volcanes que sigue activo y que es una visita impresionante. Hay que aprovechar para verlo a primera hora de la mañana, porque según avanza el día es probable que las nubes acaben por asentarse en la cima nublándolo todo. Son estas nubes las que hacen de la zona una zona de bosque húmedo, bosque cerrado y frondoso que tiene también mucho encanto.
Desde luego los volcanes tienen su parte de bendición, el suelo a su alrededor tras la lava volcánica es ideal para cultivas y la diferencia de climas según varía la altura hace que se puedan cultivar muchas cosas como fresas o por supuesto café, una de las joyas de la economía del país obteniendo el sobrenombre de granos de oro, con un café que rivaliza con los mejores del mundo. Puedes conocer todo el proceso en algunas de las haciendas en las faldas del volcán como la de Doka Estate, donde puede conocerse de primera mano y por supuesto degustar todas las variedades (no dejéis de probar el peaberry, para mi una delicia).
Nuestro recorrido siguió hacia en Noroeste hasta llegar a otro volcán activo, el de Arenal. Esta zona es una de las más impresionantes, porque en lo paisajísitico se une el volcán con el impresionante lago Arenal (el más grande del país) convirtiéndolo en un impresionante atractivo. Si la principal riqueza de Costa Rica está en su naturaleza, esta zona ofrece de las maneras más divertidas de disfrutarlo con un montón de actividades de aventura como el descenso de cañones por pura selva y mezclando rapeles con tirolinas. Impresionante.
Por supuesto, también hay sitio para el relax y más si se puede aprovechar las propiedades de los volcanes. Mucha de la energía que se utiliza en Costa Rica es geotérmica, pero también se aprovecha el calor y las propiedades para aguas termales. Llegados a este punto, quizás las aguas termales Tabacón sean de las más espectaculares que he probado nunca, porque están situadas en el propio río de agua calentada por el volcán a lo largo de más de una veintena de pozas y cascadas que van bajando de temperatura según se alejan del volcán. Bañarse allí es una experiencia única.
Siguiendo con el mundo de los volcanes, aún más hacia el Noroeste se pueden encontrar Rincón de la Vieja, otra zona con una importante actividad geotérmica que también ofrece muchas opciones de multiaventura. Nosotros nos alojamos en la Hacienda Guachipelin que ya ofrece muchas de estas actividades como ziplines, paseos a caballo, descenso de cañones, rutas y por supuesto el tubing, una de sus actividades estrellas. Bajar un río sobre una cámara de neumático de camión es de los más divertido que he hecho, similar a hacer un rafting unipersonal. Solo dejarse llevar y rebotar contra las rocas harán las delicias de los que estén buscando como aprovechar el entorno.
Llegaba la hora de acercarnos al Océano Pacífico y Tamarindo fue nuestra primera parada. Originariamente un pequeño pueblecito de pescadores que se desarrolló gracias a una buena ración de olas que empezó a atraer a surferos de todo el mundo. No os preocupéis, a pesar de su desarrollo mantiene un encanto total, la playa es enorme y no está abarrotada, tienes muy buena oferta de clases de surf (y zonas para todos los niveles), un montón de opciones de alojamiento y también el mejor atardecer de los que disfrutamos en todo nuestro viaje por Costa Rica. Absolutamente increíble. No me sorprende que todo el mundo vuelva enamorado de Tamarindo.
No podíamos irnos del País sin darnos un empacho de vida salvaje y decidimos hacerlo en el Parque Natural de Palo Verde, donde pudimos disfrutar de un paseo por el río Tempisque en barco, rodeados de cocodrilos, iguanas, monos aulladores y más pájaros y aves de los que mi memoria puede recordar. Una pasada. Este paseo lo puedes organizar desde la Hacienda El Viejo Low Lands, que además te da la oportunidad de conocer una típica hacienda de Guanacaste, que mantiene toda su estructura original además de, entre otras, un funcional horno (perfecto para preparar unas tortillas o un buen café) y un molino para exprimir caña de azúcar, todo esto rodeado de iguanas y monos y con el volcán Arenal controlando el horizonte desde la lejanía.
Nos despedimos del Pacífico hasta la próxima ocasión en la zona de Sámara, otra maravilla de playas gigantescas, rodeada de palmeras y bahías. Ideal para arrancar unos cuantos suspiros mirando la belleza del Mar. No dejéis de pasear por Playa Carrillo al amanecer o subir a ver las vistas desde la impresionante terraza del hotel Guanamar. También podéis, por supuesto, acercaros a conocer la propia Sámara, su playa, su surf y haceros con un kayak para remar por la bahía.
Aprovechamos la última mañana, de regreso a Alajuela y San José, antes de llegar al aeropuerto para recorrer los inmensos jardines de los Waterfall Gardens, un parque que alberga a animales que han sido recuperados y que no pueden reintegrarse en la vida salvaje, a parte de tener un mariposario gigantesco, una zona al aire libre de colibríes, otra de tucanes y un ranario ideal para ver algunas de las especies más icónicas de Costa Rica.