Feliz sin dinero: o cómo renunciar al consumo para salir ganando
Este joven lleva cinco años demostrando que vivir sin dinero puede ser una manera de vivir mejor
¿Cuántas veces has tenido la sensación de estar desperdiciando tu vida en algo que tienes que hacer pero que no te gusta hacer? ¿Cuántas veces has pensado que no merece la pena echar jornadas de doce horas para ganar un sueldo precario que luego no alcanza para nada? ¿Cuántas veces te has visto en la disyuntiva de tener que elegir entre dinero y tiempo para ti, como si ambas cosas fueran excluyentes, lujos incompatibles?
Nos han repetido hasta la saciedad que el trabajo nos hace más libres, que el dinero compra la felicidad. Pero demasiado a menudo sentimos que es todo lo contrario: que no somos personas libres sino sujetos cautivos, rehenes de una rutina productiva que termina secuestrando la vida. Dormir, trabajar, consumir por pura inercia...
¿Existe la manera de romper ese círculo vicioso para abrir nuevos espacios de posibilidad?
Hace ya unos años que el berlinés Raphael Fellmer decidió cuestionar radicalmente la forma en que la mayoría de nosotros vivimos.
Durante una de sus estancias en México empezó a reflexionar sobre el concepto de la renta básica universal. Aquella idea le interesaba, le parecía una aspiración hermosa y legítima, pero poco a poco su interés se fue desplazando hacia lo que él veía como un estado ulterior de aquello, un siguiente paso más ambicioso. Un paso definido por la visión de un mundo sin dinero.
A finales de 2009, el proyecto de un nuevo viaje a Latinoamérica le brindó la posibilidad de probar a existir sin dinero. En su plan había un punto de partida, La Haya, y una meta, México. Entre ambos lugares, más de 25.000 kilómetros de ruta improvisada y una gran incognita que fueron resolviendo gracias a la generosidad de la gente y a esa mala costumbre de nuestra sociedad de consumo consistente en tirar toneladas de comida en buen estado.
"Lo que más me llamó la atención al intentar vivir sin dinero por primera vez fue sentir esa bondad, esa predisposición a compartir incondicionalmente que íbamos encontrando en la gente", nos cuenta Fellmer. "Era fascinante para mí ver a tanta gente que aun teniendo poco, a veces nada, siempre estaba dispuesta a compartir sin esperar algo a cambio".
Compartir alimento, techo o vehículos. Compartir momentos, historias y visiones. Ponerlo todo a disposición de aquellos locos europeos que habían decidido cruzar el Atlántico sin un euro en los bolsillos. Fueron once meses de travesía a la que se lanzaron con solo un poco de ropa, sus mochilas solares, su jabón concentrado, un filtrador de agua y unos cuadernos. Sin dinero. Aquella experiencia les cambió para siempre.
Cuando yo consumo algo, estoy produciendo injusticia en otros lugares
Reciclar para vivir mejor
Cuatro años después de aquello, Raphael sigue comprometido con lo que define como su 'huelga de dinero': una vida sin ingresos, sin cuentas bancarias, sin gastos y sin consumos superfluos.
Nuestro hombre vive con su mujer (Nieves, mallorquina de nacimiento) y sus dos retoños en casas que les ceden o en las que son acogidos. Se alimenta vegano gracias a la comida desechada que recuperan semanalmente en distintos establecimientos de la ciudad. Vive sin seguro médico, no usa móvil, viste ropa reciclada y procura moverse siempre en transportes limpios como la bicicleta.
Cuando la familia necesita algo que no tiene, Raphael contacta con particulares que quieran deshacerse de aquello que ellos precisan, bien de forma gratuita, o a cambio de algún servicio simple que él les pueda prestar.
Raphael nunca usa dinero y nunca acepta dinero. Su huelga es a la vez su forma de expresar una ética política y su manera de crear conciencia. Porque en el fondo, y por encima del interés que pueda generar su historia personal, lo que busca es compartir su visión de una sociedad diferente.
Esa visión es la que le mueve a dar entre 50 y 80 charlas al año, siempre de forma gratuita. También es la que le llevó a escribir su libro Glücklich ohne Geld!: Wie ich ohne einen Cent besser und ökologischer lebe ( ¡Feliz sin dinero! Cómo vivo mejor y de forma ecológica sin un céntimo), en el que explica de manera detallada su intenso periplo vital y sus aspiraciones. Pero las palabras nunca fueron suficientes para él.
Se trata de crear consciencia, pero también de actuar. De transformar la experiencia propia en movimiento. Por eso, desde el principio, Fellmer ha buscado trascender la órbita individual de una manera práctica, aspirando a causar un impacto a gran escala.
Ese empeño se ha traducido en proyectos de consumo colaborativo y lucha contra el despilfarro alimentario como Lebensmittelretten, del que Raphael es fundador, o Foodsharing.de, al que que ha venido dedicando su trabajo voluntario durante los últimos tres años.
Si uno sueña solo, permanece un soñador; pero si tú empiezas a soñar con los demás, eso es el inicio de una nueva realidad
Hoy Foodsharing cuenta con más 70.000 usuarios y son 1.500 tiendas las que cooperan con el proyecto en Alemania, Austria y Suiza. Entre 30.000 y 40.000 personas se están aprovechando de la comida que ellos restacan cada semana.
Menos es más
Para Raphael, vivir sin dinero no es tanto una finalidad como un medio. Su experiencia es a la vez ensayo y ejemplo. También una vía práctica para la reflexión más allá de uno mismo.
"Usando dinero, indirectamente, siempre estoy", reconoce Fellmer. "Cuando uso este agua que tengo en la botella, que está tomada del grifo de la familia que nos acoge ahora, ellos pagan 1,80 euros por cada 1.000 litros de agua. Este banco en el que estamos sentados, la ciudad gastó dinero en él, creó dinero en forma de deuda para comprar e instalar este banco. La bici que uso, alguien la compró con dinero. Nunca fue mi idea decir que yo no tengo nada que ver con el dinero. La finalidad última de mi huelga es crear más conciencia sobre la manera en que nuestro consumo y nuestro estilo de vida tienen que ver con la injusticia, con el hambre en el mundo, con la destrucción del planeta. No parece lógico que nos estemos comportando como si existiera una copia de seguridad de este planeta a la que pudiéramos recurrir cuando este se haga inhabitable".
Por eso le parece fundamental que se empiece a hablar de conceptos de 'contabilidad ambiental' que deberían ayudar a crear una mayor conciencia sobre el consumo real de recursos que se deriva de cualquiera de nuestras decisiones de compra.
" El agua virtual es el agua que tú consumes a través de los productos", explica. "La producción de un kilo de algodón supone el consumo de 12.000 litros de agua. Un kilo de carne de res, 15.000 litros. Un kilo de cacao, 27.000 litros. Una taza de café, que parece que no es nada, supone el consumo de 180 litros de agua. De los 5.000 litros de media que consumimos cada uno al día de agua virtual, más de la mitad vienen de países de fuera de Europa. Te puedes imaginar cómo estamos contribuyendo a la sequía de muchas regiones del mundo".
La energía gris o energía cautiva es un concepto equivalente. Hace referencia a la cantidad de energía consumida en todas las fases del ciclo de un producto, material o servicio, desde su concepción y diseño hasta el salvamento de componentes reutilizables al final de su ciclo de vida.
Tenemos que aprender a conformarnos con menos. Porque menos es más. Más tiempo. Más libertad
"Un aparato como un móvil consume poca energía", explica Raphael. "Basta con que lo enchufes una vez al día por una hora y ya está cargado. Pero la energía gris que este aparato ha consumido antes de que llega a ser usado, eso no está calculado. Nadie realmente sabe cuánta energía ha consumido cada objeto que usamos. Energía gris y agua virtual son dos temas completamente desconocidos en nuestra sociedad hoy en día, y es algo básico. Son estos conceptos los que te dan una idea de cuán grave es el problema".
Para Fellmer, la mera exposición de la gente a las cifras que cuantifican ese consumo incorporado de recursos debería ser suficiente para lograr un cambio de mentalidad. Cambio que, en última instancia, acabaría afectando a nuestros hábitos de consumo y a nuestras propias necesidades.
" Cuando yo consumo algo, estoy produciendo injusticia en otros lugares, estoy poniendo en peligro nuestra especie, pero también muchas otras especies. Mi intención era llamar la atención sobre eso. Quería señalar que el dinero no es algo neutro, sino que en el momento en el que estoy usándolo, o que lo pongo en un banco, estoy generando explotación. ¿Porque cómo se hace hoy dinero? Aprovechándose de los humanos, de los animales y de la tierra".
" No todos tienen que vivir como yo, para nada. Esa no es mi intención. Pero si quería hacer que la gente pensara. Que se plantease que igual no necesita 1000 euros todos los meses. Que igual es suficiente con trabajar 10 o 20 horas a la semana y luego usar foodsharing, couchsurfing para viajar... No es necesario comprar cada año ropa si podemos usar la que ya tenemos. No necesito libros nuevos porque tengo bibliotecas. Tenemos que aprender a conformarnos con menos. Porque menos es más. Más tiempo. Más libertad".
Rumbo a Eotopia
La vinculación de Fellmer y su experimento con Alemania, y más concretamente con la ciudad de Berlín, está a punto de tocar a su fin. Su próximo proyecto pasa por fundar un ecopueblo en algún lugar del sur de Europa.
De los 5.000 litros de media que consumimos cada uno al día de agua virtual, más de la mitad vienen de países de fuera de Europa. Te puedes imaginar cómo estamos contribuyendo a la sequía de muchas regiones del mundo
La localización definitiva de Eotopia aún es una incógnita —están barajando opciones, abiertos a cualquier propuesta que pueda llegar de Francia, España e Italia—, pero ya han recibido una oferta para asentarse con un proyecto piloto en un terreno de la Toscana.
"Queremos hacerlo vegano. Queremos convivir con animales, pero sin encerrarles. Y sí, la intención es lograr ser autosuficientes. Usar biogás, aprovechar la energía solar con paneles fotovoltaicos, aprovechar el viento... Queremos usar diferentes maneras de producir electricidad. Queremos apostar por la permacultura. También cultivar y hacer nuestra propia comida, hasta donde podamos. Es algo que llevará tiempo y esfuerzo, pero la idea es avanzar hacia eso".
Gente interesada en compartir su aventura ecológica no les falta. Más de 1.000 personas ya han mostrado su interés en participar en el proyecto. La idea es vivir en comunidad, compartir terrenos, tiempo y tareas. También participar de manera colectiva en la educación de los niños en una apuesta clara por el unschooling. Vivir sin escuelas regladas, sin usar dinero, y sin ningún trueque.
"Nuestro deseo es ir hacia una economía del don. Una cultura del don, de dar y recibir incondicionalmente en función de aquellos que sean tus talentos. Queremos vivir más en común,y también estar abiertos al público, que puedan ver como funciona el proyecto. La idea es crear como una especie de universidad verde, donde se pueda aprender, donde la gente pueda dar sus seminarios, sus cursos. Y eso es un experimento también: ver qué sucede si nadie está pagado, si todos lo hacen por una motivación intrínseca, porque quieren estar ahí construyendo algo, viviendo sin ningún lucro".
Su planteamiento puede parece utópico, pero Raphael y sus cómplices lo tienen clarísimo.
"Sí, me considero un soñador. Y es importante serlo. Hay un dicho muy lindo en América Latina que dice: si uno sueña solo, permanece un soñador; pero si tú empiezas a soñar con los demás, eso es el inicio de una nueva realidad".
Buscar nuevas formas de compartir lo que nos sobra. O acabar enterrados por nuestra propia basura