La Paz te invita a nadar entre lobos y gigantes

Las aguas del Mar de Cortés, en La Paz, inspiran a viajeros de todo el mundo a contactar con el universo marino y conocer de cerca a algunos de sus huéspedes más sorprendentes: el tiburón ballena y los lobos marinos, dice Raquel Rivas.

Fotos: Charly Ramos.

Poco se sabe del pez más grande del mundo: el tiburón ballena. Conocido como el rey de la fauna marina, gracias a sus 12 metros de longitud (que en algunos casos puede llegar a los 18), su estilo de vida es todavía un misterio. No se mueven en manada ni en pareja. Y al nacer sus crías, las hembras se separan de éstas de manera inmediata, por lo que no hay datos exactos de cuánto miden estos imponentes animales al nacer.

De septiembre a abril este pez, que puede llegar a pesar más de 21 toneladas y media, llega a las aguas del Mar de Cortés en busca de su alimento predilecto: el kril, un crustáceo anaranjado que se asemeja mucho a los camarones. En esa temporada es posible tener una de las experiencias más maravillosas de la vida: nadar con este pez gigante, que se cree tiene más de 60 millones de años habitando la Tierra. En el mundo existen 14 lugares para avistarlo, y La Paz es uno de los mejores, ya que el plancton que vuelve locos a estos gentiles animales se sitúa muy cerca del puerto, a escasos 15 minutos en barco desde el malecón.

La jornada dedicada a nadar con el tiburón ballena comienza temprano. Nosotros disfrutamos esta experiencia con SunRider (sunridertours.com), un tour operador de gran prestigio en el puerto, por lo que a las 7:30 de la mañana debemos estar preparados para abordar el catamarán. Por lo regular, estas expediciones están conformadas por cinco personas, así que puede haber hasta cinco inmersiones para observar de cerca al animal. Si bien no es necesario ser un gran deportista, es importante tener cierta condición física para disfrutar al máximo de la experiencia.

Raúl Rangel, nuestro guía, nos explica que es muy importante no caer ante la tentación de tocarlo, pues se puede espantar al tratarse de una especie solitaria. Después nos detalla el modus operandi para nadar junto al pez ancestral. Son directrices muy básicas: el guía se lanza primero, y de manera controlada vamos nosotros después, en una fila. Asegura que no es un pez tan rápido como puede ser una ballena o un tiburón, por lo que será más fácil seguirlo, ya que alcanza solo cinco kilómetros por hora.

Acto seguido comienza la búsqueda. Raúl nos advierte que puede tardarse desde 10 minutos hasta toda la mañana en encontrarlo. Como para todos los que participamos en el tour es la primera vez que nos vamos a sumergir con el imponente pez, estamos muy nerviosos por nadar al lado de un espécimen que tiene grandes similitudes con los dinosaurios. Todos debemos ayudar para encontrarlo, así que cada uno divisa desde una zona distinta de la embarcación, pero lo cierto es que el mar abierto nos parece igual, y cuando comenzamos a hacer las primeras bromas, uno de los guías grita: “¡Tiburón a las dos!”, y nos emocionamos.

En la primera inmersión no tenemos demasiada suerte. El tiburón ballena se asusta y nos es imposible seguirlo; en nuestra opinión, superó su velocidad habitual. Pero sirve para que todos estemos mejor coordinados en la siguiente prueba. El truco consiste en sumergirse muy rápido e intentar hacer el mínimo ruido posible al acercarse.

La segunda inmersión es más fructífera y vemos al pez ballena mientras come. Los minutos corren más deprisa mientras lo observamos en toda su plenitud. Su manera de alimentarse es muy peculiar, porque se coloca totalmente en vertical y sitúa su inmensa boca —que suele medir hasta un metro y medio de longitud— muy cerca de la superficie para tragar y filtrar el agua que está repleta de comida.

Al ver sus manchas, recuerdo las palabras de Raúl al explicarnos que cada animal tiene un patrón único para diferenciarse entre sí, similar a nuestras huellas dactilares. Después de un rato de observarlo, el ruido de un barco lo asusta y se aleja rápidamente, por lo que le decimos adiós a este gigante de los mares.

Los juguetones del océano

En La Paz también es posible visitar la Isla Espíritu Santo, una auténtica joya del Mar de Cortés. Se trata de un parque natural protegido por la UNESCO desde 1978, en el que vive una colonia de más de 300 lobos marinos junto con numerosas especies endémicas que generan todo un espectáculo de colores bajo las prístinas aguas turquesa.

Con SunRider, es posible visitar esta isla y esnorquelear junto a los lobos marinos. El viaje para llegar a ella es un espectáculo hermoso, aunque bastante largo para ir solo en traje de baño, por lo que amerita llevar algo de abrigo para no sentir frío durante los 45 minutos que dura el trayecto hasta la isla. Si hay suerte, durante el camino es posible avistar desde mantarrayas voladoras y delfines hasta ballenas grises y azules.

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