Puede parecer una obviedad, pero si la Costa Azul se llama así es porque el escritor Marie Mards decidió, a finales del siglo XIX, que ese era el color que mejor le sentaba a esa riviera francesa que se recostaba sobre el Mediterráneo desde Marsella hasta Génova, ya en la costa italiana.
Una definición poética, aunque simple, que ha llegado hasta nuestros días barnizada por un toque de glamour y sofisticación, que es lo que sugiere el nombre de todos los municipios que la conforman: Niza, Cannes, Montecarlo' Quizás, entre todos ellos, fue Saint-Tropez, situado en el golfo del mismo nombre, el que lo tuvo más difícil para convertirse en reclamo universal del bienestar, la libertad y los excesos. Algo más aislado por carretera, a medio camino de Toulon y Saint Raphaël, tuvo, sin embargo, la suerte de lado. Allá por el año 1956 el director de cine francés Roger Vadim eligió esta localidad para rodar Y dios creó a la mujer, protagonizada por su esposa, una joven, bellísima y sensual Brigitte Bardot. Algunas de las escenas se rodaron cinco kilómetros más allá, en Ramatuelle, en una playa que comenzó a formar parte de las obsesiones de miles de espectadores. La playa se llama Pampelonne y hoy continúa siendo un lugar para soñar.
La imagen de la actriz rubia en bikini en aquel famoso filme propició que cientos de mujeres comenzaran a demandar la prenda, que en algunos lugares, como en España, recibió el nombre de Saint-Tropez. En la década de los 60 la playa de Pampelonne volvió a estar de actualidad, ya que fue la elegida por un grupo de señoritas para practicar top less, una actividad nada frecuente en la época. Hoy en día todo aquello suena hasta divertido, pero entonces aquel lugar se convirtió en el epicentro de la liberación sexual y, por ende, de las fiestas más locas y desenfrenadas. Los aristócratas británicos, entre ellos Winston Churchill, que habían descubierto la Costa Azul como lugar de descanso soleado, fueron dando paso a actores, empresarios y famosos de diferente calado y condición que llegaban simplemente para disfrutar del Mediterráneo y pasarlo bien, sin importar la factura. Se puede decir que el turismo de alto nivel se inventó aquí, a orillas de playas como ésta, de fina arena dorada y aguas azul turquesa, envuelta por un espeso bosque de pinos que le sigue propiciando un cierto encanto salvaje.
Alta gastronomía
El sonido de fondo de las motos acuáticas a veces rompe el silencio. Pero apenas importa. Pasear por la orilla del mar hasta los acantilados rocosos y tumbarse a tomar el sol son dos actos aparentemente banales que producen aquí, en la playa de Pampelonne, grandes dosis de paz. Así lo cuenta otra gran diva, enamorada del lugar, Joan Collins: 'Mi corazón se acelera cuando el barco comienza a detenerse frente a la bahía. La riviera es un lugar de contrastes sublimes. Y aunque la mayoría piense que las playas de Saint-Tropez están llenas de doncellas en top less y hombres con cuerpos espectaculares, no es del todo cierto. La playa de Pampelonne tiene un ambiente maravilloso y un clima espectacular. Es, además, un lugar para disfrutar de una excelente gastronomía'. No le falta razón. En Ramatuelle, frente al mar, se encuentran algunos de los restaurantes más legendarios de la Costa Azul, como Le Club 55, al que hay que acudir muy pronto, si se quiere disfrutar de sus especialidades, que se pueden degustar al aire libre. Un vino rosado es la mejor forma de comenzar el almuerzo, que a buen seguro concluirá con una copa de champagne francés. Entre medias, ensaladas, pescados asados, marisco y esa exquisita tarta tropezienne a base de fresas. Hay más sitios donde reservar mesa en la playa: el Cocoa, con un bar de atmósfera zen; el Manoa, con una terraza de excelente panorámica; el Nikki Beach, con música de dj's; el Pago Pago, para comer con los pies en la misma arena, o el exótico Bora Bora, con su propio trozo de playa de uso exclusivo para los comensales.
A la luz de la luna
Protegida por el cabo de Saint-Tropez al norte y por el cabo Camarat al sur, las aguas de Pampelonne no siempre son turquesa: cambian de color, del azul al verde, del verde al azul, debido a los efectos de la posidonia oceánica que se extiende en las profundidades. Una buena excusa para caminar mirando al mar por la Senda del Litoral, un paseo que nos conducirá a la otra gran playa, mítica también, de Ramatuelle, la de Tahití. Una última recomendación: en la época estival el mar alcanza una temperatura de 25º, motivo suficiente para darse un baño a media noche a la luz de la luna. Tal como lo haría la mismísima Brigitte Bardot.