Cómo llegar de un lugar a otro. Esta duda seguramente debe estar en el ránking de las preguntas que los viajeros hacen con más frecuencia en hoteles y/o a personas que se cruzan por la calle.
La respuesta solía ser una larga indicación con calles, subtes y conexiones. Recuerdo a conserjes abriendo mapas enormes y marcando estaciones y recorridos.
Pero las cosas están cambiando, aunque no necesariamente para mejor. Hace poco, en Miami, pregunté cómo llegar a un centro comercial y volví a preguntar varias veces más, ya no porque me interesara viajar, sino para saber la respuesta que me daban.
Ni taxi, ni ómnibus y mucho menos caminando. "Con Uber", así, simple y fácil, respondieron casi todos.
Uber, la controvertida aplicación que se descarga en el teléfono y conecta pasajeros con conductores de autos privados, parece ser la solución a los viajes urbanos y turísticos, no sólo en Miami, sino en medio mundo. Una suerte de remisería global.
"Llegan en dos minutos y cuesta menos que un taxi", aseguró un conserje. "Acá lo usan todos, ¡cómo no tenés la aplicación en el teléfono, es lo mejor!", dijo otro.
El servicio ya se utiliza en más de 310 ciudades en 58 países, aunque todavía no está previsto que llegue a la Argentina, para tranquilidad de los taxistas.
Funciona más o menos así. Desde la aplicación en el celular, primero hay que registrarse, dejar el número de tarjeta de crédito (no se usa efectivo para pagar los viajes) e indicar el lugar de origen y el destino. El sistema busca el auto más cercano, un particular adherido a la plataforma, y lo envía al lugar pedido. El costo, aseguran, es menor al de un taxi o un remís por el mismo trayecto.
Pero significa, claro, subirse al auto de un perfecto desconocido, que no tiene licencia para transportar pasajeros ni ningún otro tipo de habilitación más que su registro de conducir.
Los taxistas, desde hace meses, pusieron el grito en el cielo, tanto en París, como en Río de Janeiro y Guadalajara, entre muchas otras ciudades donde funciona el servicio, para pedir una regulación y en el mejor de los casos, que no funcione más, con grandes marchas que colapsaron las calles.
Incluso en muchas ciudades se prohibió la operación de Uber, como en Casablanca, donde lo consideran ilegal.
Lo cierto es que el fenómeno Uber está instalado y desde la empresa, que apenas tiene cinco años y está valuada en 50 millones de dólares, no parecen dispuestos a dar marcha atrás.
Pero sí, para seguridad de los turistas y pasajeros, deberán aceptar las regulaciones que cada gobierno les imponga para funcionar, pagar los impuestos y lograr una sana convivencia con los taxistas.
Aunque bajé la aplicación y me registré, finalmente..., ni taxi, ni Uber.... fui caminando.