Iztuzu Dalyan
Prohibido acercarse de noche.
Entre los meses de mayo y septiembre, una línea de estacas de madera recuerda que hay que mantenerse alejado de la zona exacta hasta la que, cuando el sol se esconde, llegan las tortugas marinas para desovar. Son ejemplares de Caretta caretta, también conocidas como bobas o caguamas, una especie que ha sido declarada en grave peligro de extinción por la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza. En toda Turquía se estima que existen unos 3.000 nidos por año, que hay que proteger, cuidar, respetar. Los turistas que eligen pasar unas horas en Iztuzu saben bien cuál es el trato: no molestarlas, no extender la toalla ni clavar la sombrilla en las áreas de anidación perfectamente acotadas, no utilizar embarcaciones a motor demasiado cerca de la orilla. Cosas que aquí, aunque parezca mentira por estar junto al mar, resulta imposible echar en falta.Zona de protección medioambiental
Para disfrutar de esta preciosa playa, situada en el distrito de Ortaca, en la provincia de Antalya 'en la costa oeste de Turquía', quizás baste solo con mirar. Este lugar es una de esas rarezas que nos regalan los mapas, una franja de arena fina y blanca, que forma una barrera entre el Mediterráneo y el delta del río Dalyan, por el que hemos tenido que navegar casi durante una hora hasta llegar a nuestro sorprendente destino final. Esta de Iztuzu no es en realidad una playa, sino dos: una de agua dulce, que queda a un lado del brazo, y otra de agua salada, en el lado contrario. En total, cinco kilómetros de extensión y una única certeza: su inigualable belleza. Una hermosura para contemplar siempre de día, hasta la hora misma del atardecer. Después, sus habitantes serán otros, con piel amarilla y caparazón rojizo, que tienen muy claro cuáles son esos rincones maravillosos del planeta donde merece la pena nacer.
Catalogada como Zona de Especial Protección del Medio Ambiente, la playa de Iztuzu es también conocida, por motivos obvios, como Playa Tortuga y cuenta con un importante centro de recuperación de estos ejemplares en uno de sus extremos. Las montañas de las inmediaciones se convierten aquí en dunas agrestes en las que apetece siempre sentarse a descansar y admirar el entorno antes de darse un chapuzón en el mar. El agua, transparente y templada durante gran parte del año, invita al baño y a la práctica de esnórquel, el pasatiempo favorito, junto a los paseos en kayak, de todos cuantos hasta aquí llegan. Hay quien prefiere acercarse a los restaurantes cercanos y probar el famoso cangrejo azul, típico de la zona, que se cocina a la plancha, o, simplemente, soñar con ser uno de esos pasajeros que van en alguna de las goletas que se divisan, lejanas, en el horizonte.
Un viaje al pasado
Recorrer la costa puede ser una experiencia única. Los trayectos son variados al igual que los precios, y casi todos comienzan en Dalyan, a solo doce kilómetros, desde donde también parten los autobuses que, en apenas 15 minutos, llegan a la playa. Situada junto al río Dalyan, es éste un antiguo enclave agrícola que ha sabido conservar su atmósfera más genuina a pesar de haberse convertido, en los últimos tiempos, en incuestionable centro de operaciones para los viajeros que quieren descubrir esta región del país.
Si la Naturaleza es protagonista aquí, no lo es menos la Historia. Dalyan se encuentra prácticamente enfrente de la ciudad de Cauno, que fue fundada en el siglo IX a.C. La influencia de Mausolo de Halicarnaso, el sátrapa que gobernaba Caria, llegó hasta sus habitantes, que adoptaron de buen gusto la cultura helenística, por mucho que, según Herodoto, sufrieran de algo así como malaria endémica, motivo por el cual su piel lucía extrañamente amarilla. En el yacimiento arqueológico que hoy se puede visitar es posible contemplar un teatro, una acrópolis, baños y tumbas reales, aunque las mejores vistas sobre ellas se obtienen desde el mar, a bordo de alguno de los muchos barcos que realizan viajes al pasado por apenas 20 liras turcas. La colina donde se halla la antigua ciudad estaba antes rodeada por completo por las aguas del Mediterráneo, que se han ido retirando poco a poco hacia el sur empujadas por los lodos del río. Es en él donde encontramos el por qué de su nombre y de la ciudad a la que bañan sus aguas, los dalyanlar, unas curiosas estructuras de madera que no son otra cosa que corrales de pesca.
Un baño en aguas termales
Bañarse en las aguas de Iztuzu puede resultar algo de lo más placentero. Para buscar otro tipo de diversiones hay que desplazarse solo unos pocos kilómetros, justo hasta encontrar el desvío que conduce a las fuentes termales de Sultaniye, a orillas del lago Köycegiz. Aquí los más atrevidos podrán darse un revitalizante baño de barro en una piscina de azufre, y los menos, beber sus aguas minerales, ricas en cloruro y sodio, que brotan burbujeantes del fondo de las pozas y que pueden llegar a alcanzar hasta los 42 grados de temperatura. Se dice que son buenas para la salud y que, incluso, encierran el secreto de la eterna juventud. Por eso no hay quien se resista, de una forma u otra, a probarlas.