Oasis color turquesa
En una región convertida tras la primavera árabe en una hoguera de odios sectarios y terrorismo, el sultanato de Omán se muestra como una extraña isla de calma y estabilidad.
No en vano, por esta atmósfera y por su tozuda neutralidad en el tablero geostratégico regional, se ha ganado el apodo de la Suiza de Oriente Próximo. Este país, poco poblado (algo más de tres millones de habitantes) pero de grandes dimensiones, es un lugar peculiar, y no solo por la variedad y exuberancia de sus vírgenes paisajes.En una península Arábiga conocida por su rigorismo religioso, Omán destaca por su tolerancia hacia todas las minorías religiosas, incluidas aquellas politeístas prohibidas en muchos países musulmanes. El país constituye el corazón del ibadismo, la tercera rama del islam, mucho menos conocida que la suní y la chií. Su personalidad diferenciada se manifiesta en la arquitectura de sus ciudades, que huye del lujo y el despilfarro de otras petromonarquías del Golfo, y se aferra a su identidad e historia. Estas son las siete perlas que no debería perderse un viajero que lo visite:
1 Wadi Beni Jaled
Los wadis, auténticos oasis entre las montañas, jalonan el camino entre la ciudad de Sur y la capital, Mascate. El más conocido es el de Wadi Beni Jaled. Un arroyo nace entre los montes y va descendiendo hacia la llanura formando pequeñas piscinas naturales de agua cristalina y una suave corriente. En ellas viven unos traviesos pececitos cuya dieta incluye las pieles muertas de los pies de aquellos turistas capaces de superar el recelo inicial. En algunas ciudades occidentales se han puesto de moda los establecimientos que incluyen sesiones de pedicura natural con estos animalitos. En Omán son completamente gratuitas. Hacer a nado una parte del recorrido del arroyo, entre rocas y desfiladeros, es una experiencia mágica.
2 El viejo Mascate
La capital de Omán ha cambiado mucho desde los tiempos no tan lejanos en los que cada noche se cerraban las puertas de la fortaleza que la protegía de indeseadas invasiones. Su centro histórico está ocupado por el palacio presidencial y diversos edificios gubernamentales, rodeados por estrechos callejones de viejas casas. A sus pies se sitúa un puerto natural rodeado de escarpadas montañas coronadas por dos fuertes que datan del periodo de la colonización portuguesa. Se recomienda visitar el Museo de Bait Al Zubair, la mejor introducción a la cultura omaní.
3 El desierto de Sharquiya
En el rico menú de paisajes naturales de Omán no podía faltar un mar de dunas. El más bello es el del desierto de Sharquiya, que se extiende a unos 200 kilómetros de Mascate. Una noche al raso bajo su cielo estrellado, tras haber cenado un asado preparado por un guía beduino, es un auténtico placer. Existen también lujosos campamentos con cabañas y piscina incluida para aquellos turistas que prefieran la comodidad a la aventura. Entre las posibles actividades, un paseo a lomos de un caballo o un dromedario, deslizarse entre las dunas con una tabla de surf o una ruta en vehículo 4??4. Ahora bien, muchas de estas opciones están limitadas a los bolsillos más acomodados.
4 La península de Musandam
Situada en el estrecho de Ormuz, uno de los más importantes emplazamientos geoestratégicos, la península de Musandam es un lugar único gracias a sus espectaculares fiordos, una cadena de montañas infiltrada por las aguas marinas. Sus playas vírgenes de aguas turquesas están pobladas por simpáticos delfines y arrecifes de coral, que se pueden ver contratando un viaje de un día en un dhow, las elegantes embarcaciones ovaladas típicas del golfo Pérsico. En ningún lugar es tan evidente el carácter mestizo de la cultura omaní como aquí, pues su dialecto local incluye tantas palabras prestadas de las lenguas urdú, baluchi, persa y portuguesa que es incluso incomprensible para un árabe.
5 Los fuertes de Nizwa y Bahla
Nizwa es la antigua capital de Omán, además de su corazón espiritual y comercial. Su más destacado edificio es su fortaleza, que data del siglo XVII. Todo un prodigio de la arquitectura defensiva de la época, se ha convertido en uno de los símbolos del país, reproducido en varios billetes junto con la omnipresente efigie del sultán Qabús. Su interior alberga un cuidado museo sobre las tradiciones y características del viejo Omán. A unos 50 kilómetros se encuentra la ciudad de Bahla, declarada patrimonio mundial gracias a su imponente castillo medieval.
6 Las tortugas verdes
Otro de los símbolos de Omán son las tortugas verdes, una especie en peligro de extinción y a la que el gobierno omaní se esfuerza en proteger. Las playas de la península de Ras al-Jinz, en el extremo más oriental del país, constituyen uno de los mejores lugares para observar cómo desovan estos majestuosos animales. Se calcula que unas 20.000 hembras se acercan cada año a estas playas. El momento mágico se produce siempre de noche, y para poder presenciarlo es necesario inscribirse en una visita guiada.
7 La región de Dhofar
Situada en el sur del país, esta es la única región de la península Arábiga tocada por el monzón. Sin duda, el mejor momento para visitarla es en otoño, cuando el final de la temporada de lluvias ha dejado sus montañas cubiertas por un exuberante manto verde. Su pintoresca capital, Salalah, se ha convertido en uno de los centros turísticos del país gracias a la belleza de sus playas y de los paisajes naturales que la rodean, que combinan las llanuras de bosques y extensas plantaciones de plátanos con la cordillera de Samhan.