9 personajes característicos del aeropuerto que reconocerás fácilmente

Porque los aeropuertos tiene su propia fauna

Los aeropuertos son lugares dignos de estudio. Si quieres viajar lejos vas a tener que pasar inevitablemente unas horas en uno de ellos. Yo he dedicado mi tiempo de espera en las puertas de embarque y mis horas de cola en los mostradores de facturación, a hacer una análisis de los tipos de personajes que recorren sus pasillos. Porque los aeropuertos tiene fauna propia. Esas personas entrañables (o no tanto) que nos encontramos trabajando allí o esperando sus vuelos.

Estos son 9 ejemplos:

1. El “prisitas” de la puerta de embarque

Tiene que ser el primero en subir al avión. En los monitores dice claramente que el embarque no comienza hasta las 12:40, pero a las 12:15 él se pone a la cola. Todo el mundo está sentado tranquilamente haciendo tiempo, pero él no puede aguantar más. Se pone delante del mostrador y empieza la fila. Oficialmente el embarque no empieza a la hora que te dicen cuando facturas, empieza cuando el primer impaciente se pone de pie a hacer cola. Además genera un efecto oleada que arrastra a otros “prisitas”. Se creerán que van a llegar primeros a su destino.

2. El que ya está de vacaciones desde que salió de casa

Es fácilmente reconocible porque va vestido por el aeropuerto como si ya hubiese llegado a su destino. Si se va de vacaciones a la playa, ¿para qué va a esperar a aterrizar, llegar al hotel y cambiarse? Él llega al aeropuerto vestido con chalas, pantalón corto, camisa hawaiana y sombrero de paja. No importa que en la ciudad en la que esté el aeropuerto tenga una temperatura de 5 grados bajo cero. Si pudiese se pondría las aletas y las gafas de buceo. Pero el de la playa es sólo un ejemplo, también están los que van a esquiar y andan por el aeropuerto como si estuviesen en el Polo Norte, o los que se van a África y llegan al aeropuerto vestidos como si se hubieran escapado de Jumanji.

3. La encargada de la facturación que te odia

Sé que sólo está haciendo su trabajo pero si el límite de peso por maleta es de 23 kilos, ¿tan grave es que la mía pese 24,5? Parece ser que sí. Estas personas actúan como si el mundo se fuese a acabar si alguien sobrepasa el peso máximo permitido. Parecen disfrutar de la cara que pones cuando te dan 2 opciones: pagar una multa brutal por exceso de equipaje, o abrir tu maleta delante de todo el aeropuerto para sacar un kilo y medio de ropa. Yo siempre opto por esta segunda opción, pero no es una situación agradable. Además de enseñarle tu ropa interior a toda la terminal, estás haciendo que el resto de pasajeros se enfade porque estás demorando su facturación (en estos casos siempre suele haber un miembro del primer grupo de esta lista que muestra su descontento en voz alta). Una pesadilla.

4. El que se lleva todo lo del duty-free

A la hora de embarcar lleva 47 bolsas del duty-free. Ha comprado peluches, botellas, cuatro cartones de tabaco, chocolatinas de cuarenta marcas diferentes, gafas de sol, un bolso… Todos los que se sienten a su alrededor en el avión no van a tener dónde dejar su equipaje de mano porque va a ocupar el compartimento superior entero. ¿Por qué le ha entrado a esta persona el ansia de la compra compulsiva en el aeropuerto? Puede deberse a dos motivos: o se ha olvidado de comprar recuerdos para su familia en sus vacaciones y ha esperado hasta el último momento, o le han encargado que compre las cosas ahí porque son más baratas y se le ha ido de las manos.

5. El conductor de carro porta-maletas torpe

El vehículo más mortífero que se puede conducir sin licencia: el carro porta-equipajes de las terminales de los aeropuertos. Hay gente que va distraída buscando la puerta de salida o mirando los monitores para ver en qué mostrador tiene que facturar, sin preocuparse lo más mínimo de los estragos que está causando en el resto de la gente. Son el terror de los tobillos ajenos. Atropellan a la gente de forma inmisericorde. He llegado a ver algunos que le ponen pinchos a las ruedas para causar más daño como en Ben-Hur. Lo dicho, un peligro.

6. El recepcionista de la sala de espera VIP

Hay una especie dentro de la fauna del aeropuerto que está por encima del bien y del mal: los que viajan en primera clase o en business. Además de todos los lujos de los que disfrutan en el avión, en los grandes aeropuertos tienen salas de espera VIP a las que el resto de los mortales no podemos acceder. Estas salas son custodiadas por un recepcionista detrás de un mostrador. Si quieres sentir que te desprecian intenta entrar en la sala VIP del aeropuerto con tu billete de turista. Al principio todo son sonrisas y atenciones, pero cuando comprueban que tu tarjeta de embarque es de clase turista pasas a ser automáticamente escoria.

7. El busca-enchufes

El aeropuerto es es sitio perfecto para comprobar hasta qué punto nos hemos convertido en esclavos de la tecnología. No hay más que mirar en las paredes a la altura del suelo. Ahí encontrarás a los “busca-enchufes”. Necesitan batería para sus teléfonos o computadores y no dudan en tirarse al suelo para poder conectarlos. Pero el “busca-enchufes” que ha conseguido conectar su dispositivo es feliz. Está ahí sentado y no hace daño a nadie. Lo que es desgarrador es ver a uno de estos seres buscar desesperadamente un enchufe sin éxito. Entran a los baños, preguntan en los bares, hablan con el personal del aeropuerto… Deambulan desconsolados sin saber qué hacer con sus vidas. Sobrecogedor.

8. El personal de la cafetería

Sabemos que la vida está muy cara. Pero lo de los aeropuertos es otro nivel. Lo mejor que puedes hacer es llegar bien alimentado, porque estos personajes no dudarán en pedirte 8, 10 o hasta 12 dólares por un sándwich de jamón y queso envasado en plástico. Además, la gente que trabaja en estas cafeterías no suele esforzarse en ser amable porque saben que los odias. Te están cobrando por un sándwich vegetal (que por algún motivo inexplicable parece que está mojado) lo que pagarías por comer langosta, y lo saben.

9. El “bello durmiente”

Aunque no lo crean los vuelos se retrasan. A veces mucho. Esto hace que la gente tenga que esperar varias horas en las puertas de embarque. Y qué mejor manera de pasar el rato que dormir. Hasta ahí estoy de acuerdo. ¡Pero es que hay algunos que duermen en posturas imposibles! Gente apoyada en las maletas con el cuello doblado en un ángulo imposible, personas de 1,90 metros dobladas en un asiento enano, parejas que se creen adorables durmiendo juntos pero que en realidad son máquinas de roncar y babear de dos motores… Un auténtico mosaico de gente que sería capaz de dormirse en el bigote de un camarón durante un bombardeo.

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