Todos tenemos nuestras propias manías e intuiciones, corren por ahí toda clase del leyendas, pero ¿cuál es la forma verdaderamente efectiva de embarcar en un avión para perder el menor tiempo posible?
Hoy en día, todo parece reducirse al azar. Por ejemplo, si indican que el embarque empezará por los pasajeros de las filas 18 a 24 y tenemos un asiento al final del aparato, quizá entremos y nos quedemos bloqueados entre la gente que está intentando introducir, al estilo Tetris, sus equipajes de mano.
El camino hasta tu asiento, después de la espera, la cola interminable, los arcos de seguridad, el descalzarse y quedarse sin cinturón, se parece cada vez más a una carrera de obstáculos, un grand Prix en el que andas a ritmo de sepelio mientras ayudas a quien sea con su equipaje con tal de avanzar unos metros.
Finalmente, miras a tu izquierda, tu querido asiento en ventanilla, y justo antes ya ha tomado asiento una señora otoñal embutida en la butaca que incluso se ha abrochado el cinturón. Te debates entonces entre solicitarle cortésmente que se levante un momentito para pasar tú, que pase ella o, directamente, tirarlo todo al suelo y clamar contra el cielo por el inventor del embarque por bloques.
El Tetris humano
Pero ¿por qué su sistema crea tantos problemas? ¿Es realmente el mejor? Eso deberíamos preguntárselo al astrofísico del Fermilab Jason Steffen, que publicó un estudio al respecto en Journal of Air Transport Management.
Para llevar a cabo sus experimentos sobre cómo llenar de pasajeros un avión se sirvió de una carlinga de avión usada como estudio para rodar películas de Hollywood. 12 hileras de 6 asientos por un lado y 72 voluntarios con equipaje por el otro.
Lo que descubrió Steffen es que el embarque por bloques, el que actualmente se usa, es el peor: profundamente imperfecto e ineficaz, incluso peor que el caos más absoluto.
Para probarlo, realizó pruebas con todos los tipos de embarque que conoces:
- El método de los bloques.
- El de la pirámide invertida, en de los pasajeros situados junto a la ventanilla de la última fila entran los primeros, seguidos por sus vecinos del centro y los viajeros del lado del pasillo, siguiendo así la colocación de los cuerpos, fila tras fila.
- El método Wilma, en el que todos los pasajeros de las ventanillas se instalan al mismo tiempo, precediendo a los del centro y a los del pasillo.
- El embarque sin orden alguno.
- El método Steffen, un cruce entre la pirámide invertida y Wilma, en que primero entran los pasajeros de las ventillas del lado izquierdo del avión y de las filas pares (separados unos de los otros por una fila de asientos, todo tienen suficiente espacio para colocar su equipaje) y luego entran los pasajeros del lado derecho, los de la filas impares, los del centro, etc.
Así lo explica Pierre Barthélémy en su libro Crónicas de ciencia improbable:
{La estrategia de bloques que emplean la mayoría de las compañías aéreas es, evidentemente, la más lenta. Hasta el embarque al azar es más eficaz. Por lo que se refiere al método Steffen, se demuestra el más rápido, incluso añadiendo el tiempo de clasificación de los viajeros en la sala de embarque. En un pequeño avión de setenta y dos plazas, permite ganar tres minutos y dieciséis segundos respecto a los bloques. ¿Y todo ello para qué? El resultado no es tan irrisorio. En 2010, treinta millones de vuelos comerciales surcaron los cielos. Sabiendo que un minuto de más en el suelo cuesta treinta dólares por avión, esos tres minutos y dieciséis segundos representan, al cabo de un año, casi tres mil millones de dólares.}
A nivel macro, pues, la cosa parece más preocupante que a nivel micro. Pero la cosa continúa contribuyendo en el hecho, ineludible, de que lo peor de cualquier viaje es a menudo subirse a un avión.