¿Quién no ha sufrido alguna vez la inclemencia de la lluvia mientras estaba descansando unos días en la playa? Si nunca te ha pasado, eres muy afortunado.
O tal vez antepones con demasiada frecuencia el turismo de montaña, a tomar el sol en algún lugar de la costa. Para el resto de mortales, el tiempo meteorológico es un factor esencial a la hora de paladear las vacaciones de verano soñadas y no morir en el intento.
A más de 1.500 kilómetros de Tokio, en Miyazaki, dentro de la meridional japonesa de Kyushu, no es necesario que tengan tal preocupación. Allí se levanta el Seagaia Ocean Dome, una construcción megalómana que alberga la playa artificial más grande del planeta. Cerca de 14.000 toneladas de agua y otras 600 de arena dan forma a un recinto cuyas dimensiones alcanzan los 300 metros de largo por 100 de ancho.
Esta recreación, inaugurada en 1993, cuenta con todo lujo de comodidades: sus cristalinas aguas mantienen una temperatura constante alrededor de los 28 grados, mientras que la arena está hecha de polvo de mármol, evitando así que se pegue al cuerpo. Para los amantes del surf, la instalación dispone de un mecanismo que reproduce fielmente olas de hasta 2,5 metros de altura. Además dada su gran capacidad de hasta 10.000 personas, tiene acotada una zona de baño destinada en exclusiva para los más pequeños.
El Ocean Dome posee un techo retráctil que permite abrir la cubierta en función del buen o mal tiempo en el exterior. Si la condiciones climatológicas no acompañan, la estructura se cierra reproduciendo a la vista de todos una curiosa simulación del cielo. Fuera del agua la temperatura ronda los 30 grados durante los 365 días del año, lo que permite al bañista poder disfrutar de la playa sin importar que estación del año sea.
Para redondear la experiencia, el recinto cuenta con un decorado propio de una película de Hollywood. A las clásicas rocas y palmeras, se suman una serie de toboganes que añaden al Ocean Dome un complemento extra de diversión. También hay que añadir varios restaurantes ideales para reponer fuerzas degustando la cocina local de Miyazaki, así como una zona de tiendas donde poder comprar accesorios esenciales para un día de playa. Pero lo más impresionante, llega de la mano de un ficticio volcán que entra en erupción cada 60 minutos.
ELEVADO COSTO DE ACCESO
El principal inconveniente es su alto precio de entrada, en torno a 50 dólares, sobre todo si tenemos en cuenta que a poco más de 300 metros se abre paso una playa natural. Sin embargo ,el Ocean Dome ha logrado superar en popularidad a su «hermana», creada por la madre Tierra. A los ya mencionados imprevistos del tiempo, los usuarios valoran detalles tan sencillos como evitar las picaduras de medusa, bastante habituales en esta zona del Pacífico.
Como en cualquier lugar de baño, el Ocean Dome cuenta con una serie de normas básicas para el uso correcto de sus instalaciones. No se puede entrar a la playa con calzado de calle, ni tampoco acudir acompañado de tu mascota. Solo está permitido comer en las áreas marcadas para ello y los fumadores deberán salir al exterior para poder echar un cigarro.