Cuando se habla de los tiempos mesoamericanos, uno imagina de inmediato construcciones monumentales, esculturas de cioses, sacrificios rituales, y cosas parecidas.
Sin embargo, no es tan fácil vincular mentalmente, de un modo inmediato, las antiguas culturas de México con cuevas llenas de antiguos vestigios.
Uno de los lugares donde esta vinculación se presenta con mayor frecuencia es el área maya. Para los mayas antiguos, las cavernas no eran simplemente recovecos ocultos de grandes dimensiones, que los animales silvestres utilizaban como moradas; estos antiguos mexicanos, pensaban las cuevas como representaciones de la matriz femenina, ámbitos donde la vida tenía su crisol, aunado a ser el punto de vínculo entre dos universos, puesto que relacionaban la dimensión terrestre, la que habitamos, con el inframundo de los mayas, el Xibalbá, los dominios de los temibles señores de la oscuridad.
Lo anterior le brindaba a las cavernas una proyección de alteridad habitable, un espacio donde la muerte reinaba, pero del cual se podía salir, acaso con el poder de la resurrección, como las plantas lo consiguen, cada cierto tiempo. Evidencia de la intensidad con las que se vivieron todas estas ideas, nos la da el resciente descubrimiento de una red de cuevas en Yucatán, que los mayas antiguos utilizaban para rendirle culto a Xibalbá.
Distintas investigaciones arqueológicas, revelaron estructuras mayas, en lugares de más de 40 metros de profundidad. Incluso se halló una monumental calzada subterránea de 100 metros de largo, muy parecida a la que puede verse en Chichen Itzá. Tal camino cuenta con una desviación hacia un cuerpo de agua, en donde destaca un curiosa estructura geológica, conformada por diversas estalactitas y estalagmitas. La impresión que produce esta forma pétrea, es parecida a la de una ceiba, árbol que era considerado como sagrado para los mayas y que aparece como ornamento en el sarcófago del gran Pacal, uno de los señores de Palenque. Los españoles confundieron esta ceiba sagrada con una cruz cristiana.
Las cuevas localizadas en las áreas donde floreció la cultura maya, no eran formaciones geológicas sin más, sino que, en cierto sentido, se contemplaban como umbrales a lugares místicos. Por esta proyección de sacra alteridad, en ellas se efectuaban ritos, entierros y ceremoniales . La manera en la que se relacionaban los mayas con las cuevas, es una muestra del especial vínculo que mantenían los antiguos mexicanos, en general, con la naturaleza: una interacción venerante, respetuosa y mística.