Grecia

Navagio Zakynthos

Una solitaria cala, acantilados de vértigo, aguas cristalinas, arena blanca y un barco encallado en ella.

La imagen no puede ser más perfecta. Eso es, al menos, lo que miles de curiosos piensan cada año, cámara en mano, cuando la embarcación con la que recorren las islas del Jónico se acerca hasta la playa del Navagio, en Zakynthos, la Flor de Levante, tal y como la llamaban los venecianos, bajo cuyo control estuvo entre los siglos XIV y XVIII. El esqueleto del buque que domina la bahía permanece ahí, solitario y desvencijado, desde hace más de 30 años, cuando, tras una tormenta, quedó varado para siempre en este lugar. Es el Panagiotis, que, según parece, era utilizado por la mafia italiana para transportar desde Turquía whisky y tabaco de contrabando.

Todo ocurrió el 1 de octubre de 1980. La marina griega comenzó a perseguirlo para abordarlo. Las prisas, el miedo a ser descubiertos y el temporal provocaron que la nave volcara y que sus pasajeros escaparan y desaparecieran antes de que llegara la guarda costera. Esta es la historia que nos explican en el ferry en el que viajamos. Pero, entonces, alguien nos alerta. ¿Y si todo fuera, en realidad, una estratagema del Ministerio de Turismo? O lo que es lo mismo: una campaña de marketing para revitalizar un lugar perdido en el mapa que ahora es parada obligada de los que se lanzan a cumplir el sueño de descubrir Grecia desde el mar. Hay quien cree que el Panagoitis no está aquí por casualidad. Parece ser que Zakhyntos, tras haber sufrido varios terremotos en los últimos años 50, había perdido gran parte de su población, que habría preferido emigrar a otros lugares más seguros.

El encallamiento del barco fue un gran revulsivo. Los periódicos de todo el mundo publicaron la fotografía, que, tomada justo a la mejor hora del día, hacía parecer la playa un lugar de ensueño. ¿Un montaje pues? Imposible saberlo. Lo único cierto es que la isla, desde entonces, ha duplicado su número de habitantes y se ha convertido en un gran destino turístico. Sea cual sea la realidad, no podemos negar lo evidente: en temporada baja, cuando apenas hay gente, el enclave resulta espectacular. No hay otro igual. La presencia de los restos del barco junto a las dos grandes rocas que envuelven la playa y el color azul intenso del mar hacen que este sea uno de esos sitios difíciles de olvidar, por mucho que sus aguas, profundas y frías, no inviten al baño. Pero, ¡qué importa! De lo que se trata aquí es de mirar. El barco en cuestión, construido en 1937 en unos astilleros escoceses, es la atracción de la isla.

La mejor fotografía

Pero acceder a la playa del Navagio, o del Naufragio en español, en la costa noroeste, no es tarea sencilla. Lo más fácil es hacerlo a bordo de uno de los transbordadores que parten con frecuencia desde la capital de la isla, llamada como ella Zakhyntos, o desde el puerto de Kambi Exo Chora, el pueblo más cercano, a 20 kilómetros. Los acantilados, las rocas de piedra caliza y lo escarpado de los caminos hacen casi imposible el acceso a pie, aunque los amantes del senderismo lo pueden intentar, con buen calzado, eso sí, y cargados de provisiones para afrontar el desafío. Desde la playa es imposible ascender hasta los acantilados, así que, quienes quieran conseguir la fotografía de las postales, esa que dio la vuelta al mundo en los años 80, tendrán que localizar la plataforma que hay junto al monasterio de Agios Gergio Kremnao, bien señalizada entre Anafonitria y Volimes, a tres kilómetros al oeste de Navagio. A 180 metros de altura, es un mirador de excepción, sobre todo a la hora del atardecer: los cortados, la arena dorada, las aguas turquesas y el navío abandonado conforman una estampa realmente idílica.

El hogar de las tortugas

Pero existen otros muchos motivos para visitar Zakhyntos despacio. Nos gusta especialmente el Museo Bizantino de su capital, el Kastro de Bójali, desde donde se obtiene una fantástica panorámica del Peloponeso, y las Cuevas Azules, Galazia Spiliá, también en la costa norte, cerca del cabo Shinari, de las que no hace falta decir cuál es el impresionante color que adquieren sus aguas, sobre todo, a primera hora de la tarde. Todo un regalo de la naturaleza, como lo es también el Parque Nacional que se extiende por la bahía de Laganas, a cuyas playas acuden a depositar sus huevos entre los meses de mayo y septiembre las tortugas Caretta caretta, una de las especies marinas más amenazadas de Europa. Hay que protegerlas y respetar su entorno, nunca invadirlo. Ese es, en verdad, el sentido de cualquier viaje.

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