Ruta de las grandes ruinas mayas del sur, Costa Maya

Según los arqueólogos, hace doce siglos vivían en el sur de Quintana Roo cerca de un millón de habitantes, o sea, tres veces más de los que hay ahora.



La región era entonces una de las más pujantes del mundo maya, y los vestigios de aquel periodo confirman que sus ciudades fueron extensas y contaron con sofisticados centros ceremoniales y grandes áreas residenciales para los grupos dirigentes; además, estuvieron dotadas de amplias obras de infraestructura como caminos, canales y sistemas artificiales de captación de aguas, y claro, su cultura desarrolló un arte majestuoso.

Esta ruta está formada por tres zonas arqueológicas muy cercanas entre sí -Kohunlich, Dzibanché y Kinichná-, qun las que están abiertas al público y que conforman una muestra representativa y formidable de las grandezas de los mayas clásicos de esta parte de México. Imposible perdérselas.

Los tres sitios que conforman esta ruta se ubican al poniente de la zona sur del estado de Quintana Roo. La vía de acceso es la carretera federal 186 (rumbo a Escárcega, Campeche), desde donde parten los ramales que conducen a ellos. Estos ramales inician casi desde el mismo punto, a unos 55 kilómetros de Chetumal, que de nueva cuenta funciona muy bien como base de operaciones para llegar a la zona. De Kohunlich a Kinichná, los puntos extremos de esta ruta, no hay más de 33 kilómetros. Los caminos aquí están en buenas condiciones y cuentan con señalización.


KOHUNLICH

Es una fascinante zona arqueológica tanto por su historia como por su valor estético y la belleza natural que la enmarca. Se estima que nació como un caserío hacia el año 200 a.C. Al paso de los siglos ganó poder y creció en dimensiones. Entre los años 500 y 600 d.C. se construyó el Templo de los Mascarones, que hoy día es la estructura más famosa de Kohunlich y tal vez la más emblemática del estado de Quintana Roo. Su basamento piramidal ostentaba originalmente a los lados de su escalinata principal ocho grandes mascarones, de los que sólo cinco sobreviven hasta nuestros días.

Se cree que tales mascarones de casi dos metros de altura representaban al dios solar Kinich Ahau. Parte del estuco y del pigmento rojo que los recubría se conserva. Este templo es sin duda una de las más sobresalientes obras del arte maya. Hacia el periodo Clásico deMesoamérica, o sea, entre los años 600 y 900 d.C., fueron erigidas la mayoría de las estructuras que hoy pueden verse en la zona, como los edificios de carácter ceremonial que conforman la Plaza de las Estelas, así como el Conjunto Pixa'an y Los 27 Escalones, dos complejos que según algunas interpretaciones sirvieron como áreas residenciales de los dirigentes locales.

La ciudad siguió creciendo durante el periodo Postclásico, pero hacia el año 1200 d.C. sobrevino un colapso aún no bien explicado, y Kohunlich quedó prácticamente deshabitada. Aunque se sabía de su existencia desde hace muchos años, fue hasta 1992 cuando iniciaron las excavaciones y los trabajos de rescate que permitieron su apertura al público en 1994. Kohunlich es hoy la zona arqueológica más famosa y mejor estudiada del sur de Quintana Roo. Aparte, funciona como un importante refugio de vida silvestre. Las veredas del lugar, enmarcadas por una enorme variedad de plantas y árboles, son simplemente encantadoras.

Y un gran número de aves, mamíferos y reptiles viven entre las viejas construcciones mayas. Para llegar al lugar hay que salir de Chetumal y tomar la carretera federal 186. A 57 kilómetros de la capital del estado se dobla al sur (izquierda) y se toma el ramal de 8 kilómetros a la zona arqueológica, que abre todos los días de 8:00 a 17:00 horas.

KOHUNLICH, ¿VOCABLO MAYA?

El nombre de Kohunlich deriva del nombre Cohoonridge que los trabajadores beliceños daban al campamento maderero, que se encontraba en la zona en los años 20 y 30 del siglo XX. Deriva de los términos ingleses cohoon (corozo, un tipo de palmera común en esta zona) y ridge (lomerío).

A medio camino sobre el ramal, que lleva de la carretera federal 186 a la zona arqueológica, se encuentra el hotel The Explorean Kohunlich. Aunque es un hotel muy exclusivo, su lobby bar y su restaurante suelen estar abiertos a todo el público.

DZIBANCHÉ

Al parecer, está, más que una ciudad maya aislada, fue una suerte de gran "zona conurbada", puesto que hay varios grupos de grandes construcciones contemporáneas
dentro de un círculo de menos de 6 kilómetros de diámetro. El visitante confirmará esta impresión, cuando al llegar a la caseta de entrada a esta zona, descubra que en realidad hay tres sitios diferentes al alcance de la mano.

El nombre de Dzibanché se aplica al grupo principal de ruinas, que se encuentra a un kilómetro y medio al oriente de la caseta de entrada. A la mitad del camino se ubica el Grupo Lamay, otra zona arqueológica que por estar aún sometida a trabajos de investigación, no ha sido abierta
al público, aunque nada impide admirarla desde el camino. Se trata de un grupo de ocho edificios distribuidos sobre dos grandes basamentos. Como Kohunlich, Dzibanché vio sus primeros días como una mera aldea agrícola aproximadamente hacia el año 200 a.C. Unos cuatro o cinco siglos después, inició su gran despegue urbano y social que llegaría a su apogeo en el periodo Clásico mesoamericano. A partir del siglo XI, esta ciudad quedó abandonada.

Los edificios que ahora pueden verse corresponden al núcleo de la antigua ciudad maya, es decir, los principales centros residenciales y ceremoniales, que fueron edificados sobre una pequeña elevación del terreno. Este núcleo consta de varias plazas flanqueadas por pirámides o por estructuras fincadas sobre largas plataformas de piedra. De las construcciones más importantes de la zona sobresale el llamado Templo I, una gran edificación con esquinas redondeadas al estilo de las pirámides mayas del Petén guatemalteco y de Belice. Muy cerca se yergue el Templo II, otra pirámide alta que contiene varias cámaras mortuorias, donde se hallaron los restos de un gran personaje del periodo Clásico Tardío, un posible "rey" de la ciudad denominado por los investigadores, el "Señor de Dzibanché".

En la plaza presidida por el Templo II se ubican media docena de grandes estructuras, entre ellas el Edificio XIII, que presenta grabados con glifos referentes a comba-tes e imágenes de cautivos. Cerca de ahí se levanta el Templo VI, una pirámide con el estilo arquitectónico teotihuacano que combina talud y tablero. En sus recintos superio-res se encontraron dinteles de madera con inscripciones calen-dáricas, por los que este sitio recibió su actual nombre maya que significa "escritura sobre madera". Algo más allá, hay también un Juego de Pelota.

Se trata, pues, de una urbe enorme y fascinante que tampoco puede omitirse en un recorrido por la zona. Para llegar a ella desde Kohunlich hay que regresar a la carretera federal 186 y dar vuelta al oriente, rumbo a Chetumal. Dos kilómetros después hay que tomar el ramal del lado norte (izquierda) y que 14 kilómetros más adelante pasa por Morocoy. Dos kilómetros después de este pueblo se dobla a la derecha y a 5 kilómetros de ahí se llega a la caseta de registro de visitantes. Esta caseta es única para Dzibanché y para Kinichná. Ambas zonas tienen un horario de visita de 8:00 a 17:00 horas.

KINICHNÁ.

Aunque tal vez no fue más que un centro subsidiario de Dzibanché, frente al que resulta mucho menor, los investigadores le han dado un nombre propio que significa "Casa del sol". Su principal construcción es la Acrópolis, que es una ancha pirámide de tres niveles, con una completa simetría. Se sube a ella por una amplia escalinata que conduce, en el primer nivel, a un par de templos ubicados lateralmente.

Esta secuencia se repite en el segundo nivel, desde donde vuelve a subir una escalinata, esta vez más angosta, que conduce al tercero y último nivel, coronado por un único templo de dos crujías abovedadas. Este templo conserva en su exterior restos de frisos hechos con estuco que ostentan motivos solares. Ahí fue donde se encontraron importantes ofrendas con objetos de jade. El lugar es también espectacular. La arboleda que lo cubre contribuye a acentuar este efecto. Se localiza 2 kilómetros al norte de la misma caseta de acceso de Dzibanché.

ARQUITECTURA FUERA DE LO COMÚN

La arquitectura no es un aspecto por el que Quintana Roo sea famoso, y sin embargo, la parte sur del estado, el Caribe Mexicano, puede ser especialmente interesante para los viajeros amantes de esta expresión artística.
En primer lugar, destaca desde luego la antigua arquitectura maya en sitios como Kohunlich, Chacchoben y Dzibanché, cuyo perfil artístico parece tener diversos orígenes. Se puede identificar la influencia del Petén guatemalteco en las molduras "en delantal" y en las esquinas redondeadas de diversas pirámides de esta zona, incluida la de los Mascarones en Kohunlich.

También están presentes rasgos del estilo Río Bec, Campeche, como las columnas integradas a muros. Y hay también rasgos estilísticos exclusivos del sur de Quintana Roo, como la elaborada técnica de mampostería.
En cuanto a arquitectura virreinal es muy poco lo que hay en la región, pero ¿cuántas ciudades mexicanas pueden ufanarse, como Bacalar, de contar con una soberbia fortaleza española? Sí, se trata del excepcional Fuerte de San Felipe, un pequeño, pero elegante y sólido edificio de planta cuadrangular, con sus robustos baluartes en las esquinas y que desde mediados del siglo XVIII le hace compañía a la laguna de los siete colores.

Y si se trata de arquitectura moderna nada como Chetumal. Por una parte están las casas de madera de la vieja ciudad, poseedoras de una historia muy especial. En las primeras décadas del siglo XX, cuando era difícil la comunicación y el intercambio comercial con el centro de México, esas casitas se importaban prefabricadas de Canadá, Estados Unidos o Inglaterra.

Sus muros eran de madera y su techo -de dos o cuatro aguas-, de lámina metálica acanalada. Contaban con un pórtico o porche de barandas y rejas, y no faltaba quien, además, decorara su casa con algún sencillo friso. Algunas de ellas sobreviven y hacen que nos imaginemos a Chetumal más como una ciudad del Caribe inglés que como una del Sureste mexicano. Por otra parte están los raros ejemplares de art déco, también en el centro de la ciudad.

La ex Escuela Socialista Belisario Domínguez y el Hospital Morelos podrían parecerles estrambóticos a algunos observadores, pero son muy originales. Y lo más curioso del asunto es que esa combinación tan mexicana de motivos indigenistas con las frías líneas del art déco se la debemos a un artista colombiano: Rómulo Rozo.

El sur de Quintana Roo no es poseedor de una amplia colección arquitectónica, pero lo que se encuentra aquí, en la Gran Costa Maya, definitivamente no es fácil encontrarlo en otras partes de México.

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