Un imponente puente marca la entrada al Algarve si accedemos a esta región portuguesa desde las cercanías de Ayamonte, en Huelva.
En la 'tierra por donde se pone el sol' (que eso significa su nombre), las playas mezclan rocas y arena fina con acantilados que se adentran en el océano. Estos son algunso enclaves recomendables en una ruta por el sur de Portugal.
Ría Formosa
El recorrido comienza en un pequeño pueblo costero con mucho encanto, Cacela Velha, una villa situada sobre una colina al inicio del parque natural de la Ría Formosa. La conforman no más de 50 pequeñas casas blancas y azules que recuerdan la costa mediterránea, a pesar de situarse frente al Atlántico, así como una fortaleza que forma parte de la ruta de los castillos del sur de Portugal. Desde el extremo del pueblo nos podemos asomar y avistar la Ría Formosa, trufada de islotes de color verde y marrón que frenan la bravura del océano y calman la llegada de sus olas a tierra firme.
A diez kilómetros de la pequeña aldea se sitúa Tavira, con una herencia romana, árabe y cristiana que dota a su centro histórico de murallas, castillos, iglesias y puentes de diferentes épocas. Desde este pueblo se accede a la playa de Barril, una de las más famosas del Algarve, en uno de los islotes de la ría.
Para llegar hasta ella, situada a un par de kilómetros de Tavira, podemos coger un trenecito que cruza el parque natural hasta este arenal, o bien caminar. El paseo resultará agradable gracias a la vegetación y la fauna marina, como los cangrejos que se esconden en la arena agujereada. Al llegar a la playa, además de aguas limpias y las arena blanca, encontraremos un curioso cementerio de anclas a escasos metros del mar.
El parque natural acaba cerca de la ciudad de Faro, capital del Algarve, en cuyo centro histórico merece perderse, pero que sin duda no es uno de los puntos más bonitos de la región.
De Olhos de Água a Portimão
El recorrido se dirige a Olhos de Água, punto de entrada a los arenales más espectaculares del Algave, entre imponentes acantilados. Antes de llegar al pueblo se encuentra la playa de Falésia, resguardada por escarpados muros de tierra roja. La playa que recibe el mismo nombre, Olhos de Água, presenta enormes formaciones rocosas dentro del agua que se pueden atravesar por arcos naturales en su base. En su empinado embarcadero descansan las barquitas de los pescadores, a los que habitualmente se puede ver trabajar en la orilla.
Unos kilómetros más allá, en dirección oeste, encontramos la inmensa playa de Santa Eulália, junto al pueblo de Albufeira; y un poco más adelante, la de Marinha. En esta hermosa playa es recomendable dar un paseo por los acantilados antes de bajar hasta la orilla para contemplar los monolitos rocosos que surgen a pocos metros de la costa. Después del baño se puede pasear hasta la cercana playa de Carvalho, o alcanzarla en barca, para poder descubrir las grutas ocultas que presenta este tramo del litoral.
El día de playa puede culminar en la desembocadura del río Arade, en la ciudad de Portimão, que invita a pasear por su centro histórico, el puerto y, si todavía quedan fuerzas, a tomar una copa en alguno de los bares del paseo de la playa da Rocha.
Lagos y Cabo de São Vicente
El extremo occidental de la costa sur del Algarve comienza en Lagos, ciudad encantadora. Casas blancas, calles tortuosas, tiendecitas y bares que conducen hasta el puerto, donde convienen pararse en alguno de sus restaurantes y entregarse al exquisito bacalao portugués.
Lagos también cuenta con dos bonitas playas de arena fina al pie de espigados acantilados. Dona Ana (la playa más bonita del mundo, según avisa un cartel), y la de Camilo, del mismo estilo: pequeña, con mini calas escondidas entre las grandes farallones y aguas muy nítidas. Se puede acceder a ellas a través de un camino que finaliza en Ponta da Piedade, uno de los cabos del Algarve que ofrece una panorámica del extremo suroeste de esta costa. Después, se puede poner a prueba nuestra tolerancia al vértigo en la empinada escalinata que desciende hasta el mar y las espectaculares y escarpadas formaciones rocosas bañadas por el océano.
Antes de alcanzar el Cabo de São Vicente, punta suroeste de la Península, conviene desviarse hacia la fortaleza y el faro de Sagres, para zigzaguear después sobre los acantilados por una carretera desde la que se accede, mediante un sendero, a la playa de Beliche, de ubicación privilegiada: desde ella podrás contemplar, sin moverte, la punta de Sagres, el Cabo de São Vicente y uno de los atardeceres más bonitos del continente.
Costa Vicentina
El litoral portugués remonta desde aquí hacia el norte a través del parque natural del Suroeste Alentejano y la Costa Vicentina, hasta llegar a Sines. Una reserva natural que protege, además, las playas algarveñas más silvestres y vírgenes; un verdadero paraíso surfista. Esta franja costera es la joya oculta para quienes que busquen tranquilidad.
Desde Carrapateira, pueblo entregado al mundo del surf, encontraremos la playa do Amado. Grande y tranquila, las montañas verdes llegan hasta el mar, donde aguardan varios chiringuitos. Desde arriba, bordeando los acantilados en una agradable ruta en bicicleta que pasa por numerosos miradores, se alcanza la playa de Bordeira.
Siempre hacia el norte, la desembocadura del río Seixe, junto al pueblo de Odeceixe, marca el final del recorrido. Rodeada de numerosas y pequeñas calas en las que descansar casi en soledad, esta localidad marca el límite con la vecina región del Alentejo. Basta con cruzar al otro lado del Seixe para disfrutar de los magníficos vinos y quesos alentejanos.