Cuando visites Oaxaca, saborea el sazón de un pueblo que mantiene viva su exquisita costumbre culinaria.
Llegar a Oaxaca significa entrar a un mundo extraordinario de sabores, aromas y texturas.
Dicen que “quien va a Oaxaca y no come mole, nunca fue”… y es que puedes degustar sus 7 tipos de mole: el famoso mole negro hecho con los chiles llamados chilhuacles, el coloradito, de color rojo y sabor dulce; el estofado almendrado, elaborado con almendras, aceitunas y alcaparras; el mole verde, que debe su color a las hierbas olorosas que lo componen; el amarillo, creado con chiles amarillos; el colorado, con sus frutas frescas incorporadas a una ligera salsa de mole o el chichilo, de exótico sabor debido a la tortilla quemada con que se cocina.
Disfruta también todas las posibilidades del maíz: aquí se pueden degustar las memelas, que son tortillas creadas con 4 tipos de maíces de diferentes regiones. Prueba los molotes, que son elaborados con masa, rellenos con puré de papa y chorizo o plátano. Y si tu apetito es enorme, busca el mercado 20 de noviembre, en la esquina de Aldama y Miguel Cabrera, y disfruta las famosas tlayudas, que son unas suculentas tortillas gigantes de maíz hechas a mano y calentadas en comal, preparadas con pollo, cecina, chorizo, y servidas con lechuga picada, quesillo, frijoles, salsa picante y hasta con chapulines.
Para beber, prueba el Tejate (bebida fría de cacao molido licuado en agua de maíz), las aguas frescas de piña, horchata de melón, guanábana con almendra, chilacayota, zapote, tuna, guanabana, ciruela, sandía, y chicozapote. O en las mañanas, el chocolate oaxaqueño con agua o leche acompañado de un pan de nata te harán despertar de muy buen humor.
De postre, prueba una deliciosa nieve de pétalos de rosa servida en el jardín del templo de la Soledad; un rico buñuelo, o una deliciosa rebanada de pastel de elote con un rico champurrado.