Visitar la Mesopotamia argentina es encontrarse con el esplendor de la vegetación y una sucesión de ríos, bañados, selvas y bosques que invitan a disfrutar de caminatas y deportes fluviales, a pescar dorados o surubíes y a hacer excursiones en lanchas, veleros o piraguas, entre las islas.
Hacia el norte de la región se encuentra la provincia de Misiones, cuya selva es el hábitat natural del yaguareté, de los monos y los tucanes.
Allí, en el Parque Nacional Iguazú -Patrimonio de la Humanidad- se encuentran las colosales Cataratas, una de las maravillas naturales del mundo, donde el río arroja su imponente caudal desde 70 metros de altura a través de 275 saltos, a lo largo de 2,7 km.
El Parque Nacional preserva la exuberante vegetación subtropical, con más de 2.000 especies de plantas: árboles gigantes, lianas, helechos, orquídeas; una fauna que incluye más de 400 aves: loros, colibríes, tucanes, yagauretés, tapires, carpinchos, pumas y osos hormigueros son algunos de los animales que habitan esta área.
En ese marco hace su trayecto el tren ecológico, con una locomotora a gas y capacidad para hasta 150 pasajeros, incluso con espacios pensados para personas con capacidades diferentes.
No es todo lo que ofrece esta tierra carmesí: también en Misiones están las plantaciones de yerba mate, los refugios de vida silvestre y las Ruinas Jesuíticas, reconocidas por la Unesco en 1984 como Patrimonio de la Humanidad.
Las misiones de San Ignacio, Loreto, Santa Ana y Santa María se visitan en un circuito de 296 km de gran belleza panorámica. Estas reducciones, establecidas en territorio argentino en la primera mitad del siglo XVII, formaron parte de los 33 pueblos que componían la antigua Provincia Jesuítica del Paraguay.
En la provincia de Corrientes está situado el parque Nacional Mburucuyá, cuyo principal atractivo es su biodiversidad, considerada la mayor del nordeste argentino.
En sus 17.660 hectáreas hay infinidad de lagunas y esteros, arroyos de aguas transparentes, palmeras caranday y pindó, quebrachos colorados y blancos, laurel y palmares de yatay, cañas tacuaruzú; y una fauna autóctona compuesta por mulitas, guazunchos, monos carayá, lobitos de río y ciervos de los pantanos, más unas 150 especies de aves.
Otro de los lugares más preciados de Corrientes son Los Esteros del Iberá, uno de los ecosistemas mas ricos del país, cuya Reserva Natural, creada en 1983, tiene una superficie aproximada de 13.000 Km2, lo que significa el 14,6 % del territorio provincial.
El sistema del Iberá está formado por la gran masa de vegetación de los esteros, con gran capacidad de retener agua, y las precipitaciones pluviales, que aportan anualmente entre 1.200 y 1.500 mm. De esa enorme cantidad de agua recibida, menos de una cuarta parte deriva hacia el río Paraná, a través del único desagüe superficial del sistema, el río Corriente.
De lo demás se encarga la alfombra vegetal por transpiración metabólica y la evaporación directa, favorecida por la relación entre su gran extensión y escasa profundidad.
Entre el 20 y el 30% de su superficie está compuesta por unas 60 lagunas de entre 2 y 3 metros de profundidad. Las costas están constituidas por embalsados, que tienen origen en los camalotes, sobre cuyo entretejido vegetal se deposita tierra aportada por el viento; cuando se desprenden se transforman en verdaderas islas flotantes.
La colonia Carlos Pellegrini es el único pueblo de los esteros situado al borde del espejo de agua, y allí hay hospedajes, restaurantes y demás comodidades para el turista.
Corrientes también tiene sus famosos Carnavales, que compiten con los de Gualeguaychú, en Entre Ríos, en gracia, alegría, belleza y emotividad; sus célebres iglesias, con santos de madera tallada a mano; sus cultos esotéricos, como el de san La Muerte; sus estancias, donde aun habita el gaucho, rodeado de costumbres tradicionales, y donde es posible cabalgar, comer asado y bailar una música entrañable: el chamamé.
Por supuesto, también es Corrientes el reino de los concursos de pesca de todo tipo, donde la lucha se da frente al pacú y el surubí, y principalmente contra el "tigre de los ríos", el dorado.
Ya al sur de la Mesopotamia, en la provincia de Entre Ríos, el parque Nacional El Palmar -con bosque de palmera Butia Yatay- compite en tranquilidad y belleza con el Delta del Paraná, una sucesión de islas de verdes intensos, rodeadas de aguas tranquilas, con canales perfectos para el remo y el canotaje.
Las secciones II y III del Delta conservan mejor la naturaleza y su buena infraestructura turística aporta confort a las travesías. Aguas arriba, el Paraná junto al Uruguay son los máximos desafíos fluviales para remar en la Argentina.
En Entre Ríos se encuentran además los principales centros termales de la región. Entre ellos, los de las ciudades de Chajarí, Colón, Villa Elisa, Concordia, Federación, Gualeguaychú, La Paz, María Grande y San José. Estos complejos, diseñados bajo la modalidad de "parques termales", pueden ser visitados por toda la familia durante todo el año.