En la costa de Cornualles, cerca de Perranporth, Inglaterra, hay una playa cubierta de piezas de Lego.
Basta dar un paseo por la arena y buscar un poco para encontrar todo tipo de elementos del popular juego de construcción. Aunque suena hasta simpático, en realidad es un serio problema ecológico, y se remonta a 1997.
El 13 de febrero de 1997, una ola descomunal golpeó al carguero Tokio Express frente a las costas inglesas. El impacto inclinó brutalmente el barco 60 grados hacia un lado y después 40 hacia el contrario. A resultas del accidente, el barco perdió 62 contenedores. Uno de ellos iba cargado con 4,8 millones de piezas de Lego. Al poco tiempo, las piezas comenzaron a llegar a las playas de Perranporth. No han dejado de hacerlo desde entonces.
Dragones, espadas, flores, escobas, o piezas de motivos marineros como pulpos y submarinistas. Las piezas siguen llegando a la costa con cada marea, aunque en menor medida que los primeros días tras el accidente. Los habitantes de Perranporth cuentan que los primeros días había niños que se llevaban cubos y cubos de piezas.
Desgraciadamente, no todas las piezas han llegado a la costa para deleite de los niños. La mayor parte siguen perdidas en el mar. El oceanógrafo estadounidense Curtis Ebbesmeyer lleva buscándolas desde 1997, y no ha logrado encontrar rastro alguno en otras playas. La mayor parte de ellas probablemente se haya unido a todo el plástico que arrojamos al mar y que es realmente complicado de localizar.