Turismo de Sol y Playa en Colima

Hace 32 años, la construcción del Hotel Las Hadas le dio a las playas colimenses, y en especial a Manzanillo, el nivel de destino turístico mundial, lo que constituyó el inicio de un desarrollo en el que se fueron edificando otros hoteles, que hoy lo incluyen como un gran centro de playa dónde vacacionar.



En la actualidad, el Estado de Colima se posiciona a través de sus microclimas, sus milenarias piezas de cerámica y los más contrastantes paisajes a unos pocos kilómetros de distancia unos de otros.

Colima es una entidad pequeña, pero eso sus habitantes lo toman con sentido del humor y hacen chistes como el que afirma que “Colima es un estado de primera... porque si metes segunda te sales a otra parte”. Pero, precisamente, sus dimensiones son las que hacen posible estar en menos de dos horas por carretera, lo mismo en una ciudad culta, que en un bosque de coníferas o en una playa con grandes hoteles.

Si bien Manzanillo es la reina de las playas colimenses, este estado cuenta con más de 150 kilómetros de litoral costero que van desde Barra de Navidad, al norte, en la frontera con el estado de Jalisco, hasta Playa Boca de Apiza, al sur, ya casi en los linderos con Michoacán.

Por ejemplo, a 70 kilómetros de Manzanillo, hacia el sur, se localiza Cuyutlán, un tranquilo poblado donde parece no suceder nada. La vida transcurre tranquila y es común ver a sus habitantes sentados en las puertas abiertas de sus casas, refrescándose en las verandas y viendo pasar la vida frente a sus ojos con la tranquilidad que sólo se percibe en tierras como ésta.

Sin embargo, esta percepción resulta engañosa, ya que para el visitante, Cuyutlán puede ser un destino de mucha actividad y diversión, principalmente durante primavera y verano que es cuando aparece la famosa Ola Verde, una marejada de altas crestas que los fanáticos del surf y el windsurf aprecian mucho, por lo cual llegan cada año de diversas partes del mundo para aprovecharlas y practicar su deporte favorito.

El antecedente principal de este fenómeno se remonta a varias décadas, cuando hizo acto de presencia la ya mítica Ola Verde original de, por cierto, no muy buenos recuerdos.

Fue en junio de 1932 cuando en el pueblo su suscitó una serie de temblores. Pero siendo Colima tierra de volcanes, a nadie sorprendió está actividad telúrica a la cual están acostumbrados. La vida no se alteró en este sitio que entonces era el balneario preferido de la región, por su fina arena.

Esa fue la razón por la cual el suceso los tomó por sorpresa. La mañana del día 22 volvió a temblar y al estremecimiento de la tierra le siguió un maremoto. Sin más, los lugareños vieron de pronto aparecer sobre ellos una inmensa ola de entre veinte y treinta metros de alto, aunque el tamaño varía dependiendo de quién cuente hoy la historia. Pero en lo que todos coinciden es en que la gran cortina de agua que los envolvió prácticamente se tragó al pueblo al reventar más de cien metros tierra adentro, llegando hasta donde se ubicaba la estación ferroviaria.

En un abrir y cerrar de ojos, Cuyutlán quedó en ruinas e incomunicado, debido a que fueron destruidos los caminos e inundada la vía del tren.

Desde entonces, la Ola Verde se volvió una leyenda que, afortunadamente, no ha vuelto a aparecer en esas proporciones, pero sí en tamaño y fuerza suficientes como para convertirse en un centro de atracción de surfistas de todo el mundo.

Entre otros de los atractivos de esta localidad se encuentra el Museo de la Sal, un rústico recinto de paredes de madera, que data de finales del siglo XIX, con techo de palma y piso de tierra, donde el visitante aprende todo el procedimiento que se requiere realizar para conseguir ese aditamento culinario tan importante que es la sal.

Además, también muestra algunas piezas arqueológicas encontradas en la región, como tepezcuintles, utensilios domésticos y piezas de cerámica, así como restos óseos de ballenas.

Dos atractivos más son el estero El Paraíso, donde es posible navegar en canoa para observar distintas especies de aves y fauna acuática; y el centro ecológico El Tortugario, donde en época de eclosión, entre agosto y enero, se les permite a los visitantes liberar tortugas en la playa.

Otras opciones

Siguiendo por la costa hacia la frontera con Michoacán, se llega a otra playa para surfistas, llamada El Paraíso, al norte de la desembocadura del río Armería.

El sitio se distingue por ser una angosta playa que ofrece el oleaje necesario para practicar este deporte, así como el windsurf, principalmente en mayo y junio, y por la gastronomía de mariscos que ahí el viajero encuentra. Cuenta con servicio público de salvavidas y renta de sombrillas.

Otras dos son Boca de Pascuales, cerca del poblado de Tecomán, y El Real, playas de mar abierto, casi vírgenes, con oleaje igualmente fuerte. Su especialidad para comer son los langostinos al mojo de ajo y el pescado zarandeado.

Más adelante se ubica Tecuanillo, donde la playa es de arena fina y el oleaje continúa poderoso.

Aquí, las coloridas sombrillas que protegen del sol a los bañistas contrastan con el verde del estero que se encuentra en la desembocadura del río Tecolutillo, poblada por mangle que, a su vez, alberga una gran cantidad de aves. En este sitio se puede acampar y practicar el ecoturismo.

Colima es un pequeño estado del Pacífico Mexicano, que sorprende por las maravillas naturales, gastronómicas y culturales que resguarda en su territorio y una de ellas y muy preciada, son sus playas de fina y suave arena.
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